16 de octubre de 2018
La Virgen cordobesa que voló a la Luna en el Apolo
Es la patrona de Pozoblanco y una estampita suya acompañó a Armstrong y demás astronautas en aquel "gran paso para la Humanidad"
Una historia increíble, casi de película, que fue posible gracias al sueño lunático del dependiente de la droguería del pueblo
Se llamaba Felipe Sánchez Urbano y estuvo a punto de que Armstrong, Aldrin y Collins viajaran a Pozoblanco para ser nombrados hermanos de la Virgen de Luna
En el santuario de la Cofradía de la Virgen de Luna, a pocos kilómetros de Pozoblanco, hay una fotografía que firman de su puño y letra tres estadounidenses: los primeros astronautas en pisar la luna, Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins. Podría ser un exvoto pero es la pista de una vieja historia, sepultada por los años, que conecta el pueblo cordobés -célebre porque en él recibió la cornada de muerte Paquirri- con aquel pequeño paso para el hombre, y grande para la humanidad, que marcaría el triunfo de Estados Unidos en la carrera espacial.
Esta semana se ha estrenado la película 'First Man', sobre Neil Armstrong, el primero que pisó la Luna, en 1969. Para entender la extraña estampa de los tres astronautas y la Virgen en el santuario cordobés habría que remontarse a 1965. Pozoblanco era entonces un pequeño pueblo de apenas 15.000 habitantes. Faltan todavía cuatro años para que despegue el Apolo XI y aquí, en la Tierra, un modesto dependiente de la droguería Moreno, en plena calle Real de Pozoblanco, es nombrado secretario de la Cofradía de Luna.
Aquel muchacho que pasaba sus días entre venta y venta de jabón, sosa cáustica y pinturas, tenía una inventiva y un arrojo fuera de lo común. Se llamaba Felipe Sánchez Urbano. Y su historia daría para otra película, una especie de Bienvenido Mister Marshall que a punto estuvo de terminar con los tres astronautas visitando Pozoblanco para ser nombrados hermanos cofrades de la Virgen de Luna. Pero la vida no es como en el cine.
La historia, que ahora les descubrimos, ha corrido sotto voce en el pueblo. Y en parte se desempolva hoy gracias a un maestro de escuela que prepara a sus alumnos para un futuro contacto radiofónico con la Estación Espacial Internacional y que tiempo atrás escuchó de boca de su suegro, que es de Pozoblanco, una sorprendente historia. «Pues una estampita de la Virgen llegó a la Luna», solía decirle el buen hombre. Decía más: «Sí, con los tres astronautas de la NASA. Por eso está la foto de ellos en el santuario, junto a la ermita».
Desenredemos la madeja. Para ello tenemos que volver a 1965. Felipe, recién nombrado secretario de la cofradía de la patrona de su pueblo, tenía entonces 32 años y una obsesión: reactivar la fama y la fe sobre una Virgen que desde el siglo XVI protagoniza una romería desde su Santuario de Jara, en el Valle de los Pedroches.
La cofradía es mitad religiosa y mitad militar: la junta directiva tiene capitán, alférez, sargento e incluso cabo. Van con armas y lanzan salvas de fogueo en honor a la Virgen. Un espectáculo. La mayoría de los hermanos eran muy mayores, y como el mismo pueblo, todavía no se habían repuesto ni del disgusto ni del coste de reponer la talla de la Virgen: el bando republicano quemó la imagen en 1936, durante la Guerra Civil.
Felipe oyó que el hombre iba a llegar a la Luna en el parte radiofónico. Lo que todavía se veía como imposible -y en el pueblo suscitaba a santiguarse inmediatamente- a él le inspiró: ¿por qué no unir ciencia y creencia? Sin consultárselo a nadie, «pensando que no había nada perdido, porque no tenía nada», dice su hijo, Rafael Sánchez Luna, escribió a la NASA y envió tres cartas, una para cada astronauta, meses antes del lanzamiento. En cada una de ellas iba una estampita de la Virgen de Luna. No recibió respuesta.
El Apolo XI despegó de Cabo Kennedy el 16 de julio. Cuatro días más tarde se produjo el alunizaje. Rafael estaba a punto de cumplir ocho años y recuerda como «un acontecimiento extraordinario» la retransmisión en directo. En España eran más de las nueve de la noche, todavía había luz y se vivió como una fiesta.
Pese a no haber recibido respuesta a aquellas primeras cartas, Felipe no perdió la fe. La primera semana de agosto decidió escribirle al embajador de Estados Unidos en España, para que le hiciera llegar a Cabo Kennedy tres misivas de felicitación, una para cada astronauta. No hizo alusión a las anteriores.
«Muy Sr. nuestro: con gran emoción hemos seguido la operación Apolo XI, culminada con tantos éxitos que compartíamos todos los hombres de buena voluntad, por lo que lo felicitamos efusivamente. Con este motivo, y como el mejor presente que podemos ofrecerle, le adjuntamos una fotografía de la Santísima Virgen de Luna, Patrona de esta ciudad y titular de nuestra cofradía, rogándole acepte éste nuestro obsequio en conmemoración de la gran gesta que han llevado a cabo, siendo los primeros terrestres que han pisado la Luna. Hemos propuesto a la autoridad eclesiástica que nuestra titular la Santísima Virgen de Luna sea nombrada Patrona de los Astronautas. Que Dios, Nuestro Señor, lo bendiga en unión de sus familiares. Atentamente le saluda, Felipe Sánchez Urbano».
