19 de octubre de 2013
Iberoamérica: agotamiento y cambio
LA CUARTA PÁGINA
Las cumbres iberoamericanas, que vienen celebrándose anualmente desde 1992, se encuentran ante una nueva encrucijada. Anteriormente, conocieron momentos cruciales, y a veces habían perdido parte de su dinamismo, pero siempre se consiguió dar un salto hacia delante, como sucedió con la Secretaría de Cooperación Iberoamericana (Secib), en 1999, y, sobre todo, con la creación de la Secretaría General Iberoamericana (Segib) y el nombramiento de Enrique Iglesias como secretario general en 2005. Nos enfrentamos ahora a una nueva etapa en la que han cambiado el escenario latinoamericano que las vio nacer, el entorno mundial y el sentido y alcance de las propias cumbres; de ahí la necesidad de adaptarlas a las nuevas realidades. Como decía el presidente de México, Enrique Peña Nieto, en su informe de Gobierno, “en los próximos tiempos estaremos decidiendo qué historia queremos escribir en las próximas décadas”. Lo mismo cabe decir de la comunidad iberoamericana.
Son realidades íntimamente relacionadas, que van desde un escenario latinoamericano heterogéneo y fragmentado en lo político y económico hasta un menor interés de los países participantes, derivado de la inflación de cumbres, de la mayor autonomía y diversificación de las políticas exteriores latinoamericanas y del surgimiento de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), el ALBA, la Alianza del Pacífico y, especialmente, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Y en lo que hace a España y Portugal, derivado de la transformación de sus relaciones con América Latina, como consecuencia de la disminución del papel desempeñado por los Estados extrarregionales tradicionales —casos de Estados Unidos, la Unión Europea y España—, y de la crisis económica global, que afecta especialmente a estos países y ha traído consigo una mayor simetría en las relaciones entre ambos lados del Atlántico.
Como consecuencia de lo anterior, se produce un cierto agotamiento de la dinámica de las cumbres iberoamericanas, lo que explica que en la de Cádiz, en 2012, se constituyera una comisión, presidida por el expresidente de Chile Ricardo Lagos, para elaborar un informe sobre el futuro de las mismas, que entregó sus conclusiones en una reunión de cancilleres el pasado 2 de julio en Panamá y cuyas propuestas están siendo tratadas en la XXIII Cumbre Iberoamericana, reunida bajo el significativo lema de El papel político, económico, social y cultural de la Comunidad Iberoamericana en el nuevo contexto mundial.
Parece oportuno, en línea con la Cumbre de Cádiz y con las propuestas del Informe Lagos, hacer algunas reflexiones sobre el futuro de las cumbres. Es indispensable que las reformas atiendan a tres retos clave: mayor visibilidad en las sociedades iberoamericanas; mayor operatividad desde la perspectiva de los intereses de todos los países implicados; y mayor equilibrio entre los países que participan, de forma que el proyecto no se perciba solo como español, o ibérico, sino que registre una genuina implicación latinoamericana.
Entendemos que las principales reformas a aplicar serían las siguientes:
—Bienalidad. Dada la proliferación de cumbres y foros actual, con los problemas de agenda y cansancio que ello supone para los mandatarios, es necesario el espaciamiento temporal de las iberoamericanas, de manera que se celebren en los años pares, mientras que las cumbres UE-América Latina y Caribe tengan lugar los impares. Dado que en 2014 se celebrará una Cumbre Iberoamericana en México, el sistema debería entrar en vigor a partir de 2015. En los años en que no se celebre la Cumbre Iberoamericana se realizaría una reunión de cancilleres y una gran reunión sobre la cooperación iberoamericana.
—Renovación del diálogo político al máximo nivel, privilegiando el llamado “retiro” de los jefes de Estado y de Gobierno, entendido como un diálogo abierto e informal sobre temas de actualidad (crisis económica, nuevos movimientos sociales, la gobernanza internacional, los desafíos de la seguridad, el combate contra el crimen organizado), con la presencia adicional del secretario general iberoamericano.
