1 de octubre de 2018
Holanda quiere enterrar la leyenda negra española 450 años después
Holanda quiere enterrar la leyenda negra española
450 años después
Los Países Bajos y
España se unen para revisar el tópico forjado tras el final de la Guerra de
Flandes a través de una gran muestra en el Rijksmuseum de Ámsterdam
'La furia española en Amberes, 4 de
noviembre de 1576' (1580), anónimo del Museo aan de Stroom (Amberes).
EL
PAIS - Utrecht 1
OCT 2018 - 14:23 BRT
La Guerra de los 80 Años (Guerra de Flandes) sucedió entre 1568 y 1648,
y ambas fechas son memorizadas en las escuelas holandesas. Este año se cumple
el 450º aniversario del inicio del conflicto, y el Instituto
Cervantes y el Rijksmuseum (Ámsterdam)
se han propuesto revisarlo juntos a través de una muestra que lo sitúa en su
contexto internacional. Quieren mirar de otro modo lo que empezó como una
revuelta liderada por Guillermo de Orange contra el rey español Felipe II, y
acabó propiciando el nacimiento de los Países Bajos y Bélgica. Una contienda
que carga todavía con el lastre de la leyenda negra encarnada en la figura del duque
de Alba.
Durante décadas, la guerra desatada en los territorios que Felipe II
había heredado de su padre, Carlos V, nacido en Gante, se ha presentado en los
colegios holandeses como una lucha de liberación contra España. Así, Guillermo
de Orange era el heroico padre de la patria, protestante que luchó contra el
ocupante católico. El duque de Alba, en cambio, fue el gobernador español
sanguinario que se ganó el apelativo de Duque de Hierro. “Es la famosa leyenda
negra, la propaganda de la época del lado holandés. Sin embargo, Felipe II era
el soberano legítimo de las Diecisiete Provincias, denominación que durante el
siglo XVI se otorgó a los 17 territorios de la región de los Países Bajos [que
comprendía los actuales Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, el Norte de Francia,
y una parte del oeste de Alemania]. No era un tirano invasor. Antes de que todo
se desbordara, el objetivo era ganar libertades para los protestantes y que las
ciudades y autoridades locales tuvieran más poder de decisión. El conflicto
siguió una ruta inesperada: la rebelión se transformó en guerra civil, y nadie
pensó que acabaría creando los Países Bajos y Bélgica”, señaló la pasada semana
Gijs van der Ham, comisario de la exposición, titulada La Guerra de los 80 Años. El nacimiento de los Países
Bajos, que abrirá el 12 de octubre. La muestra
contará con prestamos del Museo del Prado, Patrimonio Nacional, Archivo de
Simancas y la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
“Hay dos planos: la ausencia de mitos en la relación actual de ambos
países como socios de la Unión Europea, y España como un país estupendo donde
se pasan las vacaciones, y luego, el pasado común. Ahí, la imagen española
sigue siendo negativa. Es así porque la lucha contra la España católica en los
siglos XVI y XVII es el origen del Estado holandés. En el discurso histórico,
nuestra identidad tiene la voz de la historia protestante. Cuando, en realidad,
somos el resultado de una guerra civil. Al principio, el 90% de los holandeses
era católico. El calvinismo fue minoritario durante siglos, pero no lo queremos
ver. Necesitamos ese enemigo español para demostrar que hemos luchado contra el
opresor por la libertad política y de religión”, aseguró Raymond Fagel,
profesor de Historia en la Universidad de Leiden.
El académico indica que incluso sus alumnos “repiten a veces los mitos
de la guerra en sus trabajos”. “Sin mito no queda nada. Cuando lo que hubo fue
un problema religioso con un grupo pequeño de calvinistas defendiendo su
religión y modelo social, y la nobleza, que quiso dominar la situación en
Bruselas y chocó con la burocracia de Felipe II. Ambos conflictos, religioso y
político, desencadenan una guerra civil. Pero esa imagen no es tan bonita como
la de una República de las Siete Provincias, que triunfa contra la
intolerancia”, añade.
El Rijksmuseum es también el Museo Nacional de Holanda, y ha intentado
sumar los aspectos del choque que siguen vigentes. “Me refiero a la libertad de
pensamiento y de religión, la identidad, y el tipo de sociedad que se quiere”,
señala Gijs Van der Ham. También él cree que “los holandeses no conocen bien la
Guerra de los 80 Años”. Una realidad que Raymond Fagel describe en dos colores:
“A los españoles se les endosa una leyenda negra, mientras los holandeses
tienen su leyenda blanca, duque de Alba incluido”.
Otras guerras de
religión
Para Bernardo J. García, profesor de Historia Moderna en la Universidad
Complutense de Madrid, el problema de Felipe II en los Países Bajos “es que
puede perdonar al vasallo, pero no al hereje, en este caso el calvinista o
protestante”. También hubo guerras de religión en Francia e Inglaterra, “pero
admitir la presencia de otras confesiones en el mismo territorio cuestiona la
soberanía del rey”. “De modo que, en Holanda, los rebeldes sublevados del norte
generan un discurso contra la tiranía y por su libertad para explicar el
desarrollo del liberalismo. Cuando ya existía en otros lugares ajenos al
protestantismo”. García recuerda que el conflicto fue internacional: “Es
constitucional al principio contra el soberano legítimo, por eso la propaganda
presenta al holandés como un resistente. Es para mantener el ánimo de la
población con la promesa de la libertad. Luego, en el XVII, es ya una guerra
global de índole económica, con la presencia de holandeses en Asia o el Caribe,
convertida ya en potencia mercantil. En todo ello, Bélgica es la gran olvidada,
porque permaneció al lado de Felipe II”.
En 1648, en el tratado de Münster (Paz de Westfalia), la corona española
reconoció la independencia de la República de las (siete) Provincias Unidas. A
pesar de tantos años de guerra, “España y Holanda se convirtieron enseguida en
firmes aliados en la política europea; valdría la pena romper la barrera de la
percepción popular”, abunda García. “La historia de los Países Bajos no se ha
explicado bien aquí durante años porque eso era nacionalista, pero los mitos se
destruyen en la escuela”, concluye Raymond Fagel.
Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, duque de Alba, estuvo seis años
en los Países Bajos (1567-1573) para reprimir la revuelta contra el rey Felipe
II. En el imaginario popular, el duque es el responsable de la estrategia del
miedo: arrasar una ciudad para rendir a las demás. Y aún hoy se le sigue
presentando como un personaje malvado. Dado que Holanda y Flandes tenían buenas
imprentas, se conservan las imágenes de los asedios y ejecuciones de aquella
época que forjaron su figura sanguinaria. Pilar Tena, directora del Instituto
Cervantes en Utrecht —que colabora también en la conmemoración—, considera que
“fechas redondas como los 450 años del inicio de la Guerra de Flandes ayudan a
reflexionar sobre temas importantes”. “Fue muy doloroso, pero pensar que pueda
seguir siendo motivo de confrontación es algo totalmente anacrónico”, añadió
Tena la pasada semana.
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