Felipe Fernández-Armesto: «Para construir EE.UU. como nación se ignoró lo hispano»
Día 01/12/2014 - 16.23h
Tras su oportuno éxito al otro lado del Atlántico, se publica en español «Nuestra América», en el que reivindica una historia hispánica de Norteamérica
Su madre, británica. Su padre gallego, que firmaba como Augusto Assía, fue un gran corresponsal en Londres, Washington y Berlín. Y se puede decir que Felipe Fernández-Armesto escribe sus libros de Historia como un periodista, lo que, a su juicio, es un «gran piropo». Según explica, «periodista e historiador son profesiones muy parecidas: consisten en identificar y comunicar problemas interesantes». Uno de los problemas al que ha dedicado varios años de trabajo entre Indiana, Londres y allá por donde le lleven sus investigaciones es una historia hispana de Estados Unidos.
Con el título de «Nuestra América», el libro, publicado por Galaxia Gutenberg y para el que ha llevado a cabo una investigación patrocinada por la Fundación Rafael del Pino, forma parte de su obsesión por ir más allá de lo previsible y la perspectiva habitual. En este caso, es como si le hubiera dado una vuelta chocante pero necesaria al mapa. Lugares como México, California o Texas quedan arriba y Nueva Inglaterra, hacia abajo.
–¿Por qué es tan desconocida la parte hispana de la historia de EE.UU.?
–Durante el siglo XIX y XX, para construir EE.UU. como nación, se ignoró lo hispano. De entre todos los estados-naciones de la modernidad, EE.UU. es el que menos validez tiene como nación porque es una mezcla de todo. De ahí, la importancia política y social de crear mitos unificadores y de narrar una trayectoria única de la historia. Y esa trayectoria resultó ser la anglosajona. Fundamentalmente por dos motivos: la expansión hacia al Oeste desde la orilla Atlántica donde las colonias británicas se habían arraigado y porque los enemigos en aquel entonces eran los mexicanos y los españoles.
–Además de una historia incómoda, usted también argumenta que los hispanos forman parte del futuro de Estados Unidos.
–No quiero atribuirles un papel de excesiva importancia, ni una unidad entre sí que no tienen porque lo hispano abarca una diversidad de identidades, posturas y tendencias. Aunque lo cierto es que EE.UU. necesita incorporar a toda esa gente y evaluar la presencia de la minoría hispana, cada vez es menos minoría de una forma muchísimo más positiva que hasta ahora. Y también reformar su actitud hacia los países vecinos porque el único futuro económico y social factible para EE.UU. es un futuro de colaboración a nivel hemisférico por motivos demográficos, de recursos naturales y por la gran competencia a nivel mundial que representan países como China.
–¿Cree que esa trayectoria incluirá un hispano en la Casa Blanca?
–Lógicamente sí, no hay ningún motivo para que no sea así. Bill Richardson fue un candidato bastante fehaciente hace unos pocos años. Y existe un Marco Rubio... pero en el fondo qué más da que sea un hispano o un negro. Esas identidades realmente son cada vez menos importantes. Lo que hace falta en la Casa Blanca es una persona capacitada. Y hasta ahora no la hemos tenido.
–¿Qué le parece que 230 años después se cuelgue finalmente un retrato de Bernardo de Gálvez en el Capitolio de Washington?
–Se están logrando algunas pequeñas victorias a la hora de corregir mitos de la historia de Estados Unidos. Por lo menos entre ciertas élites y en ciertas zonas del país existe, cada vez más, una tendencia a reconocer la aportación española a la guerra de independencia norteamericana.
–En su análisis, usted argumenta que Estados Unidos no tiene necesidad de ser un reducto angloamericano para preservar su identidad.
–Un siglo antes de que llegasen los británicos, el español ya se hablaba en territorio que hoy forma parte de Estados Unidos. Y la cultura hispana sigue presente, y cada vez más presente, en todos los aspectos de la vida norteamericana. Por supuesto que todas las comunidades que forman parte de Estados Unidos –sobre todo los judíos, italianos, alemanes, polacos– han aportado sus propias contribuciones. Pero la aportación hispana tiene la ventaja de ser muchísimo más larga que cualquier otra, con la única excepción de los indígenas.
–¿Qué papel juega la polémica sobre inmigración ilegal en la rehispanización de Estados Unidos?
–A mí me gusta emplear la expresión «inmigrantes imperfectamente documentados». El motivo de su situación no tiene nada que ver con la ilegalidad. En su gran mayoría esa gente quisiera tener esos documentos pero se los niegan. Y la situación surge por motivos puramente económicos. A los empresarios en EE.UU. les conviene ese contingente de mano de obra baratísima, explotada por carecer del papeleo que les exige la burocracia estadounidense. Y, desgraciadamente, la gran reforma necesaria para solucionar esto parece imposible. Aunque en términos demográficos esa gente es importantísima para la rehispanización de Estados Unidos. El país ya no puede funcionar sin acceso a esa mano de obra, a la que al mismo tiempo se le deniegan derechos fundamentales. Si sigo hablando de esto, es un tema que me saca de mis casillas, me da rabia.
–¿No le parece que en España también tenemos una visión distorsionada de lo que son los hispanos en Estados Unidos?
–A veces se les describe como si fueran una especie de quinta columna española, que no lo son en absoluto. Y todas esas cosas de que los hispanos pueden lograr una revolución en las relaciones de España con Estados Unidos o en las expectativas económicas españolas son realmente supercherías. En su mayoría, son gente valiosa, trabajadora, moral, con enormes capacidades de superar su destino y mejorar su estado económico e influencia en el país. Aunque la verdad es que están partiendo de una base mínima en términos de educación, de recursos y de prestigio social. Desgraciadamente, los representantes hispanos entre los grandes empresarios hispanos son relativamente pocos. Habrá más pero no sabemos si seguirán manteniendo el uso del español. Hasta cierto punto, la presencia de una comunidad hispanohablante en EE.UU. sí que puede ayudar. Yo tengo la teoría, que a lo mejor es un disparate, de que el famoso horario español es una ventaja con respecto a otros países europeos porque, junto al cambio de horas, propicia hacer negocios en EE.UU. con más facilidad que desde otros países europeos.
Desde El Zorro hasta Superman
La presencia de lo hispano en Estados Unidos llega, según el profesor Fernández-Armesto, hasta algo tan aparentemente gringo como los superhéroes: «Ese concepto tan particular que se centra en personajes ficticios, solitarios, que se sitúan al margen de la sociedad. Hasta el momento en el que se colocan sus máscaras y se transforman en figuras sobrehumanas en apoyo a los pobres, la justicia, la igualdad y todo eso. Estos superhéroes provienen de una tradición hispánica y son una imitación de El Zorro, arquetipo del bandolero hispano que imparte justicia a su manera. Se trata de Joaquín Murrieta, un bandido y héroe de la resistencia en California a la conquista anglosajona del siglo XIX. Por paradójico que parezca, toda esa tradición tan típicamente americana tiene un punto de partida hispano e incluso de oposición a la América anglosajona».
Y con entusiasmo desbordante, el profesor explica que uno de los pocos superhéroes que no lleva máscara es Superman, quien, para transformarse, se limita a quitarse las gafas: «Yo mismo intento convertirme a menudo en superhéroe pero sin éxito. Me quito las gafas pero no siento ningún efecto parecido».
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