17 de mayo de 2016
“Un igualitarismo a ultranza ahoga la posibilidad del desarrollo creativo”
“Un
igualitarismo a ultranza ahoga la posibilidad del desarrollo creativo”
Andrés Moya, doctor en filosofía y
genética, habla sobre las posibilidades que ofrece el conocimiento de la
biología humana para poder cambiarla
Otros
Andrés Moya durante
la entrevista en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas Claudio Álvarez
Andrés Moya (Valencia, 1956) es un evolucionista de talla mundial y no
duda de que la biología condiciona nuestra forma de ser. Sin embargo, no cree
que estemos a merced de nuestros genes. Este doctor en Biología y Filosofía y
catedrático de Genética en la Universidad de Valencia plantea justo lo
contrario, que el conocimiento sobre la naturaleza humana puede ser un camino
para tratar de mejorarla.
Además de reflexionar sobre el papel de la ciencia, sus principales
contribuciones científicas están relacionadas con la evolución de los virus y
la genómica de los microbios que habitan en nuestro interior, un campo de
investigación que está comenzando a transformar cómo se entiende la biología
humana. La semana pasada, Moya estuvo en Madrid para participar en el ciclo Distinguished seminars del
CNIO, patrocinados por la Fundación
Banco Sabadell.
A lo mejor no son los genes los que nos
controlan, sino nuestros microorganismos
Pregunta. ¿Hasta
qué punto nos controlan nuestros genes?
Respuesta. Hay
una tendencia, quizá exacerbada con el advenimiento de las ciencias genómicas,
a pensar que todo está en los genes y que la determinación de los genes es
absoluta. Hay pensadores como Richard Dawkins que abogan por esa
interpretación, que no es científica. Tú puedes ejercer esa racionalidad y
llevar las consecuencias de que nuestros genes nos controlan, pero eso te lleva
a una especie de nihilismo. Si ellos nos controlan y nosotros somos una especie
de receptáculo administrado por ellos, ¿qué somos nosotros? En mi
interpretación, dominamos a nuestros genes y ahora, con las nuevas ciencias, la
nueva biomedicina, la biología sintética, con el desarrollo del transhumanismo,
probablemente tendremos capacidad para subvertir el orden de los genes.
P. Podemos controlar lo que
nuestra biología determina, pero también es interesante saber en qué
direcciones nos empuja.
R. Nadie pone en duda que
tenemos una parte biológica. Somos producto de la evolución. Pero con respecto
a otras especies tenemos una cierta capacidad para intervenir sobre nuestras
características. Para tomar mejor una decisión debemos conocer cómo funcionamos
y cómo somos. Desentrañarnos científicamente hablando, pero nos queda mucho por
conocer. Yo trabajo por ejemplo en el microbioma humano y ahora nos damos cuenta de que tenemos cientos de especies
bacterianas que contribuyen a nuestra salud de una manera que no podíamos
imaginar. Y hay un diálogo entre los microbios y nuestro cerebro que ahora
empezamos a conocer.
P. Cuando observamos la
naturaleza y a otros animales, vemos que la igualdad no existe. Por puras
cuestiones biológicas miembros de una misma especie tienen capacidades muy
superiores a otros. Si nos referimos al ser humano, que es otro animal más, en
una sociedad igualitarista como la nuestra, señalar estas diferencias está mal
visto. ¿Cómo se puede integrar el conocimiento sobre nuestras diferencias
biológicas y al mismo tiempo no crear una sociedad que fomente la desigualdad?
