7 de diciembre de 2015
María Luisa de Prusia: «Las que hemos nacido princesas sabemos lo que significa ser reina»
Este lunes la prima de Doña Sofía preside un año más su gala para la lucha contra el sida
Bella, elegante... aristocrática, si no fuera una redundancia con su heráldica.Bisnieta del último Emperador de Alemania, prima de la Reina emérita Doña Sofía y mujer del conde Rudi von Schönburg, la Princesa María Luisa de Prusia lleva más de 40 años siendo un referente solidario en la sociedad marbellí. Su vida es ilustre y prosaica, a partes iguales. La mujer que aterrizó en Marbella por amor, hace cuatro décadas, divide los días entre su familia y la solidaridad; entre los jardines del Marbella Club -pulmón hotelero de la Milla de Oro, al que su marido está vinculado- y la presidencia de la Asociación Concordia Antisida.
Refinada y próxima, nos recibe en uno de los encuentros culturales marbellíes que promueve la periodista Amparo de la Gama, donde habló de su tradicional «Cena de San Nicolás», que se celebrará el 7 de diciembre en el hotel Puente Romano. El evento navideño más emotivo de la ciudad.
—¿La solidaridad requiere mucho afán?
—Es un no parar. Para la gala de san Nicolás vendrá mucha gente de fuera. Será precioso, con muchos detalles para la juventud, una rifa, actuaciones... En fin, debe quedar todo perfecto...
—Se habla de que el próximo verano tal vez no celebre su conocida gala marbellí, sería la primera vez...
—No es del todo cierto... Créame, haremos todo lo posible por encontrar los fondos necesarios para llevarla a cabo. Yo me estoy dejando la piel en ello.
—Más allá de la crisis, ¿es difícil, puesto que hay otras galas, como la Starlite o la de Eva Longoria, o cree que hay sitio para todos?
—(Suspiro) ¡Es mucho más difícil! Es un lago donde pescamos todos y... cada vez resulta más complicado. Además, quienes vienen aquí a hacer sus galas se llevan el dinero a sus fundaciones o dejan solo una parte aquí... Hay treinta asociaciones que tratamos de sobrevivir, y aunque la gente es muy solidaria, tiene un límite. Cada año está más difícil, no encuentras patrocinadores.
—¿Le decimos a Antonio Banderas que se mueva a otro lugar de Málaga? Mire que es un encanto y lo mismo hay acuerdo...
—(Risas) ¡No, por Dios! Marbella está muy feliz de tenerle aquí, con ese gran festival... y su gala resulta algo estupendo para este lugar.
—En cualquier caso, la solidaridad es su vida...
—Pues sí. Yo no podría vivir aquí jugando al golf, de cóctel en cóctel. Ni pasarme todo el verano debajo de una palmera. Esa no es mi vida. Mi vida es ayudar. Fui enfermera de niños, trabajé en Somalia, estuve veinte años en Unicef y ahora hago todo lo que sé y puedo en la Asociación Concordia. Una tía mía me leyó la mano cuando era adolescente y me dijo que tendría una existencia llena de suerte y felicidad... Así ha sido. Lo menos que puedo hacer es devolver un poco de lo mucho que Dios me ha dado.
—¿Por qué el sida, de entre todas la acciones solidarias por las que se podía decantar?
—Porque he visto que nadie se atrevía a hacerlo. Había rechazo hacia los afectados por esta enfermedad. Una sanitaria me pidió ayuda y creí, íntimamente, que era mi obligación. Abrir los ojos de los demás hacia este gran problema... e intentar cambiar la mirada y la mente de aquellos que no la padecen, hacia este gran problema. Dentro de la asociación puedo saber cómo está cada uno de ellos, a dónde va destinado cada euro....
—Usted es prima de la Reina, y siempre se han llevado muy bien... Ahora que es Reina emérita, ¿tienen más tiempo para verse?
