12 de septiembre de 2012
¿Otra rebanada al estado de bienestar?
VIDA&ARTES
EL PAIS - JOSÉ LUIS BARBERÍA 11 SEP 2012 - 21:42 CET33
Consideradas una rareza en Europa —llegaron a suponer el 54% del sector financiero español—, las cajas de ahorros parecen condenadas a romper con su modelo de dividendo social y a equipararse a la banca convencional. Bruselas y el FMI (Fondo Monetario Internacional) les exigen que cedan en favor del capital privado el control accionarial de los bancos que han creado recientemente. Sería la quiebra de un peculiar modelo que durante generaciones ha sumado eficazmente sus beneficios a los presupuestos públicos.
¿Saben los españoles que en los últimos seis años, sus cajas de ahorros invirtieron más de 10.000 millones de euros en asistencia social y sanitaria, cultura, educación e investigación, rehabilitación y conservación del patrimonio histórico artístico? ¿Son conscientes de que las reformas en curso conducen a la quiebra de ese sistema que en los últimos años ha destinado a obra social el 27% de sus beneficios? Es la labor social lo que está en juego, ahora que el universo de las cajas se descompone entre descalificaciones por la irresponsabilidad profesional de determinadas conductas y la politización de sus estructuras. A falta de una efectiva exigencia de responsabilidades, las cajas se desmoronan entre la resignación general, sin nadie que las defienda. Su hundimiento parece mostrar que el negocio financiero mezcla mal con los políticos y que la banca minorista lleva las de perder cuando se adentra en el mercado internacional de capitales y las ingenierías financieras. Pero la cuestión sigue siendo si el valor social debe ser sacrificado en el altar financiero y si el modelo es irrecuperable.
“Me pregunto si por sanear el sistema bancario es preciso desnaturalizar unas entidades que han complementado a los presupuestos públicos”, apunta Emilio Ontiveros, presidente de AFI (Analistas Financieros Internacionales) y miembro del consejo consultivo de la CECA (Confederación Española de Cajas de Ahorros). Esa duda recorre también los circuitos políticos, aunque, visto lo visto —particularmente elagujero abisal de Bankia—, y conocida la implicación de los partidos en la desastrada gestión de algunas de estas entidades, casi nadie osa romper públicamente una lanza a su favor. “Las cajas de ahorros,kaput”, se comenta igualmente en los ambientes financieros, mientras la inquietud sobre el futuro de la labor social se extiende por la vasta red de las 20.000 ONG españolas que en mayor o menor medida han recibido ayuda de las cajas. “La obra social de las cajas es patrimonio de los españoles y un pilar fundamental para quienes creemos en una sociedad de personas. Nos sentimos asediados. Desde 2008, hemos tenido un socavón presupuestario del 25%-30%”, afirma Enrique Galván, director de FEAPS (Confederación Española de Organizaciones en favor de las Personas con Discapacidad Intelectual). “Trece de las 51 empresas del sector han cerrado este año. El presupuesto público se ha reducido un 46% y si a eso sumamos las cajas… Estamos muy preocupados”, indica Antonio Coronel, gerente de Arespa (Asociación Española de Empresas de Restauración del Patrimonio). “Tenemos dificultades crecientes para el acceso al crédito y están suspendiendo convocatorias de proyectos sociales en los barrios”, señala Gema Gallardo, presidenta en Madrid de la EAPN (Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social).
El año 2012 puede ser el del enterramiento de lo que se denomina la “obra en colaboración”, ayudas que en muchos casos constituyen un buen soporte para acometer proyectos y sostener a las propias ONG. Se calcula que cada caja de ahorros colabora habitualmente con un promedio de 511 entidades sociales y les aporta una financiación media de 23.000 euros. Las consecuencias de la caída presupuestaria actual empiezan a aflorar: proyectos de asistencia sanitaria y social abandonados, suspensión de programas de empleo para discapacitados, cierres de bibliotecas, de residencias, de centros para las personas mayores, suspensión de exposiciones, actos culturales, becas… ¿Las Administraciones públicas podrán cubrir ese agujero, cargar con la montaña de padecimientos que la aportación de las cajas ahorra a las personas necesitadas? ¿Estarán en condiciones de reparar, conservar y restaurar, no la gran catedral, que para esa tarea de relumbrón no faltará la financiación pública o privada, sino el tejado, los arbotantes, la techumbre, las vidrieras, el retablo de la iglesia de pueblo, la ermita, los monumentos civiles?
