Nueva York, el fruto prohibido de la realeza
ABC - Día 13/12/2014 - 08.09h
Magdalena de Suecia, Eugenia de York, Amadeo de Bélgica... Son muchos los «royals» que cruzan el charco para probar los placeres del anonimato
En «Vacaciones en Roma» Audrey Hepburn encarna a una princesa heredera que, hastiada de sus obligaciones y de la soledad del mundo cortesano, decide probar por un día la vida de una plebeya, sin protocolos ni barreras sociales. Son muchos los príncipes del siglo XXI que, inspirados en la comedia romántica de Billy Wilder, han abandonado los privilegios de sus reinos para catar los sinsabores de un simple mortal. Y dónde mejor que en Nueva York, una megalópolis de8,4 millones de habitantes que sienten más fascinación por el último cotilleo de «Page Six» -la «biblia» de la sociedad neoyorquina- que por la incorporación más reciente del Almanaque de Gotha.
En 2009, Amadeo de los Belgas, Archiduque de Austria-Este y sexto en la línea de sucesión al Trono belga, aterrizó en Manhattan para trabajar en la firma de consultoría Deloitte. «En Nueva York mi nombre no influye en mi trabajo», reconocía el joven de 28 años en una entrevista a un medio de su país. «Allí estoy sometido a las mismas reglas que cualquiera de mis compañeros de oficina», añadía, recordando cómo celebró su primer contrato: «¡Estaba tan feliz de haber encontrado trabajo en medio de la crisis económica!».
Pero ¿por qué los príncipes y princesas europeas se van en desbandada a Nueva York? Eso es lo que se pregunta la aristocrática periodista Delia von Neuschatz en un artículo publicado en la revista «Gotham». Según Von Neuschatz, la Gran Manzana les permite experimentar el anonimato y la posibilidad de iniciar una carrera profesional -y una vida social- libre de paparazis europeos.
Eugenia de York, nieta de la Reina de Inglaterra, se mudó el verano pasado a la ciudad y ahora está disfrutando de la vida de cualquier veinteañera neoyorquina: trabaja de becaria en la casa de subasta Paddle8, no se pierde ningún partido de los Knicks y hasta se anima a engullir una pizza XXL en plena calle, algo que jamás habría podido hacer en la londinense Oxford Street.
Filipos de Grecia, «benjamín» del Rey Constantino II, trabaja no muy lejos de la hija del Duque de York. El primo-hermano de Felipe VI es uno de los últimos en haber llegado a «la gran Babilonia». Siguiendo los pasos de su hermano mayor, Pablo de Grecia, se mudó a la ciudad para iniciar su carrera en las altas finanzas y se está abriendo camino en el fondo de inversiones P&L. «Trabajo para ganarme la vida. Todo el mundo tiene que trabajar y en ese sentido yo soy como todos los demás», dice el Príncipe de 28 años. «Una vez que la gente me ve trabajando, ya se dan cuenta de que hay algo más» que un apellido o un título nobiliario.
Lo mismo habrá pensado Magdalena de Suecia, cuarta en la línea al Trono sueco, que se instaló en la ciudad en 2006 para colaborar con Unicef y la Fundación World Childhood, la ONG fundada por la Reina Silvia. «Siento que me mezclo con la gente. Puedo caminar por la calle y nadie me mira ni me reconoce», dijo hace unos meses. Pero el nacimiento de su hija, la Princesa Leonor, en febrero de este año, pone en peligro su utopía de anonimato. La pequeña, quinta en la línea de sucesión, debe ser criada en Suecia para conservar sus derechos dinásticos y por ello Magdalena debe volver a la Corte. Como en «Vacaciones en Roma», el sueño de ser plebeyo tiene fecha de caducidad.
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