28 de julio de 2016
ANÁLISIS. Golpe dentro del golpe. Las dos corrientes dirigentes de Turquía, la del presidente Erdogan y la de Gülen son, ahora, mucho más importantes que la oposición laica
ANÁLISIS
Golpe dentro del golpe
Las dos corrientes dirigentes de Turquía, la del presidente Erdogan y la
de Gülen son, ahora, mucho más importantes que la oposición laica
EL PAIS - SAMI NAÏR
Una foto de Ataturk
y otra de Erdogan cuelgan en la plaza Taksim de
Estambul. VADIM
GHIRDA (TOP), EMRAH GUREL (BOTTOM) AP
Se veía venir desde las elecciones de 2014. La batalla que opone la
cofradía de Fetulá Gülen, predicador religioso refugiado
en EE UU, al poder del islamista conservador Recep Tayyip Erdogan estallaría de un momento a otro. Las dos corrientes dirigentes de
Turquía, país oficialmente laico, la del presidente Erdogan y la de Gülen son, ahora, mucho más
importantes que la oposición laica, heredera del secularismo kemalista. Esta
última se ha debilitado dramáticamente desde hace más de una veintena de años,
cuando el movimiento islamista del Partido de la Justicia y el Desarrollo
(nombre elegido para ocultar su carácter religioso prohibido por la
Constitución turca) triunfó en la sociedad civil, es decir, esencialmente en
las capas populares de las grandes ciudades y en las zonas rurales. Las capas
medias altas, en general laicas, fueron progresivamente marginadas y las dos
corrientes compartieron el poder dentro de las estructuras del Estado sin pedir
nunca, oficialmente, el fin de la laicidad del mismo.
Esta estrategia de penetración silenciosa en las estructuras clave de la
enseñanza, la justicia, el Ejército y la Policía fue, precisamente, la que el
propio Erdogan aconsejó a los islamistas tunecinos cuando conquistaron el poder
en Túnez entre 2012 y 2015.
La oposición entre "gülenistas" y partidarios de Erdogan no es
mayoritariamente de carácter confesional; se trata, mejor aún, de un
enfrentamiento personal por el reparto del poder entre los dos líderes
religiosos y sus respectivas tropas. Si bien se dice que Gülen tiene relación
con los masones turcos e internacionales, lo que constituye una garantía de su
laicismo frente al islam ultraconservador de Erdogan, esa aseveración aún debe
ser demostrada.
El levantamiento militar, artesanal y brutal, ha sido presentado como
una reacción frente a los ataques de estos últimos meses contra los partidarios
de Gülen, al desalojo de los puestos que ocupan en los órganos del Estado y,
sobre todo, al inicio de una "limpieza" en el estado mayor del
Ejército.
¡Pero la realidad es que se trata de un golpe de Estado de ensueño para
cualquier poder autoritario! El presidente turco desencadena ahora una
represión desproporcionada, sistemática y sin cuarteles contra todos sus
adversarios. Impone el temor, suprime las libertades democráticas, amenaza
gravemente el pluralismo político turco y se lava las manos a nivel
internacional, suspendiendo la Carta Europea de Derechos Humanos, para no tener que justificar nada ante la Unión Europea. Cuando se
analiza el amateurismo, la frivolidad, las incoherencias del comportamiento de los golpistas,
es imposible no cuestionarse si este levantamiento ha sido manipulado por el
poder turco. El comisario europeo para la Política de vecindad, Johannes Hahn,
acaba de afirmar que el poder turco tenía en manos, desde hace meses, listas de
personas que apartar "un día u otro" del sistema social y político.
Lo que sí es seguro, es que este golpe a la democracia, en reacción al intento
de golpe de Estado, abre un ciclo de enfrentamientos cuyas consecuencias son
muy peligrosas para Turquía.
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