8 de octubre de 2013
Refundar el PSOE
TRIBUNA
Hace 134 años que se fundó el PSOE. Su recorrido es largo. Los mejores momentos de ese partido han sido la consecuencia de la imaginación, el riesgo y el sentimiento de posibilidad de sus dirigentes y afiliados. Siempre que ocurrió eso, el partido se dividió entre los inmovilistas, partidarios de mantener las cosas como estaban, y los que decidieron romper con la inercia para abrir caminos nuevos que permitieran al PSOE ser útil a la sociedad española desde la visión del progresismo y la reforma.
Estamos en los momentos en que el PSOE aparenta ser una estructura anquilosada, que existe por el mero hecho de existir y en el que la osadía y el riesgo no aparece ni entre sus dirigentes ni entre el conjunto de la militancia que, cada día más, desconfía de un partido que no satisface las aspiraciones de quienes desearían ver otra forma de estar en la sociedad actual. Es como si se estuviera a la espera de la liquidación por derribo.
Nadie duda de la capacidad, fortaleza, lealtad y sabiduría de la persona que ocupa la Secretaría General del PSOE en estos momentos, pero todos saben que su dirección está cruzando la línea que separa la eficacia para entrar en la inercia.
No parece que en el horizonte se vislumbren señales que indiquen que el socialismo español ha decidido emprender nuevos rumbos; ni siquiera los ardientes defensores de la nueva forma de elegir a sus dirigentes son capaces de entusiasmar a quienes dudamos razonablemente de ese proceso que, hasta la fecha, siempre se ha convertido en un acto fallido, al estilo de las últimas primarias de los socialistas andaluces.
La conferencia política prevista para el mes de noviembre tiene toda la pinta de volver a decepcionar a los que desearían una ducha de agua fría que haga despertar el afán renovador que el PSOE lleva en su interior. Las primarias con participación de simpatizantes y la apuesta por el federalismo serán los dos titulares que marcarán esa conferencia. Es decir, nada, porque la prensa se tirará a lo fácil para desatar la guerra interna entre partidarios o detractores de los que mediáticamente se ha decidido que sean los candidatos en liza. Y digo mediáticamente porque hasta el momento no se saben muy bien las razones por las que los nombres que han sonado y sonarán reúnen los requisitos o los avales que permitan confiar en su liderazgo para un nuevo PSOE.
No tengo nada en contra de la celebración de cuantas conferencias sean necesarias, pero el menos avisado de los politólogos sabe que la de noviembre será un quiero y no puedo, porque faltará la salsa que proporciona la celebración de un Congreso extraordinario donde, además de resoluciones políticas, se conoce quiénes serán las personas encargadas de tratar de llevarlas a buen puerto. La Conferencia ofrece estabilidad. Mientras que el Congreso extraordinario sería un paso a lo desconocido si el aparato del partido decidiera abrir las puertas a todas las posibilidades. Y esa puerta abierta arrastraría al PSOE al riesgo, a lo no previsible. En una sociedad como la que tenemos, donde lo que debería contar debería ser la formación, la inteligencia, la osadía, el riesgo, la diversidad y la imaginación, el PSOE tendría la obligación de dirigirse a ese nuevo sitio. Y hacia ahí habría que caminar con quienes se atrevan a emprender ese recorrido.
¿Y quiénes reúnen esas características para acometer con éxito esa aventura? La respuesta son los jóvenes, sean militantes o no, tengan 25 o 60 años. Y con ellos es necesario establecer un pacto, un pacto progresista con la juventud, para poner esa fuerza a favor del proceso de transformación que necesita el PSOE y España, por cierto.
La juventud siempre ha asumido con facilidad el riesgo, sin temor al fracaso, precisamente porque son jóvenes, porque tienen todo el tiempo y están en la edad de aprender y probar de nuevo, una y otra vez. Están habituados a los cambios de la nueva sociedad y de la cultura digital: Internet, los teléfonos móviles, los ordenadores, etcétera, son solo pasos en un proceso que asimilan con facilidad, a diferencia de las generaciones anteriores. Para ellos, el cambio constante y vertiginoso no es una tragedia que les paralice, sino un paso más en su proceso de formación y aprendizaje. Y, además, por si fuera poco, tienen la capacidad, la formación y la imaginación para provocar ellos mismos los cambios. Jóvenes indignados, con un partido bien estructurado y adaptado a la nueva sociedad, son capaces de cambiar un Gobierno y de provocar los cambios que necesita España en estos momentos.
¿En qué consistiría ese pacto con la juventud por el nuevo PSOE?: Vosotros, los jóvenes, dais vuestra fuerza, vuestra imaginación, vuestra formación, vuestra osadía, vuestra capacidad, y el partido, a través de sus órganos de poder, elimina las trabas que impiden que vuestra fuerza, vuestra formación, vuestra imaginación, vuestra osadía, puedan desarrollarse, tener el mando y ser útiles, desde la dirección socialista, para vosotros, para el socialismo y para nuestro país.
Ya sabemos que lo desconocido produce estremecimiento y, a veces, rechazo; ya se sabe que este planteamiento encontrará la oposición de quienes objetarán que se dejen las cosas como están. Si la generación política de Ramón Rubial, Felipe González, Alfonso Guerra… hubiera hecho caso de esas recomendaciones, el PSOE no hubiera tenido la oportunidad de realizar el gran proyecto de transformación de España que supuso el paso de los socialistas por los Gobiernos democráticos de la Constitución de 1978.
La inercia y el desconocimiento conforman un enorme factor de resistencia al cambio. Los cambios no solo no son inevitables, sino que se producen cada vez con más rapidez. Y hay cambios de fondo, cargas de profundidad que reinventan los conceptos de identidad, comunidad, organización, frontera, propiedad o participación. Los territorios ya son redes y los ciudadanos nodos que se socializan en la Red, y con sus conversaciones digitales han convertido los mercados en algo transparente y global. Hay un nuevo modelo social en ciernes, ya visible en la red, que nos está impactando de manera real, pero que todavía no se está en condiciones de apreciar, valorar y utilizar. En la edad digital, asombra que todavía sigamos con nacionalismos separatistas y separadores.
La vida es demasiado corta como para desaprovecharla haciendo cosas que no nos emocionen. En cada uno de los proyectos que se aborden hay que tratar de poner el corazón. Si no se está feliz con lo que está pasando, no queda más remedio que asumir la responsabilidad de evitar que la inercia siga recomiendo lo que muchos seguimos considerando un instrumento útil para hacer de España un gran país.
Desde estas páginas hago un llamamiento a ese gran socialista que es Alfredo Pérez Rubalcaba para que desate la tormenta que permita una nueva refundación del PSOE; solo él tiene la autoridad y la capacidad para poder devolvernos el partido que nos corresponde y que necesita España para que la opción socialdemócrata esté ahí, como alternativa a un liberalismo que ni salva al país ni protege las conquistas que creíamos y deseábamos irreversibles.
Desde aquí hago otro llamamiento a cuantos se sientan concernidos y sientan que algo hay que hacer para que levanten su voz y lo hagamos. Lo desconocido es riesgo, pero si no arriesgamos jamás sabremos que hay otros caminos, otros mensajes, otra forma de ver el mundo, otra forma de encarar la democracia que ha dejado de ser piramidal para convertirse en horizontal.
Juan Carlos Rodríguez Ibarra fue presidente de la Junta de Extremadura.
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