Responsabilidad
Rajoy debe tomar una decisión, la que sea, para superar el bloqueo
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Horas después, el presidente en funciones, que había afirmado que iba a presentar su candidatura, no aceptaba la propuesta del Jefe del Estado, aduciendo que todavía no tenía el consenso suficiente. Y, lejos de pasar el testigo al segundo candidato más votado, Pedro Sánchez, defendía guardar su turno para más adelante. Como el perro del hortelano, Rajoy ni comía ni dejaba comer, en una muestra de irresponsabilidad tacticista indigna de alguien que ha ejercido como presidente del Gobierno.
Tras el cruce de vetos de ayer (Albert Rivera podría apoyar a Sánchez, pero no con Podemos en el Gobierno; Pablo Iglesias votaría contra un acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos) hoy se presentan ante Felipe VI los dos únicos que podrían liderar un Gobierno de uno u otro signo. A ambos hay que pedirles madurez. Por muy difícil que sea, los políticos deben aceptar el mandato ciudadano, que ha dejado claro que quiere diálogo y consensos.
Si Rajoy —principal responsable del bloqueo en el que nos encontramos— sigue pensando que no está en condiciones de obtener una mayoría suficiente, debería echarse a un lado y permitir que Sánchez lo intente. Sería inaceptable que quisiera mantener el turno, cuando se vuelve a presentar en La Zarzuela sin los deberes hechos, porque no ha dado ni un solo paso para negociar con otras fuerzas políticas en los 44 días transcurridos desde el 20-D.
Sería razonable que uno u otro pidan tiempo para negociar los apoyos, pero siempre después de aceptar el encargo del Jefe del Estado. Hay que agotar todas las posibilidades antes de devolver a los españoles la responsabilidad de otras elecciones, que no aseguran un escenario muy diferente del actual —los votantes castigarán a los que impidan un acuerdo de gobernabilidad— y que, además, retrasarían hasta el otoño la formación de un nuevo Gobierno.
Tampoco es aceptable la fórmula insinuada de convocar elecciones sin haber intentado una investidura. Forzar las leyes y los reglamentos, o presionar al Rey o al Parlamento para que asuman atajos dudosos, es un mal precedente para iniciar esa nueva etapa. Es la hora del diálogo y de la política. Y, sobre todo, de la responsabilidad.
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