8 de mayo de 2016
«Francisco Pizarro no era un genocida; eso lo fueron los ingleses»
En un artículo de la sección ABC Historia publicado en febrero, se planteaba cuál era la causa por la que, al menos en apariencia, Hernán Cortés despierta más simpatías que Francisco Pizarro, a pesar de las enormes similitudes en sus biografías. En verdad ambos han sido maltratados y deformados por la leyenda negra, así como calificados de genocidas en fechas recientes. Pero incluso entre los «malvados» de la leyenda hay categorías. Pizarro es un gran desconocido en España y un hombre al que Perú quiere recuperar. La historiadora Carmen Martín Rubio –autora de «Francisco Pizarro: el hombre desconocido» (Ediciones Nobel), que saca a la luz el lado humano del extremeño– ha querido precisar varios puntos sobre el artículo y sobre la biografía del conquistador del Perú.
–¿Es Francisco Pizarro un personaje injustamente tratado?
–En general, todos los conquistadores han sido muy maltratados. Los documentos sacados a la luz por el historiador Guillermo Lohmann Villena han demostrado recientemente que el auténtico Francisco Pizarro tiene poco que ver con el que presenta la leyenda negra. Pizarro tenía un objetivo muy claro, al que dedicó la mayor parte de su vida: conquistar los territorios de los que había oído hablar 20 años antes. No era una persona codiciosa ni cruel. Murió completamente arruinado.
–¿A qué se debe esta imagen distorsionada?
–Lohmann Villena dedicó su vida a la investigación y, después de muchos años, recopiló estos documentos que dan una imagen diferente. No todos los que han tratado su figura se han tomado tantas molestias. No obstante, en Perú las cosas están cambiando. He estado allí hace poco presentando mi libro, y pensaba que me encontraría mucha oposición a esta visión de Pizarro. Me equivocaba; los catedráticos quieren dejar de estudiar una historia parcializada que no se corresponde con la realidad. El extremeño ya está recuperado en muchos sectores como padre del país. Un Pizarro humano, valiente y muy positivo. Hay infinidad de historiadores que le muestran de forma benévola.
–Comenta usted que en Perú tienen ganas de «querer» a Pizarro, pero ¿y en España?
–En España, directamente Pizarro es un gran desconocido. Cuando se presentó mi libro en San Marcos, un catedrático afirmó que literalmente en España nadie conocía a Pizarro para explicar el origen del título «Francisco Pizarro: el hombre desconocido». Le tuve que rectificar: lo llamé así porque su calidad humana es desconocida en todo el mundo. A mi vuelta a España, no obstante, descubrí que del extremeño no se sabe nada. Si acaso la tendencia es a presentarle como el destructor del imperio inca y el hombre que superpuso una cultura sobre otra.
Es evidente que no conocen al auténtico Pizarro. Él reclamó con insistencia que se respetasen los territorios originales de los incas y promovió leyes para proteger a los indígenas. No quiso para nada destruir el imperio inca, como se puede comprobar en su correspondencia.
–¿Considera que existe mejor trato hacia Cortés que hacía Pizarro?
–No lo tengo claro. En México hay antihispanismo y en España tampoco le trató de forma correcta el Emperador Carlos. Las vidas y hechos de los conquistadores no se estudian en los colegios. Sus figuras resultan vagas a los españoles. Es cierto que de Cortés ha habido un poco más interés, porque contó con cronistas desde el primer momento, que se dedicaron a ensalzar su gesta. De Pizarro se escribieron también sus hechos, pero sin que nadie se tomara la molestia de resaltar su figura. Por eso tal vez Cortés ha sido más atractivo.
–Uno de los episodios más oscuros en la vida de Pizarro fue su implicación en el proceso contra Núñez de Balboa, que terminó ejecutado por orden de Pedro Arias Dávila
–En el libro aclaro lo que pasó. En 1513, Pizarro participó en el descubrimiento del Mar del Sur junto con Núñez de Balboa. Fue un personaje importante, un capitán, al que el cronista Bartolomé de las Casas incluso le señala como el que se anticipó a todos en el descubrimiento. Balboa y Pizarro se llevaron muy bien durante su aventura conjunta, pero cuando volvieron a Panamá se encontraron con las envidias del gobernador, Pedro Arias Dávila, que era un tipo conflictivo. Temiendo que la popularidad de Balboa le costara el cargo, el gobernador se anticipó y le prendió en 1518. A Pizarro, capitán del ejército de la Corona, no le quedó más remedio que detener a Núñez de Balboa. No obstante, en los autos que hace en su defensa Balboa nunca carga contra su viejo amigo, porque sabe que solo cumplía órdenes.
–Otro de los ataques recurrentes contra Pizarro y los conquistadores es que eran personas muy codiciosa.
–Pizarro murió arruinado, porque la Corona nunca auspicia nada. El dinero debía correr por cuenta de cada conquistador. Pizarro tuvo que organizar ejércitos y barcos por su cuenta y riesgo. En 1541, cuando muere, estaba arruinado, puesto que se había pasado la vida levantando ejércitos y fundando ciudades. Desde luego, no era un hombre codicioso. El Inca Garcilaso de la Vega cuenta que Pizarro, al que le gustaba jugar y apostar, se dejaba ganar en ocasiones, cuando quería ayudar a gente que tuviera problemas económicos y a los que su orgullo no les permitía pedirle dinero directamente.
