30 de octubre de 2018

NACHO ALDAY - SOCIEDAD

martes, 30 de octubre de 2018


NACHO ALDAY - SOCIEDAD – 30/10/2018

En el famoso cuadro de Canaletto vemos la Plaza de Santa María Formosa, en Venecia.

A la derecha, un pequeño palacio, del cual sólo se puede ver una parte. En el centro, un pozo. Los personajes se dispersan lentamente por la plaza vacía. En ambos lados, edificios residenciales, unos más distinguidos y con cierto aire de nobleza, y otros más populares. Algunos tienen tiendas en la planta baja.

Se diría un pequeño mundo pacífico y armónico, hasta cierto punto cerrado en sí mismo, en el cual coexisten lado a lado las diferentes clases sociales, nobleza, comercio, trabajadores manuales, unidas en función de la iglesia al fondo, que, con su campanario, domina digna y maternalmente el cuadro, enriqueciendo el ambiente con su nota espiritual más alta.

Este microcosmos, ceremonioso, distinguido, no obstante marcado por una nota de intimidad, reunido alrededor de una pequeña plaza, revela el espíritu de una sociedad en que los hombres, lejos de querer disolverse en multitudes anónimas, tendían a constituir núcleos orgánicos y diferenciados, que evitaban el aislamiento, el anonimato, el aniquilamiento del individuo frente a la masa.

Cómo esta plaza, tan pintoresca y humana, tan distinguida, pero en la cual conviven armónicamente las clases diversas, tan típicamente sacral por la irradiación que ejerce la presencia del templo, diverge de ciertas inmensas plazas modernas, en que, sobre un maremágnum de asfalto, perdido en una agitada masa que circula en todas las direcciones, el hombre sólo tiene ante los ojos rascacielos ciclópeos que lo aplastan.

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