De las 45 cajas que existían a principios de 2010 quedan hoy una docena y en un contexto de fragilidad extrema del que únicamente escapan La Caixa, Kutxabank, Ibercaja y Unicaja, las únicas que siguen manteniendo la mayoría de capital en sus respectivos bancos y continúan teniendo beneficios. Aunque en el pasado ejercicio 2011, la obra social logró mantenerse en los 1.125 millones de euros, gracias, sobre todo, a las reservas acumuladas en años anteriores, todo contribuye ahora a la progresiva mengua del margen de maniobra presupuestario. A la caída de los beneficios derivada de la crisis y al aumento de las dotaciones ordenadas por la UE y el Banco de España, hay que sumar la propia bancarización, la conversión de las cajas en bancos que da entrada al capital privado. Obviamente, el margen de beneficio de que podrá disponer la obra social se diluirá en la medida en que se diluya también su peso en el accionariado.
“La gente ha valorado poco la labor de las cajas porque era gratis, pero dentro de dos o tres años, cuando se acaben los fondos de reserva de las obras sociales, nos echaremos las manos a la cabeza”, augura Carlos Balado, que dirigió la Obra Social de la CECA hasta hace bien poco. A su juicio, la mayoría de las críticas vertidas contra las cajas son infundadas o no distinguen entre las que han sido bien gestionadas y las que no. “En lugar de sancionar a los malos gestores y defender el modelo con las modificaciones pertinentes, se ha optado por castigar al sistema sin tener en cuenta que la obra social de las cajas crea trabajo y riqueza y que por cada euro invertido todos estos años se ha creado otro”, afirma. Balado está convencido de que corremos el enorme riesgo de vaciar la palangana del agua sucia con el niño dentro. Al cierre del ejercicio de 2010, la obra social sostenía 45.000 empleos indirectos que sumar a los 3.522 empleados propios dedicados a la administración de esos dineros y contaba con casi 5.000 centros operativos. Su patrimonio estaba valorado en 1.850 millones de euros y el número de actividades anuales realizadas generalmente a través de las ONG superaba las 155.000. Desde que empezó la crisis, la inversión dedicada a la cultura ha ido disminuyendo a favor de la asistencia social —entre 20 y 30 millones se destinan anualmente a la financiación de comedores públicos—, de forma que hoy ocupa el 60% del presupuesto.
Las cajas han venido ocupando hasta ayer mismo un lugar propio en la historia económica y social española. Los primeros hospitales para tuberculosos, las primeras residencias de ancianos, la restauración de un patrimonio arquitectónico y artístico destrozado en la guerra y abandonado en la posguerra… se hicieron con esos ahorros. Han traído y llevado la cultura: bibliotecas, exposiciones, conferencias, cursos, becas, a pueblos y barrios, allí donde no llegaba la Administración. La lista de sus logros pioneros es tan extensa como sus manifestaciones más tangibles en el ámbito asistencial y cultural. La Casa Encendida(Madrid), las Caixa Forum y CosmoCaixa con sedes en Madrid y Barcelona son centros de gran actividad cultural que producen un efecto económico multiplicador.
La incógnita es si ha fracasado el modelo o una forma de gestionarlo. Mientras la obra social de la arruinada Caja Madrid intervenida por el FROB (Fondo de Restructuración Ordenada Bancaria) estatal apenas dispone para el presente ejercicio de un presupuesto extraído de sus reservas de 31 millones, frente a los 180 del año 2008, La Caixa catalana ha seguido contando por quinto año consecutivo con un montante de 500 millones de euros.
Unas más y otras menos, las obras sociales, llamadas a convertirse en fundaciones, disponen de un importante patrimonio histórico artístico en buena medida abocado a la venta. ¿Podrán las Administraciones mantener los museos, salas de exposiciones, pinacotecas, palacios y edificios históricos adquiridos y restaurados por las cajas? A la también intervenida Cataluña Caixa, le queda al menos el recurso de financiar su obra social con las entradas (más de un millón de visitas anuales) a La Pedrera, el edificio modernista de Gaudí en Barcelona.
