12 de mayo de 2016
El Senado abre el proceso de ‘impeachment’ contra Rousseff y la aparta del poder
El Senado abre
el proceso de ‘impeachment’ contra Rousseff y la aparta del poder
La Cámara estudiará ahora y durante
180 días las acusaciones contra la presidenta brasileña por alterar
supuestamente las cuentas públicas
ANTONIO
JIMÉNEZ BARCa
EL PAIS
Tras una sesión plenaria histórica y
extenuante que duró 21 horas casi ininterrumpidas, desde las 10 de la mañana a
las siete de la madrugada, el Senado brasileño aprobó el proceso de destitución
o ‘impeachment’ contra la presidenta Dilma Rousseff. El resultado de la
votación fue elocuente: 55 a favor y 22 en contra. Rousseff recibirá hoy por la
mañana la notificación oficial y después saldrá por la puerta principal del
palacio de Planalto, sede presidencial, en un gesto explícito que quiere decir
que acata pero no aprueba la decisión. Después se recluirá en el futurista
Palacio de la Alborada, su residencia oficial, donde se le permite quedarse en
su nueva condición de presidenta espectral, con el salario recortado a la mitad
y las perrogativas reducidas al mínimo. El vicepresidente del país, Michel
Temer, líder del Partido Democrático do Movimento Brasileiro (PMDB), asumirá
inmediatamente después la jefatura del Estado.
Los senadores
Eunicio Oliveira, Renan Calheiros, Marta Suplicy y Raimundo Lira. C.
GOMES (EFE) |
REUTERS-QUALITY
Calheiros leyó el texto que recibirá Rousseff de las manos del primer
secretario del Senado y que significa, de hecho, su destitución temporal:
"Señora Presidenta: se le hace saber por medio de esta notificación que a
partir de su recepción ésta instaurado el proceso de impeachment. (...)
Y queda suspensa del cargo de presidenta (...) con derecho a residencia
oficial, seguridad, servicio médico y transporte aéreo y terrestre".
Lo que los senadores brasileños decidieron este jueves, de facto, es la
apertura formal del impeachment, el proceso de destitución, el
juicio político que discurrirá en el Senado como máximo y a partir de hoy
durante 180 días. En estos seis meses los senadores discutirán si Rousseff
cometió crimen de responsabilidad hacia la República al alterar las
cuentas públicas para
equilibrar los balances presupuestarios de un año para otro a base de pedir
dinero a grandes bancos públicos.
Una posterior
votación, que se celebrará probablemente en octubre, decidirá el destino final de Rousseff. Para entonces no servirá
sólo la mayoría simple. Serán necesarios dos tercios, esto es, 54 senadores. De
ahí que el resultado de hoy sea significativo. Es decir, tal y como están las
cosas actualmente, Rousseff quedaría definitivamente fuera del cargo,
depuesta.
Pero todo eso queda lejos, de cualquier manera. Lo determinante, hoy, es
que durante todo ese tiempo la presidenta deja de ser presidenta real. El
poder, automática y plenamente, pasa a las manos del vicepresidente,
Michel Temer, hasta
hace un mes y medio aliado político de Rousseff y ahora su peor enemigo y, en
palabras de ella misma, "un traidor y el padre de los conspiradores".
En la tribuna, los defensores del impeachment, la mayoría de
partidos de centro y de derecha, hablaron de esas maniobras fiscales a las que,
a veces, culparon de la crisis económica brasileña. Pero la mayoría se refirió
más, para justificar su decisión, a la catastrófica marcha de la economía (que
retrocede a razón de un 3% del PIB al año), a las sucesivas rebajas de las
agencias de calificación, que ya han colocado los bonos brasileños al nivel de
bono basura y, en general, a la necesidad de cambiar de Gobierno para que la
perspectiva sombría del país cambie.
Los defensores
de Rousseff replicaron en su mayoría con un argumento simple: no se puede echar
a una presidenta elegida por el pueblo, con 54 millones de votos detrás,
apelando a unas maniobras fiscales que no constituyen a su juicio un delito
grave o a la situación económica, porque para eso están las urnas.
El Abogado
General del Estado, José Eduardo Cardoso, que cerró la sesión, resumió así el
sentir del Gobierno: "Ustedes respetan todos los procedimientos, es
cierto. Pero no la médula del proceso. Y la médula del proceso es que se juzga
a la presidenta por algo que todos los presidentes de todos los países hacen.
Por eso, con todos los procedimientos, ustedes están condenando a una
inocente"
Sesión maratoniana
Con todo, la sesión plenaria, más allá de su maratoniana y casi inhumana
extensión (todos los senadores que quisieron tuvieron el derecho de hablar por
15 minutos), discurrió sin los excesos chocantes y algo ridículos de la votación
hermana en el Congreso, celebrada hace varias semanas. Entonces, los diputados abundaron en gritos, cánticos,
lanzamientos de confeti, manteos e invocaciones que o no venían al caso
("voto por mi tía que me cuidó de pequeño") o eran sencillamente
repugnantes, como la del parlamentario Emir Bolsonaro, que dedicó su voto
(contrario a Rousseff) a un torturador de tiempos de la dictadura.
El
presidente del Senado, Renan Calheiros, tuvo cuidado de que el pleno no se le
fuera de las manos e incluso el final de la votación fue sobrio y contenido. En
un momento caldeado en que los asistentes se pusieron a hablar de más
impidiendo que se oyese al orador de turno, llamó al orden: "No voy a
dejar que esto acabe como en el Congreso".
Mientras,
fuera, en Brasilia y São Paulo se celebraban manifestaciones a favor y en
contra de Rousseff, en Brasilia separadas por un muro metálico y en la Avenida
Paulista por la policía. En cualquier caso, fueron mucho menos numerosas que
las organizadas el día de la votación del Congreso, lo que indica que la
población, de alguna forma, ha asumido el resultado de la votación, cantado
desde hacía días, ya que todas las encuestas así lo anunciaban.
Al tiempo que los senadores hablaban uno detrás de otro, en el Palacio
de Jaburu, el vicepresidente
Temer, ya sabiéndose jefe del
Estado, se reunió con la plana mayor de lo que será su próximo gabinete. Con un
ojo puesto en la economía y otro en las medidas de austeridad a su juicio
necesarias para enderezar el rumbo financiero del país, el flamante nuevo
presidente se dirigirá al país a las tres de la tarde de este jueves (cinco
horas más en la España peninsular). A esa hora, Rousseff habrá ingresado ya en
su extraña condición de presidenta sin presidencia. A Fernando Collor de Melo,
hasta ahora el único presidente democrático de Brasil apartado del poder por un impeachment,
en 1992, contó en una televisión brasileña que durante ese tiempo le redujeron
hasta el combustible del avión que utilizaba para sus desplazamientos de modo
que no se podía desviar ni un milímetro de la ruta prefijada. Collor, senador,
votó, por cierto, a favor del impeachment de Rousseff.
Collor
renunció a los dos meses de ser apartado del poder, un día antes del juicio
definitivo. Todo apunta, por lo que ha manifestado repetidamente y por su
carácter poco dado a dar su brazo a torcer, que Rousseff no renunciará en los
seis meses impensados que tiene por delante.
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