El PSOE, entre dos males
La política, la economía y las reformas sufrirán si hay que volver a las urnas
Por lo demás, si el ego desmadrado y las ambiciones pueriles de los líderes lleva finalmente a la convocatoria de nuevas elecciones, el calendario previsible indica que no serían en ningún caso antes de mediados de junio, con lo que en el mejor de los mundos hasta finales de julio, o agosto, no habría aún nuevo Gobierno. Hasta entonces, y desde octubre del año pasado, España habría estado gobernada —es un decir— por un ejecutivo en funciones, sin capacidad de iniciativa legislativa, con un presupuesto que recusa la UE y aprobado a propuesta de un Gobierno agonizante y por un Parlamento no destinado a vigilar su ejecución. A partir de ahí —y entre otras cosas— el nuevo ejecutivo tendrá que revisar el presupuesto recusado por la Comisión Europea y elaborar uno nuevo para 2017 antes del 1 de octubre. No son buenas noticias para que los agentes económicos tomen las decisiones que les competen.
Un Gobierno en funciones puede ser efectivo en el mantenimiento del orden público y en la aplicación de las leyes, por lo que el desafío soberanista catalán será con toda seguridad confrontado durante este interregno. Confrontado desde luego, pero de ninguna manera solucionado, ni de forma incipiente. Mariano Rajoy fue un interlocutor imposible con Cataluña como presidente del Gobierno apoyado por una mayoría absoluta; lo será aún más siendo un primer ministro en precario.
Estos ejemplos sirven para poner de relieve la incomunicación culpable de los que deberían estar negociando políticas y no carteras para tratar de formar un Gobierno de coalición capaz de gestionar los problemas. Las soluciones demandan una reforma de la Constitución, e incluso algunos de los actuales diputados prometieron lealtad a la misma con la intención de reformarla. No lo podrán hacer si no se busca un camino que permita la cooperación leal y no tramposa del PP, con mayoría en el Senado y minoría de bloqueo en el Congreso.
Dada la pertinacia hierática de sus dirigentes a la hora de entablar negociaciones que resuelvan estos problemas, si el PSOE se enfrenta a la eventualidad de intentar un Gobierno de progreso tendrá que elegir entre dos males: construir un gabinete hostil al PP, que podrá boicotear cualquier intento socialista de reformar la Carta Magna, frustrando así las promesas electorales hechas a los votantes socialistas; o arriesgarse a unas nuevas elecciones de incierto resultado para su partido. Al mismo tiempo permitirán que el mismo PP gobierne casi un año más de lo que le correspondía, sin que el Parlamento pueda ejercer el control. Esperemos que las bases sean capaces de discernir entre estos dos males, toda vez que sus dirigentes parecen renunciar a la responsabilidad de hacerlo por sí mismos.
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