—Mayor convergencia de agendas con otras organizaciones internacionales y, de forma muy especial, con las cumbres UE-Celac. La convergencia entre lo euro-latinoamericano y lo iberoamericano se constata cuando se considera que tanto los temas (educación, infraestructuras, igualdad de género, salud, inversiones, medio ambiente), como los mecanismos de apoyo a las negociaciones político-diplomáticas (encuentros empresariales, sindicales, de la sociedad civil, académicos y de medios de comunicación) son similares en ambos casos.
—Renovación de la cooperación para contribuir a la consecución de los objetivos sociales, culturales y económicos de los modelos de desarrollo de los países iberoamericanos, reforzar los vínculos entre dichos países y dar mayor visibilidad a la misma. Hay que avanzar agrupando la cooperación en grandes espacios (el espacio común del conocimiento, la economía y la innovación, el espacio cultural y el espacio de la cohesión social). Al tiempo, hay que buscar una financiación más equilibrada de la cooperación y continuar apostando por la cooperación Sur-Sur.
—La cultura es el gran factor de cohesión del espacio iberoamericano, con unas lenguas y una cultura comunes, desde la extraordinaria diversidad que caracteriza a Iberoamérica. Ello comprende varias derivadas de importancia: desde las ideas al valor económico de las lenguas española y portuguesa, a la promoción de las industrias culturales y hasta su vinculación con los flujos y reencuentros migratorios. Es un sector de muchos acentos y actores que hay que potenciar.
—Fortalecimiento de la Secretaría General Iberoamericana (Segib),mediante la agrupación de las actividades en grandes áreas de acción y la continuidad del trabajo de las oficinas de la Segib de América Latina. Y, a la vez, mayor coordinación y colaboración con las otras cuatro organizaciones iberoamericanas: la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura; la Organización Iberoamericana de Seguridad Social; la Organización Iberoamericana de la Juventud; y la Conferencia de Ministros de Justicia de los Países Iberoamericanos. Habría que integrar sus oficinas respectivas sobre el terreno con el nombre de Oficina Iberoamericana, o similar.
—Mayor equilibrio en la financiación de la Segib si se quiere avanzar en el camino de la efectiva iberoamericanización de la Comunidad Iberoamericana. Aunque las cantidades se comparan muy favorablemente con otras organizaciones internacionales, pues el presupuesto anual es de solo siete millones de euros, los símbolos importan. Hasta ahora, España ha asumido el 60%, que con Andorra y Portugal alcanza el 70%, quedando el 30% restante para los países latinoamericanos. Habría que avanzar, cuando menos, en la línea propuesta por el Informe Lagos, modificando la distribución de la escala de cuotas, de forma que la proporción quedase en 60/40, en la que correspondería a España el 55%, el 5% a Portugal y Andorra y el 40% a los países de América Latina, con un horizonte que permitiese progresar ulteriormente en este ámbito.
—Ampliación del número de países con el estatus de observador asociado (ahora son siete, más la muy próxima incorporación de Japón) y mayor implicación en las actividades y la cooperación iberoamericana de los que ya lo son.
—Creciente participación de la sociedad civil y de la ciudadanía, con especial atención al fenómeno migratorio, y a las redes sociales, y la iniciativa privada en la financiación de las actividades de cooperación que aprueben los Estados.
Estas son algunas de las reformas que consideramos necesarias para la continuidad y afirmación de las cumbres y la comunidad iberoamericana en el complejo escenario en que se encuentran en estos momentos. Confiemos en que la cita junto al Canal no defraude en sus compromisos. No hay atajos ni fórmulas mágicas, y solo el consenso entre los países miembros podrá hacer de lo iberoamericano un espacio válido en tiempos de cambio.
Celestino del Arenal es catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense y Fernando García Casas, director del Gabinete del secretario general Iberoamericano.
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