16 de junio de 2016
Un grupo feminista y anticapitalista de estudiantes profanó la capilla de la Autónoma
Asaltaron el templo de madrugada y pintarrajearon las paredes e imágenes sagradas con proclamas abortistas. El Arzobispado condena el ataque
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La Policía Nacional anda detrás de la pista del grupo radical que, en la madrugada de ayer, asaltó y profanó la capilla de la Universidad Autónoma, en el campus de Cantoblanco. Los asaltantes, la mayoría mujeres, realizaron pintadas tanto en el exterior como en el interior del oratorio, reclamando el aborto libre. La Brigada Provincial de Información investiga los hechos y el Arzobispado de Madrid condenó enérgicamente los hechos.
Fuentes de la investigación indicaron a ABC que el suceso se produjo de madrugada. El templo permaneció cerrado desde la tarde del martes y fue a las ocho de la mañana cuando el capellán, al disponerse a abrir para la misa de 8.30, se dio cuenta de lo que había ocurrido. Ya en la fachada de la capilla, situada en el número 7 de la calle de Freud, a apenas 50 metros de la estación de Cercanías de Cantoblanco-Universidad, habían pintarrajeado con espray rojo acrílico «Educación laica».
El bombín de la puerta había sido fracturado. Y dentro estaba lo peor: las paredes, los bancos, el sagrario y hasta las imágenes religiosas (como la de una Virgen) habían sido mancillados con más leyendas sobre la educación y reivindicando el «aborto libre». Asimismo, en una pared dibujaron el símbolo femenino, con una referencia también a la transexualidad. Por el suelo arrojaron pintura, más espesa, simulando ser sangre.
Por si fuera poco, dejaron esparcidos unos panfletos en los que reivindicaban «una Universidad libre, a la que todo el mundo tenga acceso y en la que no se margine ni se castigue a nadie por salirse de la normalidad». «Queremos una Universidad que forme personas críticas. Por todo esto os decimos que os rebeléis y os sintáis vivos. Por todo esto os decimos que fuera las empresas de la Universidad. Por todo esto, decimos que fuera las iglesias de la Universidad».
Las primeras diligencias policiales las tramitó la comisaría de Fuencarral-El Pardo, aunque el caso ha caído en la Brigada de Información. Fuentes de la investigación indicaron que se trata de un grupo feminista de la Universidad,anticapitalista y de extrema izquierda. Es de reciente creación, incipiente, aunque ya había dado algún problema menor en lo que va de curso. Buscan la notoriedad que en su día alcanzó la asociación Contrapoder, liderada hace años por Rita Maestre, Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, y que saltó a la opinión pública a raíz del asalto a la capilla de Somosaguas. Pero la Autónoma, a diferencia de la Complutense, no tiene tanta problemática radical, la tiene más controlada. Los agentes tomaron ayer muestras del oratorio, en busca de huellas dactilares.
El pasquín que esparcieron es bastante claro en cuanto al «ideario» decimonónico de estas personas: «Nos enseñan a obedecer órdenes, a competir con nuestros compañeros por tener un mejor expediente o a creernos superiores a los demás por estar en la Universidad o tener mejores notas [...]. Del mismo modo que el sistema capitalista, la Iglesia lleva años adoctrinando, enseñando a cumplir órdenes y estableciendo una moral que beneficia únicamente a unos pocos [...]. No aceptamos que la Universidad ceda un espacio a una institución como la Iglesia. Y menos cuando podía servir para recuperar servicios que les han sido arrebatados a los estudiantes».
La respuesta del Arzobispado de Madrid fue casi inmediata. Condenó la profanación y lo consideró como un «ataque a nuestra convivencia» que «no podemos permitir». «Ni que la universidad, que es lugar de excelencia de búsqueda de la verdad, deje de defender la libertad», añadió. El capellán evitó hacer cualquier declaración.
La naturaleza del ataque guarda cierto paralelismo con el de la capilla de Somosaguas, por el que la actual portavoz del Ayuntamiento de la capital, Rita Maestre, ha sido condenada por un delito contra los sentimientos religiosos. Este tipo de violencia despierta algo de inquietud entre los católicos. Los feligreses y estudiantes del campus de Cantoblanco se mueven entre la sorpresa y la indignación. Si bien es cierto que la mayoría destaca un clima de respeto, no se explican cómo pudo ocurrir. «La estación está al lado y hay vigilancia, estas cosas no tienen justificación», declaró Marina Ochoa, estudiante en el centro.
Otros testimonios fueron mucho más contundentes y censuradores: «Ha sido un atentado terrorista contra la libertad; hay que reflexionar cómo hemos llegado hasta aquí», aseveró Gabriel, feligrés de esta capilla.
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