La carta, mezcla de inocencia, valentía, fe y ciencia, llegó a manos del embajador, Robert C. Hill. «Me calculo que le haría mucha gracia», explica hoy el hijo de Felipe. Un sobre venido desde un pequeño pueblo del sur de España para los tres hombres más famosos del planeta, y con tres estampitas de la Virgen. El embajador las envió a su destino.
A finales de septiembre de 1969 llegó a Pozoblanco una carta. El cartero la entregó en la sede de la cofradía, en el número 2 de la calle Vizcaíno. No iba en papel de avión, el habitual entonces cuando venían de lejos. Era algo más gruesa, coronada un membrete imponente. Iba dirigida a Felipe, «Secretary of Brotherhood of Lady 'Virgen de Luna', Patroness of Pozoblanco, Córdoba, Spain». ¿El remitente? La National Aeronautics and Space Administration, en el 77058 de Houston, Texas. Sí, la mismísima NASA.
«Estimado señor secretario: muchas gracias por su cálida y considerada carta. Apreciamos mucho sus esfuerzos en nuestro nombre y le deseamos todo el éxito en su dedicada actividad. Nos sentimos honrados por su atención»... La carta, en inglés, iba rubricada por Armstrong, Aldrin y Collins. Venía acompañada de la fotografía oficial, también firmada, y de una imagen del logotipo de la NASA, también rubricado por el trío. Felipe se encargaría de traducirla y escribirla a máquina, para orgullo de Pozoblanco. Una copia de la imagen y de la carta están hoy expuestas en el santuario. Los originales están buen recaudo.
Días más tarde Felipe dio un paso más, enterado de que Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins iban a visitar Madrid. El 4 de octubre de 1969 escribió de nuevo al embajador dándole las gracias y rogándole que le trasladara a los astronautas otras tres notas. En ellas les deseaba una buena visita a España. «Aunque lo consideramos imposible, con muchísimo gusto tenemos el honor de invitarles a pasar unas horas con nosotros». No pudo ser. Ya barajaban hacerles hermanos de honor de la Cofradía.
Lo cuenta Juan García, actual capitán de la cofradía, que corrobora también, como Rafael, el hijo de Felipe, que el embajador llegó a hablar con Felipe por teléfono «y le dijo que ya en ese primer viaje en el Apolo XI había ido una de esas primeras estampillas de la Virgen, portada por uno de los tres astronautas». «Nosotros no lo pedimos, y no tenemos ningún papel que lo certifique, pero se lo dijo de palabra. Y nosotros tenemos fe en que fue así, y que no nos iba a mentir».
La noticia apenas trascendió. «En aquella época no había lo que hay hoy, ni redes sociales ni nada. Pero en el pueblo fue una revolución», explica Juan, que entonces calzaba veintipocos años.
En 1970 el atrevido Felipe invitó al agregado cultural de la Embajada de Estados Unidos en España a la romería, Edward Mattos. Declinó asistir. En 1975 se produjo la última invitación a los tres astronautas y el Diario Lanza de Ciudad Real se hizo eco de ello en un pequeño breve. A Pozoblanco nunca acudió nadie.
Pero Felipe no falló en su misión: extendió la protección de la Virgen de Luna al resto de astronautas que iban participando en el Programa Apolo, y les enviaba cartas con imágenes. Eugene A. Cernan, Harrison H. Schmitt y Ronald E. Evans, del Apolo XVII, respondieron a la Cofradía con una carta de agradecimiento firmada, en 1973.
Terminada esta última misión de la NASA al satélite, la historia fue cayendo en el olvido. En 1986, el intrépido Felipe deja el cargo de secretario de la Cofradía de Luna. Falleció en 1997, a la edad de 71 años.
El rescatador de la historia de Felipe Sánchez ha sido Herminio Rodríguez Pozo, un profesor de sexto de Primaria del colegio Nuestra Señora del Carmen, el único de Torre de la Reina, pedanía de Guillena (Sevilla).
El Programa Ariss, el programa educativo de la Estación Espacial Internacional, ha seleccionado a su colegio por el proyecto presentado. Los niños, gracias a la Asociación de Radioaficionados de Sevilla, contactarán por radio con la Estación Espacial en el primer semestre de 2019.
Emocionado, al saberse elegido, Herminio recordó la frase de su suegro, se fue a Pozoblanco e investigó, para motivar a sus alumnos con que todo es posible.
Lo cierto es que casi 50 años después, la extraordinaria historia aún no ha acabado: la cofradía quiere cerrar el círculo que trazó Felipe. «Hace años intentamos contactar con Pedro Duque, cuando era astronauta. Fue una cosa imposible», explica con sencillez Juan, el capitán de la cofradía.
«¿Puede usted contactar con él? Queremos que venga, como ministro o astronauta. Aquí vendría porque ha sido astronauta... Que venga cuando pueda. Si quiere, a la romería, y si no le gusta el folclore de la romería, que venga otro día. Veríamos si le hacemos Hermano de Honor, aunque eso habría que aprobarlo antes... un detalle grande tendríamos con él, eso seguro. A ver si lee su reportaje y se anima».
Antes de que lo lea, Crónica habla con el entorno de Pedro Duque y le traslada la invitación. Les resumimos la historia. «Acudirá. Contactará con ellos». Pablabra de astronauta. Y ministro.
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