30 de mayo de 2016
ABC: OPINION. RAMON PEREZ MAURA: Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?
RAMÓN PÉREZ MAURA
La Fundación Princesa de Asturias premia a quien ha defendido el terrorismo genocida del 11-S. Y aquí paz y después gloria
España tiene una especial capacidad para hacerse daño a sí misma. Y cuando esto ocurre, casi todos miran hacia otro lado y hacen como que no se han dado cuenta. Véase el ejemplo de esta semana. El jurado del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2016 ha decidido galardonar a la catedrática de Estudios Clásicos del Newham College de Cambridge, Mary Beard. No es este un galardón que reconozca una obra concreta, sino toda una trayectoria. Es un premio a la labor de una vida. Y no me atrevo a discutir si las labores académicas de Beard merecen ese reconocimiento. Supongo que sí. Pero cuando se otorga un premio a la labor de una vida, hay que analizar la vida entera del galardonado. No sólo una parte.
La Fundación Princesa de Asturias ha decidido premiar este año a una intelectual que además de estudiar a los clásicos se ha manifestado abiertamente en favor de los terroristas y genocidas de nuestro tiempo. Desconozco si los miembros del jurado del Premio Princesa de Asturias se habían tomado la molestia de leer la entrada "Mary Beard (classicist)" de la Wikipedia. No creo que sea mucho pedir. Ahí se explica en el tercer párrafo del apartado dedicado a su carrera académica que "poco después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 al World Trade Center, Beard fue una de varios autores que publicó un artículo sobre ese asunto en el "London Review of Books". Ella opinó que mucha gente, cuando "hubiese pasado la conmoción", pensaría "que los Estados Unidos se lo habían buscado" y que "los matones del mundo, aunque tengan su corazón a salvo, acabarán pagando el precio"". Es decir, que culpaba a Estados Unidos por los ataques de Osama bin Laden. La responsabilidad era de la víctima, no del asesino. Y no ha hecho ni una matización a eso.
Es evidente que el jurado de los Premios Princesa de Asturias no habrá premiado a la señora Beard por esto, pero también lo es que al jurado no le ha parecido demérito suficiente como para negarle el premio. Me pregunto yo si ese jurado habría votado con igual entusiasmo a un profesor austriaco pleno de méritos académicos que el pasado domingo hubiera hecho ostentación de su voto a favor del nacionalista Norbert Hofer –que, hasta la fecha, nunca ha justificado el asesinato de nadie. Habría ardido Troya y se habría pedido la supresión de los premios, la disolución de la fundación y probablemente también se habría cuestionado el sentido de la institución monárquica. Pero cuando se premia a quien ha defendido el terrorismo genocida del 11-S, aquí paz y después gloria. El pasado miércoles sólo en ABC encontré una referencia a lo que la galardonada había proclamado sobre tan relevante asunto.
Igual que Cicerón dio a conocer ante el Senado romano el 8 de noviembre del 63 a. C. la conjura que preparaba Catilina para hacerse con el poder absoluto, y lo hizo abriendo su discurso con las palabras –estoy seguro de que idolatradas por la señora Beard– Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? –que se traduce como "¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?", algunos nos preguntamos hasta cuándo y hasta dónde dejaremos que degenere nuestra democracia, en la que otorgamos los más altos y prestigiosos premios a quienes justifican la destrucción de nuestra civilización.
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