5 de mayo de 2016
El Rey coloca un reloj de arena en su despacho
Casa
Real
El Rey coloca un reloj de arena en su despacho
El
despacho de Don Felipe está lleno de objetos metafóricos: una lupa para ver con
precisión, una brújula que marca el rumbo, una Constitución cada día más
desgastada y un reloj multi husos horarios que permite conocer la hora en
cualquier rincón del planeta
ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS- AlmudenaMF - 04/05/2016 a las 21:40:48h. - Act. a las 12:51:08h.Guardado en: Casa Real - Temas: Felipe VI
La
Monarquía siempre se ha comunicado a través de
los símbolos, y el Rey lo sigue haciendo cuando manda izar su
guión carmesí al llegar al Palacio Real o cuando concede el Collar del Toisón
de Oro a su hija Leonor, la Princesa de Asturias. Por eso, sería ingenuo
atribuir al azar la aparición de un objeto tan
metafórico como es un reloj de arena en este momento político y en un lugar destacado
del despacho de Don Felipe. «El tiempo
pasa»,
parece advertir el Rey.
Desde
el Palacio de La Zarzuela nadie ha podido/sabido precisar en qué momento puso
el Monarca este reloj en la balda de la librería, si fue antes, durante o después de cuál de las
tres rondas de
consultas con los políticos. Se sabe que es un objeto personal de Don Felipe,
probablemente un regalo y que no aparecía en las fotos anteriores de su
despacho, tomadas hace menos de un año. Y que un buen día el mismo Rey lo colocó donde ahora está,
como si quisiera tener un testigo del paso del tiempo, de la brevedad de los
plazos que él, por mandato constitucional, debía marcar.
«No hay tiempo que perder»,
parece advertir el Rey a través de su reloj de arena. Los grandes Reyes de la
antigüedad siempre tenían un gran reloj de arena -dicen que el de Carlomagno
era tan grande que duraba doce horas- y las grandes epopeyas de la navegación
se apoyaron en estos instrumentos porque el movimiento del mar no afecta al
paso de la arena.
Los
otros objetos metafóricos
Pero
este no es el único objeto metafórico que se encuentra en el despacho del Rey.
Sobre su mesa también hay una brújula náutica antigua, indispensable para
orientarse y marcar el rumbo, y
una lupa para ver con precisión,
porque las cosas no son siempre como parecen.
Junto
a estos instrumentos, aguarda, como un diario de a bordo, el viejo ejemplar de
la Constitución del Rey, su libro de cabecera, tan usado en los últimos tiempos
que los bordes han perdido su
color original. Y, como un faro de inspiración o una lectura
oxigenante, una carpeta con los documentos del IV centenario de Miguel de
Cervantes, ese español que todos quieren hacer suyo.
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