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El día en que el Gobierno de España expulsó a los espías de la CIA
ABC - BITACORAS.COM
Día 30/10/2013 - 10.18h
En 1986, Felipe González ordenó expulsar del país a ocho agentes de inteligencia estadounidenses tras descubrir que habían espiado a Alfonso Guerra
Los documentos revelados por el exanalista de la NSA Edward Snowden no dejan de sorprender al mundo. Cada nueva filtración pone de manifiesto la enorme maquinaria desarrollada por la inteligencia estadounidense para espiar en cualquier parte del mundo, con independencia de que sean posibles enemigos o países aliados.
El descubrimiento de que la NSA ha podido interceptar durante varios años las comunicaciones de varios líderes europeos, entre ellos el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, es el último capítulo de un escándalo que parece no tener fin. Muchas voces han reprochado que la única respuesta del Ejecutivo ante esta revelación haya sido convocar al embajador estadounidense para que confirme o desmienta la veracidad de la acusación y reclaman que se tomen medidas más duras.
Unas medidas como las que revela Fernando Rueda en el blog “Materia reservada 3.0” que tomó Felipe González en 1986, tras descubrir que la CIA estaba espiando la vida privada del entonces vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, y uno de los hombres más influyentes y poderosos del país.
Según relata Rueda en su blog, la estación de la CIA en España decidió elaborar un dossier que contuviera todos los detalles de la vida pública y privada de Guerra, con el que poder extorsionarle y orientar sus decisiones hacia la defensa de los intereses estadounidenses. Para poder realizar un despliegue tan ambicioso, decidieron pedir ayuda a un antiguo agente de seguridad de la Moncloa. Este no dudó en poner el asunto en conocimiento del CESID —el actual CNI—, que lo convirtió en un agente doble, encargado de recopilar pruebas de la trama organizada por los estadounidenses.
Tras haber recabado una gran cantidad de información que no dejaba lugar a dudas de la intención de los agentes de la CIA, el general Emilio Alonso Manglano informó al presidente del Gobierno. Un año antes, el CESID ya había descubierto a otros agentes preparando una operación para colocar micrófonos en el palacio de la Moncloa y esta fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de Felipe González.
A modo de escarmiento, González ordenó expulsar del país a los ocho integrantes de la delegación oficial de la agencia estadounidense, en un gesto que provocó un conflicto diplomático que, según desvela el propio Fernando Rueda en el libro “Las alcantarillas del poder”, sirvió para que en Langley —sede central de la CIA— entendieran que en España no podían hacer lo que quisieran.
Casi treinta años después de la “Operación Gino”, parece que la inteligencia estadounidense ha olvidado aquella lección.
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