13 de mayo de 2016
LUIS PRADOS EL PAIS. ANÁLISIS Brasil, el fin del espejismo La corrupción en el poder, incentivada por el propio sistema político, ha precipitado al país en una profunda crisis de solución incierta
ANÁLISIS
Brasil, el fin del espejismo
La corrupción en el poder, incentivada por el propio sistema político,
ha precipitado al país en una profunda crisis de solución incierta
La promesa
del futuro. El sueño del orden y el progreso. La utopía de la democracia
racial. Brasil lleva más de un siglo buscando su destino en un porvenir que
acaba revelándose espejismo mientras pareciera que el pasado y sus profundas
cicatrices marcan el rumbo. Una colonización puramente extractiva de recursos
físicos —azúcar, café, caucho, diamantes, lo que demandase en cada momento el
mercado internacional— y humanos —la esclavitud no sería abolida hasta 1888—
deja secuelas, y unas dimensiones continentales —aún es debate entre los
historiadores las causas que hicieron posible que el país se mantuviese unido
—imponen unas expectativas.
Razones geográficas, históricas, culturales modelaron una sociedad
excepcional y, en cierta manera, bipolar. A la exuberancia de la sensualidad,
la alegría del forró, la belleza de las playas y hasta hace bien
poco la magia de su fútbol, —la marca turística de Brasil—, se contrapone la
timidez de sus habitantes, el susurro y melancolía de la bossa nova y la
desdicha de la pobreza y la desigualdad. Y en ese juego de opuestos, el éxito
como nación, forjada sin la violencia de Europa o Estados Unidos, y el fracaso
como Estado con instituciones débiles y una democracia aún frágil. País racista
sin segregación, como dijo a este periódico uno de sus más eminentes antropólogos,
Roberto Da Matta, parafraseando al escritor Jorge Amado, con una larga
tradición de arrogancia y corrupción de sus élites, educado en el respeto a la
jerarquía y en la reverencia al poder y construido sobre la exclusión, Brasil
ha intentado en numerosas ocasiones a lo largo de su historia contemporánea
inaugurar una era de prosperidad e integración de la mano de presidentes que
marcaron una época, aún vivos en el recuerdo y en sus obras, desde la demagogia
populista de Getúlio Vargas, que dejó el poder antes de lo expulsaran pegándose
un tiro en su despacho, hasta la Brasilia de Juscelino Kubitschek pasando por
la imprudencia izquierdista de João Goulart, —derrocado por el golpe militar de
1964—, hasta la racionalidad de Fernando Henrique Cardoso o la inspiración de
Lula da Silva.
Con la llegada al poder de Lula, el obrero metalúrgico que perdió un
dedo siendo adolescente en la fábrica, el emigrante pobre en São Paulo, el niño
que vendió frutas por las calles, el hombre que hablaba de fútbol y bebía cachaça,
el político que representaba a dos de cada tres brasileños, parecía que esta
vez sí, que esta vez Brasil iba a convertirse en la potencia que el destino
había burlado tantas veces. Hace tan solo seis años, con un crecimiento
económico del 7,5%, con un país sede del Mundial de Fútbol y de los Juegos
Olímpicos, no había probablemente figura mundial, salvo Obama, tan popular en
el planeta.
Aquella oportunidad parece haberse evaporado. La corrupción en el poder,
incentivada por el propio sistema político, la ausencia de reformas y la
permanencia de disfunciones estructurales, la pérdida de conexión con la calle
y la trágica incapacidad para satisfacer unas demandas sociales en crecimiento
exponencial, junto con causas exógenas relacionadas con la economía global, han
precipitado a Brasil en una profunda crisis de solución incierta. Vuelve el
centroderecha al poder, vuelve el PMDB, el partido que nunca se fue de Estados
y municipios, vuelve el ajuste con mano dura. O Pais, como les
gusta decir a los brasileños, necesitaba un purgante, pero visto el espectáculo
dado por la clase política con la forma de sacar a Dilma Rousseff de la
presidencia resulta una incógnita saber si la democracia brasileña saldrá
fortalecida o no de este trance. Ojalá que el pasado no vuelva esta vez a
atropellar el futuro.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario