22 de septiembre de 2012
“Hago pública la bomba de Sáenz de Santamaría sobre el GAL”
EL PAÍS Madrid 22 SEP 2012 - 11:56 CET16
Estos son los extractos de algunas de las principales revelaciones políticas del libro de Bono:
Reunión con Alfonso Guerra en Ferraz, la sede federal del PSOE en Madrid. (…) Llego puntual a las once. Frialdad en el saludo. «He venido para saber ―le digo—si es posible ser amigo tuyo aunque no coincidamos en todo.» «No te puedo impedir que me tengas afecto», me espeta. ¡Qué arrogancia! En ese instante decido que es el fin y que no estoy dispuesto a soportarle mansamente ni un día más. Le hablo con una claridad a la que no está acostumbrado: «Los afectos o son mutuos y recíprocos o no son, yo creo que puedo vivir bien sin tu amistad. Hoy empezaré a hacerlo». Se sitúa a la defensiva y me reprocha que le haya faltado a la lealtad: «Estoy muy vivo, no soy el cadáver que tú te crees». Casi todo su malestar lo cifra en «esa cena toledana que organizaste para que interviniese Obiols pero yo sé muy bien que lo hiciste con la intención de impulsar a Serra» (…).
Aquella cena era pues el problema con Guerra. «Estuve a punto de prohibirla», me dice. ¿Prohibirla? Se considera dueño de voluntades ajenas; Guerra tiene una idea del poder en la que sólo caben subordinados que le obedezcan o le halaguen. Sostiene que la «cena toledana la montaste a mayor gloria de Serra», y para intentar mortificarme añade: «Defiendes a quienes no te quieren. El otro día Obiols presentó una revista en Madrid y dijo que era una publicación para gente seria y no para los Ibarra, los Bono, etc.». Me percato de que estoy hablando con un profesional, con un perito en intrigas. «No entiendo —asegura— tu cambio; antes me consultabas hasta el nombre de un concejal de Cuenca... y ahora te dedicas a cuidar la imagen de mis enemigos; incluso me mandabas pasteles...» Efectivamente, los primeros miércoles de mes, en Infantes elaboran unos pasteles llamados alfonsinos ―así nombrados en honor de otro Alfonso, el rey Alfonso XIII, que los degustó en los años veinte— y compro una docena de vez en cuando. Sabedor de la afición de Guerra por lo dulce, los comparto con él. Así fue hasta enero.
Creo que intenta ofenderme sin conseguirlo (…). Guerra se cree más que los demás y, por supuesto, mucho más que yo.
Lo más peregrino de la conversación es su teoría sobre la conspiración universal contra el partido, es decir, contra él. Por ejemplo, cuando habla de Jesús de Polanco, presidente de Prisa, en su relación con los ministros Carlos Solchaga, Javier Solana y Narcís Serra:
—Polanco intentó acabar conmigo aliándose con Solchaga, después con Solana y ahora con Serra. Esto no son opiniones sino datos y ya verás dónde acabáis todos.
—Al final, acabaremos en el cementerio, pero tú también —le digo.
—Felipe se equivocó al anunciar que no se presentaría a las próximas elecciones, y Serra no será el candidato porque al candidato lo va a elegir el partido, y no Felipe.
—Sí —le contesto—, pero lo va a elegir todo el partido, no sólo tú y los pocos que te van quedando.
—¿Pocos? Ya veremos quién es mayoritario cuando se vote en la Ejecutiva.
—Ya verás en lo que va quedando el guerrismo.
—Me da pena ver tan claramente adónde vais a ir a parar todos vosotros.
—Yo hubiera querido estar contigo, pero eso de que «el que se mueve no sale en la foto» ya pertenece al pasado. Somos muchos los que no queremos retratistas que nos inmovilizan.
(…) Para mostrarle que está fuera de la realidad, le digo:
—Este año la ministra Matilde Fernández, que te es tan leal, ha dicho que no asiste al Día de la Mujer en Alcalá del Júcar porque no le gustan los actos a los que se transporta a la gente en autobús; dice que «son actos franquistas». La pobre ministra parece ignorar cómo llenamos las plazas de toros y los campos de fútbol cuando tú vas a un mitin.
—¿Cómo los llenáis? —me pregunta.
—¡Con autobuses, con muchos autobuses!, por supuesto. ¿Acaso crees que al anuncio de tu presencia en un pueblo las mujeres dejan de amamantar a sus hijos y corren a escucharte? Cada vez nos cuesta más llenar los autobuses.
—¿Por qué me cuentas a mí esto?
—Porque es la ministra Matilde quien habla del rechazo a los autobuses y porque ella es fiel portavoz y seguidora tuya.
—Yo no necesito portavoces.
—Pues seguidores, vas teniendo cada vez menos.
Se levanta. No soporta que le conteste. Es natural. Han sido muchos años de sumisión y estoy liberándome. No aguanta haberse ido del Gobierno y que el mundo siga girando como si nada hubiese ocurrido. Ya de pie, me lanza:
—¡Ya verás dónde acabáis todos!
—En el cementerio, Alfonso, en el cementerio, ya te lo he dicho. Ahí vamos a acabar todos. (…) Por importante que se sea, todos cabremos en una caja similar y sobrará caja, y tú también, Alfonso. Eso, si no te incineran, porque en tal caso, no quedará ni rastro de ti.
El cementerio al que me refería era el de mi pueblo, y las dos personas, mis padres, a quienes han cambiado de sepultura la semana pasada, pero no se lo digo. Ya no quiero compartir con él nada personal. No ha sido un trago fácil porque a Guerra le he tenido afecto muy sincero, pero ya no puedo soportar la situación de dependencia y de subordinación. No me siento cómodo. Y lo lamento porque, pese a todo, durante más de quince años hemos mantenido una amistad que no resultará fácil olvidar. (…)
Al salir del despacho me siento tranquilo y libre. Voy al AVE para hacer un viaje de prueba entre Madrid y Ciudad Real con periodistas. Me encuentro con el presidente del PSOE, Ramón Rubial, al que resumo mi conversación con Alfonso. Me da su opinión:
—Hay que decir siempre lo que cada uno opina. Yo no estoy ni con Alfonso ni con Felipe, pero eso que le has dicho es duro. Átate los machos porque Guerra reaccionará. ¿Cuántos le habrán hablado a Alfonso de modo parecido a como lo has hecho tú?
—Que estén vivos, políticamente vivos, sólo uno que es Bono —añade Mercè Sala, la presidenta de Renfe.
Rubial me anima a escribir mis experiencias. A la vuelta del AVE a Madrid tomo notas por escrito e inicio la elaboración de este diario.
A las 13.30 horas me entrevisto con Benegas en Ferraz. Le traen un comunicado de prensa relativo a la querella que ha presentado el PSOE contra Diario 16 y ABC por haber publicado que el partido se financia irregularmente. Hablamos del asunto y mi posición es que deberíamos reconocer algo de lo que se haya hecho mal para obtener así alguna credibilidad ante la sociedad. Benegas dice que es imposible, «porque si reconocemos algo, por ejemplo en el asunto de Filesa, perjudicaríamos a mucha gente. El primero sería el banquero Alfonso Escámez, que fue quien propuso la fórmula de hacer informes, que han usado también CiU e IU, pero lo han hecho mejor que nosotros. CiU ha montado un sistema de recaudar cuya justificación formal son los sorteos y cenas entre la militancia. IU recibió dinero del presidente de la CEOE, José María Cuevas, según me cuentan antiguos comunistas hoy militantes del PSOE, pero cuando llamé a Anguita para hacerle notar su debilidad —prosigue Benegas— se limitó a decirme que eso ocurriría en la época de Gerardo Iglesias».
Los comunistas tienen una aureola de limpieza que parece imposible de traspasar, incluso ante noticias publicadas de manera muy clara por medios de comunicación, como, por ejemplo, el diario El País, que informó el día 30 de agosto de 1992 que el PCE seguía recibiendo dinero de la URSS en 1989, según documentos secretos del KGB hechos públicos por el fiscal general de Rusia, Stepankov.
Respecto de Filesa no está muy seguro de que el asunto no acabe mal, ya que «el juez Marino Barbero parece que arrastra un agravio contra Gregorio Peces-Barba, que le había avalado en la compra de un chalet. Como resultó moroso se ejecutó el aval contra Gregorio y éste entonces repitió la acción contra Barbero». Si la venganza procede de la financiación de su chalet resultaría muy triste para la Justicia española.
Le cuento lo que me ocurrió en Albacete con la Justicia. El 15 de enero de 1987 escribí una carta al presidente del Consejo del Poder Judicial en relación con el asunto del niño Andrés Fernández, que había sido multado, ¡a sus siete años de edad!, en sentencia judicial por haberme escrito una carta abierta en un periódico de Albacete el 15 de julio de 1986, quejándose de que el alcalde del PP maltrataba a su padre, que era el alguacil de Jorquera. En el Boletín Oficial de Albacete del 9 de enero de 1987 se publica la sentencia número 339 del Juzgado de Instrucción número 1 de Albacete, en la que el juez José García Bleda condena al menor Andrés Fernández Santiago y a sus padres a indemnizar conjunta y solidariamente al alcalde del PP por daños y perjuicios morales con la cantidad de 25.000 pesetas. A ese niño le dije en una televisión: «Si en vez de hijo de un alguacil fueras hijo del conde de Romanones, no te habrían condenado». Varios magistrados encargaron al abogado Javier Sánchez Carrilero que interpusiera demanda civil contra mí pidiendo 40 millones de pesetas de indemnización. Hablé con un famoso magistrado de Albacete y le mostré las cintas de la conversación con una gitana a la que se prometía una sentencia favorable para su hijo si accedía a determinados favores. A otro le expliqué lo que mucha gente de Albacete decía: que un magistrado había aprobado las oposiciones a judicatura porque se presentó su hermano a los exámenes haciéndose pasar por él. La demanda contra mí no se presentó.
(…) Cena en Madrid con el ministro Rubalcaba y el ex ministro Maravall. Coincidimos en que Felipe debería prescindir de Guerra y de los fundamentalistas para ofrecer ante los electores una imagen renovada. Según cuenta Rubalcaba, Guerra ha dicho a Jesús Quijano, secretario general del PSOE de Castilla y León, que «los cajones que más tuvimos que limpiar en Ferraz fueron los de Felipe»[1]. No puedo admitirlo. Creo a Rubalcaba y creo a Quijano, que se lo ha dicho, pero al igual que ellos no me creo la información sobre Felipe: los cajones de Felipe no los imagino sucios. Según Maravall, ese temor que arrastra Felipe no le permite adoptar las medidas que pudieran
conducir a un escenario sangriento. ¿Alguien cree que Felipe dejaría en sus cajones de Ferraz documentos comprometidos? Sería tan necio como el que puso una zorra a guardar gallinas.
(…) Felipe se muestra muy consternado por el atentado de ETA, anteayer, 21 de junio, en la calle Joaquín Costa de Madrid, en el que murieron siete militares. Se nota que nos habla con las vísceras: «Me salen los instintos más primarios y lo primero que pensé cuando me informaron del atentado fue en una operación, que deseché, consistente en hacer volar a todos esos [...] en una reunión que iban a tener en Bayona y de la que teníamos noticia previa». Se le ve afectado y conmovido. Se trata de un sentimiento tan humano como comprensible. Si algún inquisidor quisiera condenar al presidente por este sentimiento, habría que recordarle que sólo cabe el juicio de los hechos, no de las intenciones ni de los impulsos.
Lerma atiende a los periodistas que ha convocado y nosotros paseamos con Felipe por el jardín hasta que se va la prensa. Nos enseña los bonsáis. Los tiene todos en la memoria, y deben de ser más de trescientos. Se le nota muy interesado por los arbolitos.
A las once, entrevista con el fiscal general del Estado, Eligio Hernández. Me habla de las muchas dificultades con las que encuentra por culpa de «unos fiscales que están bastante dominados por el Opus». En relación con Filesa me comenta una conversación con el banquero Alfonso Escámez en la que
éste le dijo: «Mire, don Eligio, como tenga que ir a declarar sobre Filesa, también pienso hablar del dinero que hemos dado al PP, que es mucho más que el entregado al PSOE». (…)
(…) [El miércoles, 24 de enero] se ha anunciado el procesamiento de Barrionuevo y Rafael Vera. Esto es lo que cualquiera entiende como un mal comienzo de una campaña electoral. (…).
Hoy, camino de Telecinco, llamo al general José Antonio Sáenz de Santamaría para ver si me autoriza a decir que fue él quien se entrevistó con dirigentes del PP y que éstos mandaron dar carpetazo a la comisión del GAL del Senado cuando supieron lo que podría contar el general. Me autoriza y tomo la precaución de que José María Barreda vaya escuchando por el teléfono del coche sus palabras. Concretamente me dice: «Si a ti te preguntan más detalles tú diles que el PP impulsó la disolución de la comisión de investigación al saber que Sáenz de Santamaría iba a hablar de Fraga. Como yo iba a hablar de todas estas acciones lo que quieren sacarme ahora es
lo del Batallón Vasco Español, cuando yo estaba en Bilbao de delegado y quieren datos... de muertos; y yo de ahí no pasó.
»Martín Villa —prosigue el general— habría informado al presidente del PP de mi intención de desvelar a la comisión del Senado todos los casos de guerra sucia que conozco desde 1975. Entonces se [...]. Me propusieron que me pusiese enfermo para no ir a la comisión de investigación. Martín Villa no logró convencerme de que hiciera abstracción de la etapa de Manuel Fraga como ministro de la Gobernación tras la muerte de Franco, así como la posterior de UCD con Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo en la Moncloa. Yo estaba dispuesto a contar comprometidos asuntos, aunque sin imputar responsabilidades a los ex presidentes de Gobierno. La idea era que se hacían cosas y los presidentes del Gobierno no se enteraban.» (…)
Al llegar a Telecinco declaro lo que el general me ha autorizado: «Hay un general español, que fue director general de la Guardia Civil, jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, y lo fue en la época de los ministros del Interior Manuel Fraga, Rosón, Ibáñez y Martín Villa. Este general fue citado a declarar en la comisión GAL del Senado: es el general Sáenz de Santamaría y cuando el Partido Popular supo que iba a decir en el Senado todo lo que él sabía de la lucha antiterrorista, el Partido Popular decidió pasar página». Se monta un gran escándalo. (…)
(…) Viajamos a Bilbao, al entierro de Ramón [Rubial], en un avión de Air Europa. Casi lo llenamos los dirigentes del Partido Socialista. A mí me toca al lado de Joaquín Almunia, quien me dice que «debes estar preparado para ser el candidato a la presidencia del Gobierno, después de las elecciones autonómicas del 13 de junio. Si logras buenos resultados en Castilla-La Mancha y yo creo que los vas a obtener, no tendrás más remedio que aceptar la nominación. Puede ser que esperemos unos meses o que lo hagamos inmediatamente, pero debes ir haciéndote a la idea de que serás el candidato
para las próximas elecciones porque no tenemos otra alternativa. Otra posibilidad es Javier Solana, pero con la guerra de Kosovo está achicharrado».
Me inquietan y perturban sus palabras. Mi obsesión, le digo, «es ganar las elecciones autonómicas y, sólo a partir del día 14 de junio, pensaré en lo que me dices, pero en todo caso no puedo dimitir de presidente de Castilla-La Mancha para ser candidato a la Moncloa». Insiste con buenas maneras y da la impresión de que habla de buena fe.
A la salida del avión y mientras vamos en el autobús desde el aeropuerto de Sondica hasta el hotel Ercilla, en Bilbao, Felipe, que se sienta a mi lado, asegura que «ya sé lo que te ha propuesto Almunia y estoy de acuerdo en que seas el candidato. Debes decidirlo pronto. Mañana ceno con el grupo Prisa y trabajaré en esa dirección». También añade Felipe: «Me ha llegado una información escrita de que en la Moncloa quieren ir a por ti con dossiers y ataques permanentes y no creas que este comportamiento del PP se debe al fraude del lino sino a la posibilidad de que seas el candidato a la Presidencia del Gobierno». Queda en enviarme información.
(…) De vuelta a Madrid llenamos otra vez el avión los dirigentes del PSOE. Rubalcaba comenta en broma, mientras avanza por el pasillo del avión: «Me dan ganas de quedarme en el aeropuerto porque si se produce un accidente yo sería el único sustituto de todos vosotros».
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