14 de junio de 2016
EL PAIS - MOISÉS NAÍM. EL OBSERVADOR GLOBAL Las convulsiones de América Latina: tres mitos La región no ha girado a la derecha ni ha dicho adiós al populismo. Y la lucha anticorrupción tiene mucho de voluntarismo
Las convulsiones de América
Latina: tres mitos
La región no ha girado a la derecha ni ha dicho adiós al populismo. Y la
lucha anticorrupción tiene mucho de voluntarismo
Personas protestan
por comida en el popular sector de Catia, en Caracas EFE
El mundo no está interpretando correctamente los cambios que están
ocurriendo en América Latina. En particular, se han popularizado tres ideas
que, si bien tienen algún asidero en la realidad, no reflejan adecuadamente lo
que está sucediendo en esa región.
1) América Latina repudió a la izquierda y giró a la derecha. No es así.
Los votantes latinoamericanos no han experimentado una profunda mutación
ideológica, sino una profunda desilusión económica. Los Gobiernos de izquierda
que rigieron los destinos de América Latina desde comienzos del siglo XXI
contaron con el dinero generado por los altos precios internacionales de las
materias primas que exportan para estimular masivamente el consumo. Esto,
obviamente, los hizo muy populares. Al caer el precio de las exportaciones y,
por tanto, la capacidad del Estado para seguir financiando el consumo, colapsó
el apoyo popular a esos mandatarios. La familia Kirchner dejó el poder en
Argentina y su candidato perdió las elecciones. En Brasil, Dilma Rousseff está
fuera y Lula da Silva, desprestigiado. En Venezuela, el sucesor de Hugo Chávez,
Nicolás Maduro, preside una inédita catástrofe económica y política. En Perú,
Pedro Pablo Kuczynski, un empresario, será el próximo presidente. En Bolivia,
Evo Morales fue derrotado en su intento de cambiar la Constitución para poder
optar a un nuevo periodo presidencial.
Pero estas élites políticas de “izquierda”, ahora desplazadas, no
estarán fuera de juego para siempre. Las correcciones a la política económica
que se verán obligados a hacer los nuevos Gobiernos latinoamericanos serán
impopulares y crearán oportunidades para los políticos que sepan capitalizar la
nostalgia por los buenos tiempos de Chávez, Kirchner y Lula.
2) Se acabó el populismo. No. La propensión de los políticos a decir lo
que los votantes quieren oír nunca se acaba. Esta es una práctica de la
izquierda y de la derecha, de laicos y religiosos, de verdes e industrialistas.
Ningún político se puede dar el lujo de desdeñarla y por eso el populismo
existe en todas partes, de Estados Unidos a Sudáfrica. El populismo se vuelve
un problema cuando los políticos pierden todo reparo en proponer lo que saben
que no podrán cumplir, en promover seductoras políticas que en la práctica son
tóxicas o en lanzar iniciativas que dividen a la sociedad. Y por supuesto, un
problema aún mayor que la deshonestidad de unos cuantos políticos populistas es
la ingenuidad de los millones de seguidores que se creen sus atractivas
mentiras.
La abundancia económica que vivió América Latina a comienzos de este
siglo permitió que el populismo “de siempre” se transformara en “super
populismo”, alcanzando así los niveles sin precedentes que vimos en la
Venezuela de Chávez y en la Argentina de los Kirchner. Ese populismo desbocado
es lo que se acabó. No porque la gente ya no crea en las malas pero atractivas
ideas promovidas por los populistas, sino porque ya no hay dinero para
financiarlas. Así, volverá el populismo “normal”.
3) América Latina por fin está luchando contra la corrupción. En parte
sí. Pero… No hay duda que la defenestración política de la presidenta de Brasil
tiene mucho que ver con el gigantesco escándalo de corrupción que ha ocurrido
durante su mandato y el de su predecesor, Lula da Silva. El presidente de
Guatemala también fue destituido y está en la cárcel acusado de corrupción. En
México, el Gobierno de Enrique Peña Nieto está muy debilitado por los
escándalos que implican a varios de sus principales líderes. Michelle Bachelet
en Chile también se ha visto afectada por un escándalo que ha alcanzado a su
hijo y a su nuera. En Argentina, la ex presidenta Cristina Fernández y personas
de su entorno más cercano enfrentan graves acusaciones.
Las marchas multitudinarias de protesta contra la corrupción se han
hecho comunes en muchos países de Latinoamérica. El repudio popular a la
corrupción también ha servido de apoyo a nuevos protagonistas que están
marcando una diferencia en esta lucha: jueces, fiscales y magistrados valientes
que se están enfrentando con éxito a los corruptos, incluso a los que por su
poder político o económico parecían intocables.
Esta nueva intolerancia a la corrupción es tan bienvenida como los
éxitos de los jueces “caza-corruptos”. Pero hay que tener cuidado. La lucha
contra la corrupción no debe depender de la buena voluntad o la valentía de
individuos, sino de la existencia de instituciones y reglas que desincentiven
la corrupción, eliminen la impunidad y aumenten la transparencia en los actos
de gobierno. Poner los presupuestos públicos en Internet y permitir que todos sepan
cómo se gastan los dineros públicos, reducir el número de decisiones
discrecionales que pueden tomar los funcionarios públicos o desarrollar un
marco legal eficiente y confiable son ejemplos de maneras más serias de luchar
contra la corrupción que apostar a la aparición de un presidente honesto o un
juez valiente.
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