9 de febrero de 2016

Un traductor universal de la política

Un traductor universal de la política

El ruido que genera el mensaje político actual es inmenso. No se entiende nada

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"Los políticos hablan, nosotros les contamos qué están diciendo”. Esa frase, que constituye un eslogan de los informativos de la cadena SER, no es en realidad tan paradójica. Es tal el alud de palabras que dicen cada día, en cualquier circunstancia, en cualquier soporte, los políticos de todos los bandos y de todas las banderías que convendría tener ya un traductor universal de lo que están diciendo y, sobre todo, a quién se lo están diciendo. El ruido es inmenso y no se entiende nada.

Usan el Twitter casi todos, y ahí son insinuantes, dicen sin decir; se van con el prontuario que diseñan sus partidos y actúan ante las cámaras o ante los micrófonos de los periodistas, armados hasta los dientes de artilugios que trasladan con urgencia lo que escuchan. Si los analistas no tienen tiempo de desmenuzar, imagínense lo que le pasa a la ciudadanía. Por eso es tan necesaria la invención, inmediata, de un traductor universal de lo que están diciendo los políticos.

En general, lo que se escucha son mensajes cruzados: Podemos le dice al PSOE lo que éste tendría que decirle a Ciudadanos; éste le dice al PSOE lo que éste tendría que decirle a Podemos; y todos le dicen al PP lo que tendría que decirse Rajoy a sí mismo. Al otro extremo de esta línea diabólica hay una sociedad perpleja que descree absolutamente ya de aquel cataplasma del entendimiento universal que encerraba la famosa frase: “Hablando se entiende la gente”.

Hablando se desentiende la gente. Pablo Iglesias le tiene dicho de todo menos bonito (lo llamó hipócrita, nada menos) a quien podría ser (según sus deseos expresados así) su presidente del Gobierno. Pedro Sánchez sigue su marcha como si no lo oyera, pero hay una guerra declarada (declarada por Guerra, entre otros) para que el de Podemos descienda del Olimpo de las palabras tuiteadas, o tuneadas.

Como en el medio parece estar la virtud, el líder de Ciudadanos se sitúa en ese círculo virtuoso, que no es de Podemos, y en el lado del PP el silencio que viene de Valencia ha acallado incluso las referencias que Pablo Casado le regala cada vez que puede a Rodríguez Zapatero. Unos hablan y otros callan, aunque no calla nunca Rafael Hernando, que dijo en un momento determinado (en la radio, yo lo escuché) que estaba hablando con todo el mundo; cuando le preguntaron con quién concretamente fue tan vago que parecía que no hablaba sino con Antonio Hernando, que no es su primo.

El batiburrillo esconde, parece, un montón de discusiones que no se conocen, desencuentros que no se atreven a comentar, y lo único que sobresale es una cháchara intraducible. De Gaulle les decía a sus negociadores (en el complejo asunto de Argelia) que de día se pusieran verde y que por la noche trataran de arreglarse. Quizá eso está ocurriendo ahora, pero como no se entiende nada es probable que no ocurra tampoco eso, ni todo lo contrario. Por eso no solo hace falta un traductor universal de lo que dicen; hace falta, sobre todo, el sosiego que le ponga orden a esta locura.

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