25 de octubre de 2013
Entre el derecho a estudiar hoy o a poder hacerlo en el futuro
PILAR ÁLVAREZ / IVANNA VALLESPÍN Madrid / Barcelona 24 OCT 2013 - 22:38 CET302
Hubo alumnos que fueron a clase y otros que acudieron a las universidades precisamente para intentar evitarlo. En los campus, además de barricadas, pasacalles y protestas, se organizaron debates espontáneos entre los que defendían el derecho a la huelga para salvar la educación del futuro y quienes querían que el día de ayer fuera un día más de su presente académico.
En la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), desde muy temprano, un piquete de unas 50 personas recorría las facultades, protestando cuando se cruzaban con los que habían acudido a estudiar un examen del día siguiente o quienes iban a la clase del día. “¡El profesor luchando, también está enseñando!” o “¡Esquiroles!”, gritaba el grupo al entrar en Económicas. Se plantaron frente a una decena de estudiantes que aguardaban a su profesor para la asignatura de Organización y Empresas. “No comparto la subida de tasas pero si me van a suspender, vengo”, replicaba una alumna a los huelguistas.
Llamaron “facha” al profesor, que se trasladó a otra clase con los chicos, y “esquiroles sin corazón” a sus compañeros. Explotaron un petardo. El vigilante de seguridad, apostado frente a la puerta para frenar el paso, acabó recogiendo los trabajos que los alumnos debían entregar “obligatoriamente” para evitar que les bajara la nota, según la que defendía su derecho a ir a clase. “Tenemos mecanismos para impedir que boicoteen vuestro derecho a la huelga, ¡quejaos!”, le replicaba otra con la cara tapada. Ambas contaron que tienen que trabajar además de estudiar para pagar la carrera.
“¡Hemos conseguido que les dejen entregar el trabajo mañana!”, gritaba uno de los huelguistas. El piquete siguió su camino e irrumpió en el aula 201 de Ciencias, donde estudiaba una decena de alumnos. “¡Dais vergüenza!”, espetó uno. “Yo no te estoy insultando, no me puedes imponer ir a la huelga”, le replicó otro con el libro abierto. Se abrió un debate. Los huelguistas apelaban al “principio de solidaridad y a la unidad” para frenar los recortes. Los otros, a su derecho a ir a unas clases “por las que han pagado”. El de la “vergüenza” dijo: “Debéis luchar porque los compañeros que ya están fuera por la subida de tasas. La huelga y la presión son un derecho colectivo”.
Un profesor de Matemáticas entró en el aula y en la discusión. “Ustedes dentro de cuatro años tendrán que pedir una beca predoctoral y las han recortado. Un máster en la Autónoma vale 3.900 euros mientras que la universidad en París cuesta 250”. El docente reprendió a los alumnos que estudiaban: “No se puede preguntar por qué parar con lo que está pasando”. Y reclamó a los otros “respeto para elegir”. Lanzó una petición a todos: “No dejen que esto se convierta en una huelga politizada, no le hagan el juego a Wert”.
Varios campus amanecieron con barricadas que impedían el paso a estudiantes y trabajadores. El seguimiento en educación superior ascendió al 91%, según CC OO y UGT. El Ministerio de Educación no dio datos disgregados. La movilización en las universidades comenzó dos días antes, con huelgas solo de estudiantes que provocaron imágenes poco usuales. El rector de la Complutense, José Carrillo, denunció el martes que la policía había intervenido “sin conocimiento de las autoridades académicas”. Tres facultades de la UAM amanecieron el miércoles con profusión de pintadas en puertas, paredes y suelos. El Rectorado acusó a los piquetes de “actos de vandalismo”. Ayer aún se podía leer en la puerta de un aula de Biología: Si no nos dejan soñar, no les dejaremos dormir. “No comparto los recortes, pero tampoco que destrocen la universidad. Hemos pedido al decanato que nos deje limpiarlo para que no les cueste dinero”, comentaba el universitario Samuel (17), solo en la primera planta.
La Universidad de Alicante decidió destinar los descuentos de sueldo de los docentes huelguistas a becas para los alumnos. Los estudiantes de la Autónoma de Barcelona (UAB) hicieron un juicio al ministro Wert y lo acusaron de querer “retroceder a una educación franquista”, de “encasillar a los niños y de convertirlos en mercancías”. Fue condenado a la hoguera y quemaron un muñeco con su cara. Laura esperaba a su profesor en la UAB. “Recibir clase e ir a la manifestación debe ser compatible. Es un despropósito defender una formación y luego no darla”.
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