20 de mayo de 2016
EL PAIS - SHLOMO BEN AMI: TRIBUNA La construcción del euroyihadismo
La construcción del euroyihadismo
Europa debe mirar hacia adentro para hacer frente con eficacia al
radicalismo islámico gestado en el interior de su propia casa. Entre otras
cosas, debe garantizar un ‘sueño europeo’ que permita a todos mejorar sus vidas
El
historiador belga Henri Pirenne vincula el nacimiento de Europa como continente
cristiano en el siglo VIII a su ruptura con el islam. Pirenne probablemente
nunca hubiese esperado que surgiera un gueto musulmán en Bruselas, y mucho
menos que esta ciudad se convirtiera en un centro del yihadismo, donde viven
jóvenes musulmanes marginalizados y enojados, quienes se sublevan en contra de
Europa desde dentro de sus propias fronteras.
El
divorcio con el yihadismo no es una opción viable en la actualidad. Pero
tampoco lo es el tipo de matrimonio que propugna el académico islámico Tariq
Ramadan. Ramadan, nieto del fundador de los Hermanos Musulmanes en Egipto y
ciudadano suizo con residencia en Reino Unido, sostiene que la ética y los
valores islámicos deben inyectarse en el sistema europeo. Europa, en ese caso,
no solo toleraría el islam, sino que, de hecho, lo acogería como una parte
integral de su propia esencia.
El
problema con la visión de Ramadan es que Europa es un continente
mayoritariamente laico, con un enfoque que tiene una profunda visión de futuro
con respecto a la ética. Las sociedades islámicas, por el contrario, son, a la
vez, profundamente religiosas y se encuentran hondamente incrustadas en el
pasado. Cuando los islamistas hablan de la reforma política o social,
normalmente están mirando hacia el pasado, con la esperanza de resucitar una
época en la que los principios fundamentales de la Europa actual —que van desde
la igualdad de género hasta el matrimonio homosexual— se repudiaban. Incluso
los musulmanes que apoyan la modernización del islam, en su mayoría, no se
convertirían en seguidores de la visión ética de Europa.
Las fallas
con la solución al euroyihadismo que propone Ramadan reflejan los fallos en la
explicación que brinda sobre el fenómeno, que atribuye esencialmente a la
participación de Europa en las guerras en Oriente Próximo, en una supuesta
confabulación de Europa para la supresión de los palestinos por parte de Israel
y al supuesto apoyo del continente a los árabes autócratas. “No podemos”,
escribe, “apoyar dictaduras... no podemos estar en silencio cuando los civiles
son masacrados al sur de nuestras fronteras, y no podemos tener la esperanza de
que no vamos a recibir una respuesta a la injusticia y humillación que hemos
provocado”.
Sin
embargo, es Estados Unidos el país que lanzó guerras en Irak y Afganistán. Es
este país el que ofrece su apoyo incondicional a Israel, y es quien ha apoyado
en repetidas ocasiones a los autócratas árabes. Y es Europa la que ha criticado
sistemáticamente dichas políticas, a menudo con mucha dureza. Sin embargo,
EE UU no experimenta un importante aumento del sentimiento yihadista
dentro de sus fronteras.
Puede haber ayudado el hecho de que el presidente Barack Obama se
alejara de algunas de estas políticas. Cuando comenzaron la primavera
árabe, por ejemplo, se apresuró a cortar el apoyo al presidente de
Túnez Zine el Abidine Ben Ali y al presidente egipcio Hosni Mubarak,
permitiendo que los manifestantes —inspirados en el modelo occidental de
democracia— forzaran los cambios de regímenes. El posterior retorno a la
autocracia a Egipto en 2013, a través del golpe de Estado de Abdel Fattah al
Sisi, ciertamente no recibió la ayuda de Estados Unidos ni de Europa, que
apoyaron a la democráticamente elegida Sociedad de los Hermanos Musulmanes.
Europa ha ofrecido aún más ayuda directa a los países árabes en los últimos
años. Si no fuera por la intervención militar de Europa, los libios todavía
estarían viviendo sometidos por el tirano Muamar el Gadafi.
En
términos más generales, a pesar de que Occidente —sobre todo EE UU— ha
cometido graves errores de política en el mundo árabe durante el transcurso de
los últimos 50 años, no se le puede atribuir toda la culpa por la debacle de la
región a las potencias externas. Y si la política exterior de Europa no es
responsable por la actual agitación en el mundo árabe, desde luego que no puede
ser la razón del surgimiento del yihadismo dentro de sus propias fronteras. El
verdadero problema reside en casa: un déficit desastroso de políticas eficaces
relacionadas con la justicia social, la educación, la vivienda y el empleo para
los jóvenes musulmanes europeos. La marginación genera frustración, que a su
vez es alimentada por una creciente islamofobia y el ascenso de estridentes
movimientos de derecha en todo el continente.
Este
vínculo es evidente en el hecho de que la mayoría de los yihadistas europeos
proceden de entornos desfavorecidos. Esencialmente, no son personas bien
versadas en las verdaderas enseñanzas del islam, y debido a que carecen de
oportunidades para mejorar sus vidas, se convierten en presas fáciles para los
extremistas. El yihadismo, con su certeza absoluta y su gran misión, ofrece
propósito, orgullo e identidad —sin llegar a mencionar aventura— y una salida
para la ira que sienten estas personas contra el lugar que llaman su “hogar”.
La
historia de los musulmanes de Estados Unidos sirve de medida para evaluar el
fracaso que se vive en Europa. Al igual que la mayoría de los estadounidenses,
los musulmanes en EE UU mantienen una cierta dosis de fe en el sueño
americano. Ellos pertenecen, en su mayoría, a la clase media, y no han
renunciado a la creencia de que, en Estados Unidos, se recompensa el trabajo
duro y la iniciativa. EE UU es un país de inmigrantes, con una economía
dinámica que ha habilitado, repetidas veces, a los recién llegados para que
alcancen grandes éxitos. En Europa, por el contrario, siempre ha sido muy
difícil mejorar la propia posición social; y, en un momento de estancamiento
económico y de desempleo extraordinariamente alto, esto no se hace más fácil en
lo absoluto.
Asimismo,
en lo social, Estados Unidos ofrece algo a los musulmanes que Europa no ofrece.
La fundamentalmente religiosa cultura estadounidense permite que los musulmanes
conserven su identidad en mucho mayor grado respecto a lo que ocurre en la
Europa laica. De hecho, pueden digerir con mayor facilidad los valores
fundamentales de EE UU —responsabilidad personal y patriotismo
constitucional— en comparación con la forma de liberalismo más agresivamente
laico de Europa.
Todo esto sugiere que Europa debe mirar hacia adentro para hacer frente
con eficacia al yihadismo gestado dentro de su propia casa. Esto no quiere
decir que debería moderar su esencia laica, y mucho menos sus valores
liberales. Por el contrario, Europa tiene que dar vida a su propio sueño
europeo, garantizando que todas las personas tengan acceso a las
oportunidades reales para mejorar sus vidas. De lo contrario, se enfrentará a
una generación perdida de millones de jóvenes europeos, ya sean estos
musulmanes o no.
Shlomo Ben-Ami, exministro israelí de Asuntos Exteriores, es vicepresidente del Centro
Internacional de Toledo para la Paz. Es autor del libro Cicatrices de guerra,
heridas de paz: la tragedia árabe-israelí.
Traducción de Rocío L. Barrientos.
Etiquetas:
DAESH,
Editoriales,
Europa,
Islamismo,
Musulmanismo,
Tribuna,
YIHAD
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario