¡QUIA!
El tonto del pueblo
POCO ANTES de morir, Umberto Eco dejó dicho que las redes sociales han promovido al tonto del pueblo como portador de la verdad. Es indiscutible. Como otros intelectuales, Eco especulaba sobre el impacto que la proclamación del tonto iba a tener sobre la cultura. De acuerdo. Pero el gran impacto del tonto contemporáneo, y el más peligroso, afecta a la política. Es difícil descartar la relación que existe entre las redes sociales y el auge del populismo en sociedades desarrolladas y más o menos cultas. De pronto la política se ha llenado de tipos que tienen soluciones incluso para problemas que no existen y que se erigen en porteadores de la verdad. Como en las redes sociales, todo lo que dicen es válido hasta que llega el momento de pasarlo a limpio y aplicarlo. Hace unos meses el populismo podemita defendía los escraches como un modo de la verdad y de la legitimidad política. Hasta que han empezado a sufrirlo y se han sumido, más que en el cinismo, en la confusión. Es natural. Cuando la ignara alcaldesa Colau dijo que obedecería solo las leyes que le parecieran bien no contaba con que los empleados de metro pudieran hacer lo mismo con las leyes que ahora ella dicta. La ley democrática sirve para resolver estas cruciales diferencias de opinión. De ahí que su interés no sólo sea moral, sino técnico.
En Estados Unidos un tonto del pueblo amenaza con ganar las primarias republicanas y, aunque parece más difícil, en el lado demócrata podría pasar los mismo. El escenario de unas presidenciales que enfrentaran a Trump y Sanders no es una distopía, sino una posibilidad asombrosamente real que insta a plantearse, por si ya no hubiera pocos motivos, la necesidad de desplazar el eje binario derecha/izquierda hacia el de útiles/inútiles. Esa posibilidad resulta ser una cruel paradoja después de que América haya tenido uno de los presidentes más cultos y refinados de su historia, al que David Brooks (uno de sus críticos más cultos y refinados) ya empezaba a echar comprensiblemente de menos en su columna del 'Times' de la semana pasada.
En España la situación es mucho peor, porque los tontos provienen de dos fuentes: el populismo de izquierdas y el nacionalismo. Estas dos fuerzas suman, como mínimo, 97 escaños y se dan lógicamente la razón como les sucede a los tontos: tú me das choque social y yo te doy choque territorial. Aunque, naturalmente, el mayor peligro proviene de que el socialismo acepte aliarse con ellos, quién sabe si desnaturalizándose o exhibiendo al fin descarnadamente su verdadera identidad.
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