—El 22 de septiembre nos visitó en Concordia, en nuestro pequeño centro en San Pedro, y fue una gran alegría. Lo hizo de forma privada y disfrutamos mucho con el encuentro. Ahora que se ha descargado un poco su agenda, confiamos en poder vernos más. Lo esperamos las dos. Pero es muy difícil porque cuando ella se desplaza tiene que llevar mucha seguridad, y no quiere ser gravosa para las arcas del Estado. Es una Reina muy austera. Por tanto, seré yo la que intente ir a Madrid de vez en cuando, sin que se entere nadie, para que no sean gravosos nuestros encuentros.
—¿Qué tal la vio?
—Muy bien. El rato que tuvimos de almuerzo, en casa, fue muy familiar y muy bonito. Pero no nos dio tiempo a hablar de todo lo que hubiéramos querido... Nos tenemos mucho cariño.
—Para que todo el mundo lo comprenda, ¿cuál es su parentesco?
—La abuela de la Reina y mi abuelo eran hermanos. Por eso somos primas. Eso por parte de mi padre.
—Don Felipe y Doña Letizia, ¿qué tal cree que están cumpliendo con sus deberes?
—Creo que lo están haciendo fenomenal. Tenemos un joven Rey, preparado, inteligente y, para colmo, ¡guapo! Además ha tenido un ejemplo fantástico en sus padres. No puede hacer mejor su trabajo, creo yo. Por otro lado, cuenta con el apoyo de Doña Letizia, que es una mujer muy formada... ¡Y qué educadas tienen a sus niñas!... Y no olvidemos que la Princesa Leonor será Reina.
—Cada vez más Reyes europeos se casan con mujeres sin título nobiliario... ¿La realeza se ha cansado de sí misma, es sano que llegue aire fresco a las monarquías?
—(Risas) Puede ser. Mira el caso de Máxima en Holanda, que es una Reina muy querida, o Kate Middleton en la Corona británica. Si eligen bien, es lo mejor para un pueblo, ¿no? En cualquier caso, siempre he pensado que las nacidas princesas tienen más miedo al trono, porque saben lo que significa un reinado. Las demás sienten la ilusión de ser princesas o monarcas por amor, pero quienes hemos nacido con esa condición sabemos lo que significa... Y decimos «no», porque sabes lo que es no tener un segundo para ti. La prensa en cada rincón, sin apenas vida privada... Es realmente difícil y duro. Muy duro.
—Por eso usted siempre ha dicho que nunca quiso ser reina....
—¡Ni por todo el oro del mundo! ¡Qué vida! Cada día y cada hora están programados; cada minuto, impecable y expuesta. Algunas mujeres pueden tener ese sueño, pero es un trabajo durísimo. Solo puede pensar así quien no lo ha vivido... Yo nunca quise, porque tengo un conde maravilloso, que es mi príncipe azul. Y mis niños forman el punto que le faltaba a mi «i».
—Junto con su marido, el conde Rudi von Schönburg, ha conocido a mucha gente... ¿De quién tiene un especial recuerdo?
—Me viene a la cabeza la princesa Ann-Mari von Bismarck (madre de Gunilla von Bismarck), que para mí fue un ejemplo de elegancia, buena anfitriona y persona capaz de mezclar distintas personalidades (políticos, actores, escritores...) en un mismo evento y que resultaran veladas interesantes, a todos los niveles.
—¿Siguen fiscalizando que a sus galas acudan gentes con sus mejores trajes para ayudar a los que menos tienen?
—Hubo una época en la que lo hacían, pero se han dado cuenta de que quienes vienen con un traje de firma y sus joyas son, precisamente, quienes pagan muchos euros por un cubierto que va a nuestro trabajo para atender al centenar de enfermos de sida y a sus familias. Si hiciéramos las cosas de otro modo, ¿no cree que recaudación sería menor?
—Por último: le he oído decir que una princesa no vive de manera diferente al resto de los mortales...
—¡Por supuesto! Tenemos los problemas de todo el mundo, con todas las distancias posibles. Yo voy de un lado a otro en mi pequeño Ford, hago la compra, me ajusto el cinturón con la selección de trajes, limpio, ordeno, sé qué tal están mis hijos... todo, menos guisar. La intendencia de mi casa la llevo yo. No olvide que soy Virgo y controlo el orden de todo. Cuando hay crisis, la hay para todos.
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