16 de febrero de 2016

EDITORIAL Dudas sobre la banca europea La amenaza de recesión resucita la inquietud sobre la solvencia financiera

Dudas sobre la banca europea

La amenaza de recesión resucita la inquietud sobre la solvencia financiera


La extrema volatilidad de las bolsas ha dado un giro preocupante en los últimos días cuando los mercados han señalado con dedo acusador a la banca europea como fuente de inestabilidad financiera. Ya no se trata sólo de la crisis china, ni del hundimiento del petróleo ni siquiera de la escalada de tipos de interés de la Reserva Federal (a la vista de la inestabilidad mundial, es probable que Margaret Yellen se lo piense dos veces antes de seguir con su plan de normalización monetaria), sino de que todos estos factores se proyectan sobre lo que se considera uno de los eslabones más débiles de la cadena: la banca europea. Las bolsas han hecho caer estrepitosamente los valores bancarios, en especial los bancos italianos, el Deutsche Bank y la Société Générale francesa.
La situación del Deutsche Bank es extremadamente penosa, no sólo por la cuantía de sus pérdidas (6.700 millones el año pasado) sino porque los inversores detectan que buena parte de su negocio es irrecuperable a corto plazo y que en demasiadas ocasiones ha recurrido al maquillaje contable. Las dudas se extienden como una mancha de aceite a otras entidades europeas, Al final, los costosos exámenes a la banca (stress test) pensados para dejar atrás la crisis bancaria no han servido para su propósito. Es secundario que buena parte de la banca europea (como la española) esté consolidada; la incertidumbre general no distingue casos particulares.

En un espacio monetario común, las dudas sobre la solvencia de entidades bancarias importantes compromete a todo el sistema monetario del área. Pero, además, resulta que existe un pánico larvado entre los inversores a una nueva recesión; y los bancos constituyen la primera línea de choque frente a una hipotética desaceleración. Los efectos de un repunte persistente de la morosidad, causado por la contracción del PIB europeo, serían devastadores para una banca que acaba de consolidar su capitalización y que, además, tiene márgenes en caída persistente incluso antes de 2008.

Es tarde para nuevos test; los mercados los aceptan con reticencia y no inmunizan contra la incertidumbre. La línea de conducta aceptable es que los bancos centrales entren a fondo en el examen de la solvencia de todas las entidades que están en el núcleo de este maelstrom bancario. La estrecha conexión de la banca con la economía real obliga además a actuar sobre el crecimiento y el empleo. Si no hay expectativas de aumento de la demanda en Europa, las terapias financieras serán soluciones de muy corto recorrido.

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