9 de octubre de 2018

NACHO ALDAY - WARWICK

lunes, 8 de octubre de 2018


NACHO ALDAY - WARWICK – 09/10/2018

Comparar es uno de los mejores medios de analizar. Y una de las más notables utilidades de la Historia consiste en presentarnos una fiel imagen del pasado, a fin de que mejor conozcamos el presente. Hacer tal comparación no es ser nostálgico. Es ser claro, práctico, directo en el noble ejercicio de espíritu que es el análisis.

Comparemos pues dos grupos de casas populares, uno de una aldea tradicional de Inglaterra, Warwick, y otro de un barrio moderno en cualquier ciudad que conozcamos.

Las casas populares actuales son de cemento que es un material resultante de una larga evolución práctica y científica. En cada una de estas viviendas, la ciencia hizo posibles las ventajas del agua corriente, la luz eléctrica, el gas, la radio, la televisión, la calefacción y el teléfono. 
Desde este punto de vista, una inmensa transformación en contraste con las casas antiguas de Warwick con las deficiencias higiénicas y las incomodidades de esa vida.

Sin embargo, se nota una falta de confort psíquico en las casas modernas, con su estandarización inhumana, la monotonía y la severidad de sus masas rectangulares y sombrías, que les dan un aspecto intimidatorio.

Compárese esa frialdad de líneas y del cemento con el recogimiento, lo acogedor, la armonía de las casas de Warwick, cada una de las cuales parece considerar al transeúnte con una plácida sonrisa impregnada de bondad familiar, conteniendo el calor de una vida doméstica animada y rica en valores morales. Casas simples, sin pretensiones, agradables de ver, imagen de la propia existencia cotidiana de sus habitantes. Casas que obedecen a un mismo estilo, pero teniendo cada una su nota de originalidad, discreta y vivaz.

La conclusión lógica es que, en cuanto a la comodidad del cuerpo, podemos estar mejor en las casas modernas, pero desde el punto de vista del bienestar del alma, ¡cuánto perdimos!

¿Sería posible armonizar en un estilo nuevo ambos conforts, del alma y del cuerpo? El estilo es mucho menos producto de un hombre, o de un equipo de especialistas, que, de una sociedad, una época, una civilización.

El historiador Plinio Correa de Oliveira no cree que este estilo aparezca sin que previamente el mundo de hoy se haya recristianizado. Y es para preparar este mundo nuevo fundamentalmente católico, que miramos con amor estos recuerdos del pasado cristiano de nuestra civilización.

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