Alicia Muñiz (Luanco, Asturias, 1948) se acaba de jubilar tras 41 años de profesora en el Fernando de Herrera, que dirigió durante 27. Su centro ha sido el mejor de Sevilla este año en las pruebas de Selectividad y pionero en los centros públicos de Andalucía de los programas de bilingüismo. Muñiz estudió Filología en la Universidad de Sevilla y trabajó en la Universidad de Nueva York. «Todos los sinsabores que he tenido a lo largo de estos años me los ha compensado haber luchado por la dignificación de la enseñanza pública en Andalucía, a pesar muchas veces de la Administración», comenta a ABC.
Respecto a la situación actual de la educación, afirma que «hay mucho que mejorar. Ahora la Universidad no está ejerciendo para nada de filtro, como hacía antes. El 97 por ciento del alumnado que llega a la enseñanza superior está obteniendo ahora la licenciatura o el grado. Y las oposiciones también se han devaluado muchísimo. Veo que hoy hay excelentes profesores pero veo que llegan a los institutos profesores poco preparados, en general».
Y añade: «A los institutos están llegando muchos niños que no saben leer comprensivamente y están abocados al fracaso escolar. Creo que la promoción automática es uno de los grandes males del sistema. Por la política educativa que tenemos, los niños pasan de curso a curso sin saber leer comprensivamente. No repiten y eso debe ser corregido.
Para Muñiz, otro de los grandes problemas de nuestro sistema educativo es la injerencia de la Administración. «Los profesores le llamamos «aprobado de despacho». Los padres tienen derecho a reclamar una revisión de la calificación, pero lo que no está bien es que la Delegación de Educación, sin tener en cuenta los exámenes del alumno ni su trabajo a lo largo del curso, busque defectos burocráticos para justificar una corrección de sus notas. No debería ser una cuestión de papeles, sino de si el niño sabe o no sabe», dice.
La exdirectora del Fernando de Herrera afirma incluso que «se ha aprobado a alumnos que han dejado los exámenes en blanco o que ni siquiera se presentaron, porque no sé qué papel faltaba en el plan de centro o en la comisión tal».
Y niega que se suspenda alegremente en su instituto o en cualquier otro: «A ningún profesor de ningún centro le gusta suspender y lee y relee el examen y los trabajos antes de tomar esa decisión. Lo que queremos todos los profesores es que los alumnos aprendan y sepan y que la nota refleje su esfuerzo».
—¿Y han tenido que aprobar a muchos alumnos que no se lo merecieran?
—Todos los años. Y eso nos rebela a todos los profesores. Es una cuestión sangrante.
Cuando se le pregunta por el defecto más habitual de los profesores novatos, Muñiz lo tiene claro: «Que enfocan la docencia como si fueran exclusivamente animadores. El profesor tiene que ser en parte animador en el sentido de motivar al alumno pero lo fundamental es el conocimiento, no lo lúdico. Tienen que enseñar y no ir sólo a entretener.
Pero lo más preocupante para Muñiz es la falta de vocación: «Entiendo la docencia como un ejercicio vocacional y muchos que entran ahora en el profesorado buscan simplemente un empleo estable. Eso es legítimo, pero para mí la vocación es fundamental. Y veo que es cada vez más escasa entre los nuevos docentes», dice.
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