1 de julio de 2016
Podemos se presentaba como socialdemócrata pero festeja su derrota con un acto comunista
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27/06/2016 04:22
Como en un espectáculo de
transformismo, Pablo Iglesias cambia su ideología según convenga. Su
partido “transversal” ha abrazado todas las máximas del populismo: “Acumular
poder superando los discursos de izquierda y derecha”. El líder de
Podemos llegó a la cita con las urnas del 26J presumiendo de “socialdemócrata”,
pero a la hora de ‘celebrar’ la derrota en la plaza del Museo Reina Sofía de
Madrid ha regresado toda la parafernalia comunista: puños en alto,
banderas estrelladas y cánticos a coro: ‘El pueblo unido jamás
será vencido’ de los chilenos Quilapayún, y ‘A galopar’ de Pablo Ibáñez.
Hasta sus más acérrimos seguidores se
preguntaban en los días de campaña cómo podía haberse dado ese salto ideológico
en el líder de la izquierda radical española. Y el secretario general de
Podemos, como siempre, tenía una explicación: “Cuando uno aspira a ser
presidente en el marco de la Unión Europa y de la economía de mercado,no se
puede permitir ciertas provocaciones que sí se podía permitircuando era un
orgulloso joven comunista“.
El desarrollo de ese mantra, destinado
a dar el ‘sorpasso’ en votos al PSOE y a ‘lavar’ la procedencia comunista
más cercana en el tiempo –hasta el mismo día del ‘pacto de los
botellines’,
claro– del líder de IU y del PCE, Alberto Garzón, llegó al punto de
defender que “Marx y Engels eran
socialdemócratas”
porque “las etiquetas ideológicas del siglo XX y del siglo XXI tienen poco que
ver”.
Pero, a pesar de que el salto al
segundo puesto en votos por delante del Partido Socialista parecía
asegurado simplemente por la suma de los sufragios de Podemos con los
de Izquierda Unida en el 20D, la noche del 26J ha hecho despertar a
Podemos de su ensueño y, con él, del hechizo socialdemócrata. En
la plaza del Museo Reina Sofía regresó el Pablo Iglesias comunista.
Ya la campaña electoral utilizó
apelaciones a la “patria”, el “corazón” y las “sonrisas de un país”, todas
ellas basadas en los mensajes emotivos y populistas de lasdictaduras
totalitarias latinoamericanas. Pero la fiesta del fracaso
podemita en la noche del 26J reunió todo el atrezzo.
El discurso de Íñigo Errejón,
número dos del partido, rememoró la revolución cultural de
Mao al atribuir a Podemos su condición de ser “la fuerza que
culturalmente marca el destino de España”. Sin embargo, en sus palabras no
hubo una sola mención a la coalición con Izquierda Unida, y sí un tono
reivindicativo que más parecía una postulación al liderazgo del partido.
Alberto Garzón sí que trató de
no desengancharse de sus amigos de Podemos, quizá acomodado en esa
estética comunista que lo rodeaba, con los miles de seguidores flameando
banderas con estrellas rojas bajo el estrado que los reunía a él,
a Iglesias y Errejón, a Carolina Bescansa e Irene Montero y
a Pablo Bustinduy. Se vendió la coalición como un pacto de
conveniencia electoral, en el que IU mantendría su personalidad y su logotipo.
Finalmente, nada fue así… pero a Garzón parece no importarle:“Nos quieren separados
pero nos encontrarán absolutamente unidos”, ha afirmado Garzón. Quizá
sea por los más de 11 millones de euros de deuda que su unión a
Podemos enjuaga.
Allende, más
comunista que socialista
Pero Pablo Iglesias, quien ha cerrado
el acto, ha sido quien más se ha puesto en clave comunista: “No nacimos
para resistir, nacimos para ganar y vencer”, ha proclamado, y ha pedido a los
suyos “resistir lo que sea necesario” para “vencer”, rememorando al presidente
chileno Salvador Allende, que tardó cuatro elecciones en llegar al poder.
Allende ha sido otro de los líderes
elegidos por Iglesias en esta campaña para reivindicar su supuesta ideología
socialdemócrata: “Seré un presidente
socialista como Allende o Mujica”, dijo Iglesias el pasado lunes en un mitin
electoral. El presidente chileno se apoyó en el mundo de la cultura para
engrandecer su figura y, entre otros, nombró al grupo de música protesta Quilapayún
embajadores culturales de Chile.
Aunque quizá no recuerde el
líder de Podemos, o no le convenga recordarlo, que el régimen que instauró
Salvador Allende en Chile tenía mucho más de comunista que de socialista:
el presidente chileno nacionalizó casi 100 industrias
básicas durante su primer año en la Presidencia, entre ellas la banca y el
cobre y promulgó una reforma agraria que acabó con las grandes propiedades del
campo chileno.
Sus políticas causaron un
colapso económico insostenible y tasas de inflación del 600%…
sólo superadas por las de la actual Venezuela chavista,
precisamente. El caos que se apoderó de la sociedad chilena propició un
golpe de Estado militar criminal que pilló a los integrantes de
Quilapayún realizando una gira en Francia, recién publicada su famosa
canción ‘El pueblo unido jamás será vencido’, la que cantaban en la noche de su
derrota a voz en grito los podemitas.
Ésa y ‘A galopar’, la versión de
Pablo Ibáñez del poema de Rafael Alberti, ésos que animan a los labradores
a “enterrar en el mar” a los señores de la tierra, para tomarla y hacerla suya.
Ésa cuyos versos no pueden ser más comunistas, como el poeta del 27,
exiliado durante al cruel dictadura franquista, y a su regreso, comunista y
diputado del PCE en el palacio de la carrera de San Jerónimo.
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