R. Las diferencias no son
malas, porque sobre la base de la diferencia, desde el punto de vista
biológico, está el principio de la evolución. Y quizá también desde el
principio de la cultura. Sobre las bases de las diferencias pueden existir
personas que tengan ideas geniales, generen nuevos productos... Pero somos una
sociedad y tenemos que tener ciertas normas de convivencia. Se ha observado que
permitiendo el desarrollo y la incentivación de la diferencia en un contexto de
una convivencia social también te permiten desarrollar un principio de igualdad
de oportunidades. Es una cuestión de fino equilibrio, porque el problema con el
que te puedes encontrar cuando aplicas un igualitarismo a ultranza es ahogar la
posibilidad del desarrollo creativo. Esto ha ocurrido en muchas sociedades. Y
también hay que evitar el extremo contrario, que no haya ninguna norma de
convivencia establecida que permitan que podamos jugar todos.
En nuestro país, hay una cierta
aversión a la ciencia, miedo entre ciertas élites que no acaban de entender su
relevancia
P. ¿La actuación sobre
nuestra naturaleza será fundamentalmente a nivel cultural, o también sobre la
biología?
R. Yo hablo sobre todo de
las transformaciones en nuestra propia física. Ya tenemos avances en biología
sintética. La capacidad de producir cosas que no tenemos en la naturaleza está
a la orden del día o próxima. Necesitamos reflexionar racionalmente sobre qué
es lo que pasaría si nosotros con diferentes técnicas, algunas biológicas, pero
otras de inteligencia artificial, acabamos desarrollando un ente con una
inteligencia general que está por encima de la nuestra. Esto se está pensando
seriamente e incluso se piensa cuándo podríamos tener este tipo de
inteligencia, que es racional, volitiva, tiene conciencia de sí misma. ¿Eso qué
es y qué relación tendrá con nosotros? Esto es transevolución en el sentido de
que nosotros llevamos la evolución más allá y también es transhumanismo, porque
podría estar en nuestra mano la generación de entes de esta naturaleza. Hay que
hacer una reflexión sobre esos futuros, porque no son utópicos ni es
futurología. Está muy sustentado en las dinámicas de la ciencia actual.
P. Antes ha comentado que estamos
viendo que variaciones en los microbios que habitan en nuestro interior pueden
modificar el comportamiento
R. Parece increíble, pero lo
sabemos. Dependiendo de qué tipo de bacterias tengas, tienes alteraciones
estructurales en el cerebro, porque producen determinados metabolitos que te
llegan al cerebro y alteran o modifican la estructura cerebral. Y también hay
determinados test, cognitivos, emocionales, en los que se responde de manera
distinta dependiendo de la composición de este tipo de microorganismos.
P. Este tipo de
interacciones ¿pueden ayudar a explicar desde la ciencia las relaciones entre
cuerpo y mente?
Hay que reflexionar sobre qué
pasaría si desarrollamos un ente con una inteligencia general superior a la
nuestra
R. Siempre hemos pensado en
los microorganismos como patógenos, pero la mayor parte de los que tenemos son
organismos que conviven mutualistamente con nosotros, hay beneficio mutuo. Llevamos hablando de los organismos complejos
desde que aparecieron los seres multicelulares hace 600 millones de años. Ha
habido tiempo para establecer diálogos muy importantes y aquí yo casi sería
dawkiniano. A lo mejor no son los genes los que nos controlan, sino nuestros
microorganismos.
P. La ciencia va a
proporcionar una gran cantidad de herramientas para modificar nuestra
existencia. ¿Hace falta que los políticos tengan mejor formación científica
para que gestionen bien este poder?
R. Necesitamos mayor
presencia real de la ciencia en la toma de decisiones, en el mundo de la
política. No como asesores. La ciencia es el elemento clave para guiar a la
humanidad en el futuro. No digo que no existan otras cosas, pero la ciencia
hace posible vivir en la sociedad que vivimos. Hay una cierta aversión a la
ciencia, un cierto miedo en nuestro país entre ciertas élites que no acaban de
entender su relevancia. Se nos hace la boca agua con la ciencia como motor de
conocimiento, pero eso no se traduce en grandes inversiones o grandes reformas
estructurales o en la necesidad de considerar la ciencia una cuestión de
estado.
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