26 de octubre de 2013
La cruz de Adriana
LAS TRAMAS DE LAS MAFIAS SEXUALES
EL PAIS - REBECA CARRANCO Barcelona 26 OCT 2013 - 00:06 CET49
Adriana dejó el bolso en la silla de plástico en la que se sentaba a diario. Cruzó la carretera por la que suelen circular camiones de gran tonelaje, y se coló por las rendijas de las dos barandillas protectoras del viaducto. Seguía llevando la ropa de trabajo. Se quitó los zapatos, los dejó en el suelo, y junto a ellos depositó su teléfono móvil. Luego se subió al muro y saltó. Cayó desde una altura de más 30 metros. A las diez de la noche, un camionero encontró su cuerpo. Adriana se suicidó el lunes 23 del pasado mes de septiembre. Tenía 24 años, un hijo de 4 y estaba siendo explotada sexualmente desde los 16 por su marido.
De su muerte solo quedan unas cuantas flores. Alguien ha dejado tres ramos donde antes ella plantaba una silla de plástico, de las diez de la mañana a las siete de la tarde, a la espera de que algún conductor de la C-58, a su paso por el kilómetro 26, se parase. Donde cayó después de saltar, en la carretera B-1121, alguien ha clavado una cruz metálica, donde se puede leer su nombre completo, su fecha de nacimiento y la de su muerte, junto a tres pequeñas velas que están apagadas.
La mujer era una de las víctimas de una red que desde 2002 explotó sexualmente a 200 mujeres. La policía informó ayer de la detención de nueve personas. Entre ellos está Dumitru Marius D., el marido de Adriana. Ambos se casaron cuando ella era todavía menor de edad, en Rumanía. Y emprendieron su viaje a España, donde empezó la explotación sexual de Adriana, según fuentes policiales. Ella siempre vendió su cuerpo en la carretera, pero su marido está acusado además de ser uno de los machacas de la red, que llevaba a mujeres a dos clubes, La Bombonera, en Terrasa, y Las Palomas, en Manresa.
“¿Qué le puede pasar por la cabeza a una mujer de esa edad?”, se pregunta una de las trabajadoras del bar Caliu, que está muy cerca del lugar donde se prostituía la mujer, en Castellbell i el Vilar (Bages). Tras la muerte de Adriana, en el pueblo empezaron los rumores. ¿Qué hizo de las siete a las diez, que fue cuando se encontró su cuerpo? ¿Cuál fue el detonante que la llevó a suicidarse? ¿Por qué lo hizo allí? “En los bares se oye de todo”, explica esa misma mujer, que asegura que Adriana era la más guapa de las chicas que se ponen en esa zona. “O eso me cuentan”, aclara. La autopsia no deja lugar a duda: se suicidó. Pero a los agentes que han llevado su caso sigue mortificándoles. “Una mujer de 24 años, con un hijo de 4, y toda la vida por delante, se suicida. ¿Por qué?”, repiten. La explicación la encuentran en la vida de explotación y de agresiones que vivió Adriana, que responde al perfil exacto de la mujer explotada sexualmente en España: mujer de 23 a 32 años, de nacionalidad rumana, según datos del Ministerio del Interior.
Adriana, según contaron varias de sus amigas a los policías, estuvo muy pronto en las carreteras, siempre bajo la supervisión de su marido. En 2010, en otra operación de los Mossos d’Esquadra, Adriana ya apareció como una de las mujeres prostituidas en la vía que lleva a Manresa. Pero entonces se negó a declarar como víctima, según fuentes policiales, que lo atribuyen al hecho de que el proxeneta era su propio marido. Con Dumitru vivió en varios pisos, tanto en Terrassa como en Manresa. En el último que compartieron, Dumitru acabó detenido, acusado de abusar sexualmente de la hija de 14 años del que era su casero. Este contó además a los policías que la Adriana era víctima de malos tratos por parte de su marido, aunque no consta ninguna denuncia contra él.
Dos días después de su muerte, los agentes de la UCRIF del Cuerpo Nacional de Policía tenían pinchado el teléfono de Dumitru.
Pero el motivo del pinchazo no tenía nada que ver con el suicidio de su mujer, sino con la red que estaba a punto de desarticular el cuerpo policial. En esas escuchas, pudieron oír a la prima de Adriana, que vive en Madrid. Llamó a Dumitru y le reprochó que hubiese explotado sexualmente a Adriana durante tantos años. Ambos tenían en común un hijo, de cuatro años, que vive en Rumanía con la madre de él.
Tras la muerte de Adriana, su marido recogió el bolso que ella había dejado en la silla de plástico, y las pocas pertenencias que le devolvió la policía. El cadáver sigue todavía en España, y Dumitru está intentado reunir dinero para la repatriación. Él fue detenido por la policía hace 15 días, acusado de pertenecer a la red de explotación sexual que sometió a 200 mujeres, entre ellas su propia esposa.
La trama les obligaba a prostituirse en los clubes más de 12 horas al día, según la policía, y luego se quedaba parte de lo que ganaban, para pagar la deuda contraída una vez les costeaban el viaje a España. A algunas de ellas, cuando llegaban, las encerraban durante una semana en un piso en Barcelona, donde las obligaban a memorizar frases concretas para atraer clientes, a pesar de no saber hablar español: “Hola, vente a la cama, 60 media hora, 120 una hora, vamos a la cama”, recoge la nota de la policía.
Dumitru está ahora en libertad con cargos, igual que el resto de la organización criminal. Durante la investigación, los agentes han constatado que cuatro menores —entre ellas Adriana cuando tenía 16 años— han sido explotadas por este grupo de rumanos y españoles. Y también una joven discapacitada psíquica, que empezó a ser prostituida en Las Palomas, por su propia madre, y a la que la policía rescató del macroburdel Paradise, en La Jonquera, en marzo de este año.
Precisamente su caso fue el punto de arranque de esta operación, impulsada por el Juzgado número 4 de Manresa. La joven discapacitada, que pasó por Las Palomas, por El Raval y que acabó en una rotonda de La Jonquera, antes de acudir al Paradise, está ahora bajo el amparo de una ONG. Desde que fue rescatada, su vida ha mejorado y ha encontrado un trabajo en una lavandería, según fuentes policiales.
La operación sigue abierta, y la policía espera detener a varias personas más en Rumanía de las 18 en total que tienen identificadas, entre ellos al cabecilla. En España, han detenido también al matrimonio español que posee Las Palomas, aunque el club sigue abierto.
La explotación sexual es una de las grandes lacras. España es el segundo país de la Unión Europea con más víctimas, después de Italia. La policía calcula que hay unas 12.000 víctimas, y que el negocio mueve 3,6 millones de euros diarios. Según un informe de Eurostat, hecho público en abril, los casos crecieron un 18% entre 2008 y 2010.
Adriana es una de esas víctimas que se diluyen en las cifras, de un universo que desconocemos, según admitió la profesora del CSIC Ana López, en unas jornadas sobre tráfico de seres humanos organizadas por la escuela de los Mossos d’Esquadra. Lo que las ONG definen como la esclavitud del siglo XXI.
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