En contraste con esta penuria, La Caixa catalana continúa convocando concursos para proyectos y dinamizando la labor de las entidades sociales. La caída de los beneficios —en el primer semestre del año se situaron en los 200 millones frente a los 1.300 y pico obtenidos en el conjunto del ejercicio del pasado año—, no le ha impedido mantener su inversión en obra social gracias a las reservas y a los dividendos de su potente holding industrial. “Vamos a jugar a empatar o a ganar. Se trata de conseguir más con los mismos recursos. Por ejemplo, aprovechando que tenemos la mejor o una de las mejores colecciones de arte contemporáneo vamos a intercambiar exposiciones con El Louvre y El Prado”, anuncia Jaume Lanaspa, director de la obra social de la caja catalana. Él no contempla la desaparición de la obra social. “Tenemos tres patas: el negocio bancario, la participación en el grupo industrial (Telefónica, Repsol…) y la obra social. Si desaparece una de las tres patas ya no será La Caixa”, afirma.
“No hay futuro para este modelo. Muchos de los servicios de las obras sociales van a ser de pago. La obra social será más pequeña y estará orientada a su propia sostenibilidad”, vaticina Ricard Valls, director de Zohar Consultoría y estudioso del problema. Si, como exige Bruselas y acepta España, las cajas deben perder la mayoría accionarial de sus bancos, hay que suponer que solo podrán destinar a obra social el dividendo que les corresponda en función de su posición minoritaria. Lo previsible es que la lógica del negocio bancario termine imponiéndose y que el beneficio destinado a la obra social se reduzca a un porcentaje testimonial como el que caracteriza la RSC (Responsabilidad Social Corporativa) más próxima al marketing de las grandes corporaciones bancarias. Conviene tener en cuenta que en el caso de los grandes bancos españoles ese porcentaje “testimonial” del 2% del beneficio puede suponer 50 millones de euros. “Lo que nos diferencia de los bancos es la obra social”, ha proclamado muy enérgico el presidente de La Caixa, Isidro Fainé. Pero también el presidente de Bankia, Ignacio Goirigolzarri, ha dicho que su grupo mantendrá algún tipo de obra social.
Jaume Lanaspa no acepta la equiparación. “El elemento cualitativo que nos distingue de los bancos es la sensibilidad, nuestro compromiso en la lucha contra la pobreza infantil, nuestras becas de estudio para los reclusos, nuestra labor con los necesitados, no el marketing. Confío en que nuestro modelo sobreviva gracias al arraigo y a la vocación”. Lo que parece claro es que las cajas supervivientes tendrán que adaptar sus estructuras. Se acabó atender peticiones del estilo “hay que habilitar cinco millones de euros para cubrir los actos del 2 de mayo porque lo pide la Comunidad de Madrid” o “Sí, honorable president, atenderemos al consejero para cuadrarles el presupuesto”. Se acabó secundar proyectos faraónicos o fantasiosos de políticos megalómanos. “Venimos de un modelo de solo gasto que ya no podremos sostener. En la CECA, estamos estudiando cómo obtener un cierto retorno en algunas de nuestras actividades. Podemos trabajar con microcréditos a intereses muy favorables que jamás daría un banco y tendremos que aligerar nuestra estructura porque los ingresos serán variables. También necesitaremos marketing para que la gente sepa lo que hacemos, que no lo sabe”, destaca María Teresa Fernández Fortún, presidenta de la Comisión de Obra Social de la CECA.
Los 10.000 millones invertidos en seis años constituyen una cifra muy superior a las aportaciones filantrópicas de Bill Gates, considerado el mayor donante privado del mundo, pero incluso en España la disposición benefactora del presidente de Microsoft parece gozar de más popularidad que la de las cajas de ahorros. Esta es la gran queja de los responsables de la obra social, alarmados ante el discurrir de un proceso que amenaza con privar a las cajas de sus señas de identidad y del sentido acreditado a lo largo de su larga historia.
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