Los libros del Inca Garcilaso de la Vega, el escritor mestizo que luchó en la guerra de las Alpujarras
Nacido en Cuzco, Gómez Suárez de Figueroa recibió este nombre por decisión de sus padres, una pareja formada por un conquistador extremeño, Sebastián Garcilaso de la Vega, y una princesa del extinto Imperio inca, Isabel Chimpu Ocllo. El cargo de corregidor del padre, no obstante, impidió que se casaran y, en favor de su carrera, Garcilaso de la Vega alejó de su lado a la princesa. Del que no se olvidó fue de su hijo, cuya educación entre las dos culturas, andina e hispánica, corrió a su cargo.
La herencia paterna sirvió al joven para pagar su viaje a España, donde viviría hasta su muerte. «El Siglo de Oro no solo sirvió para traer tesoros a España, sino para crear esta riqueza cultural de carácter híbrido», señala Paul Firbas, uno de los comisarios de la exposición, que se inaugura hoy.
Una crónica sin manipular
Durante su breve estancia en Madrid, el inca reclamó a Felipe II una pensión como reconocimiento a los servicios de su padre, pero la Corte le denegó esta merced al considerar que había ayudado a Gonzalo Pizarro -el hermano del célebre conquistador- durante su rebelión contra la autoridad real. Conocido aquí como el Inca Garcilaso de la Vega, el escritor se propuso contar la auténtica historia del Perú, como respuesta a aquellas crónicas falseadas que estaban llegando a Europa.Todo este esfuerzo quedó materializado en su obra histórica Comentarios reales de los incas (1609). Su otra preocupación vital fue la de limpiar la reputación del Imperio inca, presentando la cultura de su madre como una suerte de Imperio romano en América, responsable de civilizar a los pueblos más salvajes del continente. Y, como si se tratase de la «Vida de los doce Césares», de Suetonio, el escritor ofreció un retrato de doce de los principales dirigentes del periodo inca.
«El proyecto de Garcilaso fue hablar de los mundos de su padre y de los de su madre cuando ya ninguno de los dos existían», explica Firbas. A modo del ferrocarril irrumpiendo en el Far West, los años finales del siglo XVI supusieron el ocaso del Perú tal y como lo había conocido en su infancia. Los conquistadores fueron desplazados por administradores, mientras que los últimos líderes incas fueron ejecutados en 1572. Tal vez por eso, el escritor jamás regresó a América.
Un aristócrata andaluz más
Tras servir varios años en los ejércitos del Rey, el inca se movió entre Sevilla y Montilla dedicándose, entre otras actividades comerciales, a la cría de caballos. En su vejez, se estableció definitivamente en Córdoba, que le acogió como un aristócrata más, pues en aquella España no era tan importante la raza como la clase social.Al fallecer el 23 de abril de 1616, los albaceas testamentarios realizaron un inventario de los libros de su biblioteca de Montilla. Su trabajo ha permitido reconstruirla casi al completo. «Es algo imposible de hacer con otros autores del Siglo de Oro. Tener su biblioteca de vejez nos dice mucho sobre él», asegura la comisaria Esperanza López Parada. Lo más sorprendente de su colección es la escasa presencia de obras de ficción y de alta poesía, aun cuando fue su tío, Garcilaso de la Vega, quien introdujo las corrientes italianas en España.
La exposición, que estará abierta desde hoy hasta el 2 de mayo en la Biblioteca Nacional (Paseo Recoletos, 20, Madrid), será complementada con una serie de actividades, conciertos y conferencias, organizados por la Casa América y la Universidad Complutense.
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