–¿Se puede decir lo mismo del resto de conquistadores?
–Todo el que abandona su país lo hace para prosperar en otras partes, pero eso no significa que todos fueran crueles y codiciosos. En general trataron bien a la población, generaron mestizaje, porque, además, es que necesitaban su mano de obra para prosperar. Aunque se ha dicho lo contrario, lo cierto es que los indígenas cobraban por su trabajo, incluso en las minas. La mayoría de conquistadores se mezclaron y se casaron con princesas incas.
–¿Y Pizarro era partidario de ese mestizaje?
–Cuando tuvo a su primera hija ya tenía 56 años, habiendo sido un solterón toda su vida. Al descubrir el Perú, Pizarro se dio cuenta de la importancia de aquel reino y entendió que había que entroncar con la población. Él quiso dar ejemplo y se casó con la hermana de Atahualpa. Quería que los españoles echaran raíces y que emergiera una nueva raza. Todos los que le acompañan hicieron lo mismo.
–También tiene sombras importantes la biografía del conquistador.
–Sí, pero la leyenda negra ha contribuido a muchos errores. La muerte de Atahualpa no la considero una sombra, porque en aquel momento Pizarro estaba rodeado por 50.000 guerreros indígenas y ellos eran 175. Solo si moría Atahualpa podían acabar con el ímpetu guerrero de los incas, pese a lo cual Pizarro se opuso a ejecutarlo hasta que los capitanes le forzaron a ello. En este sentido, dicen los cronistas que derramó lágrimas. Esa no es la actitud de un hombre cruel.
Tampoco creo que la muerte de Diego de Almagro, en otro tiempo su socio, sea una sombra. En este asunto dejó maniobrar a su hermano Hernando, limitándose él a tratar de apaciguar el conflicto con los almagristas, que volvieron arruinados de Chile y con sed de venganza.
Lo que sí considero una sombra, en cambio, es cuando antes de avanzar hacia el imperio inca, a la altura de Ecuador, se rebelaron varios caciques locales, y Pizarro permitió que fueran ajusticiados todos. Asimismo, cuando se rebelaron todos sus hombres antes de la conquista y querían regresar a Panamá, él ordenó que a los cabecillas de la rebelión se les cortara las yemas de los dedos. Tiempo después descubrió que eran inocentes y había cometido una injusticia. Todos los grandes personajes tienen sus sombras.
–Actuaciones tan brutales como esas hacen intuir que le importaba mucho la disciplina entre sus tropas.
–Era un militar neto que se formó con el Gran Capitán en Italia y que empleó sus tácticas en su empresa americana. Aunque tampoco se puede considerar que estuviera obsesionado con la disciplina. En la batalla de Cajamarca demostró sus dotes militares. Estaba completamente rodeado y consiguió aprovechar las ventajas del terreno. Cuando Atahualpa entró en la plaza fue abatido por los españoles, mientras Pizarro terminó la jornada herido intentando que nadie matara al dirigente capturado.
–El retrato que usted presenta sobre Pizarro le da una entidad muy humana, ¿el resto de conquistadores compartían estas cualidades?
–La conquista se vendía como una forma de hallar grandes tesoros, y luego eso no correspondía con la realidad. Los conquistadores llegaron a sentirse defraudados, de ahí el mito del Dorado, que potenciaron las autoridades para quitarse de encima a esos hombres hambrientos de oro. La gente se volvía dura por la decepción, las condiciones del terreno y la frustración. Así salía lo peor que llevaba cada uno dentro.
–Algunos de los lugartenientes de Pizarro (Francisco de Orellana, Diego de Almagro...) parece que sí actuaron con dureza o por pura codicia, o al menos así lo ha reseñado la leyenda negra.
–Orellana, el hombre que se obsesionó con El Dorado, no fue tan duro, a pesar de su fiebre del oro. Por su parte, el problema de Almagro fue el rencor. Cuando se firmaron las capitulaciones de Toledo, se nombró gobernador a Pizarro, aunque ellos habían pactado que ambos tendrían este cargo. No en vano, el Consejo de Indias no quería otro caso de bicefalia en un gobierno y a Almagro le entregaaron un cargo menor. Esto generó unas envidias hacia Pizarro que nunca abandonaron la mente de Almagro. Pizarro lo sabía y trató de apaciguar las cosas, e incluso le apoyó en su expedición a Chile. Precisamente de allí volvió arruinado y más rencoroso si cabe. En cualquier caso, durante su guerra contra los Pizarro se dejó llevar por los hombres de su entorno, porque ya entonces mostraba síntomas de sífilis y su mente divagaba.
–Recientemente, algunos políticos desde la izquierda en España han calificado a los conquistadores de genocidas. ¿Existe base histórica alguna para decir tal cosa?
–Genocidas fueron los ingleses. Colonizaron EE.UU. con la idea de que el mejor indio es el indio muerto, y les quitaron sus tierras. Pizarro no quiso nunca quitar sus tierras a los incas. La Corona se apoderó únicamente de los templos, las casas de los soles y de los palacios de los incas. Luego respetaron escrupulosamente las tierras de la gente. En 1542, las Leyes Nuevas de las Indias fueron el primer hábeas corpus de la historia en defensa del débil. Para nada se les puede calificar de genocidas. La cuestión es que en ciertos sectores políticos es una palabra que vende y que se recurre a ella para echar por tierra todo el trabajo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario