19 de julio de 2014
No somos Andorra, ni Mónaco, ni Suiza
Los botafumeiros del secesionismo siempre aciertan. Primero sostienen que Europa aplaudirá una Cataluña independiente, siempre inserta en el euro desde el día D de la emancipación. Cuando se argumenta que jurídicamente no es así (a menos que cambie el Tratado de la Unión), ya aceptan que podrá acaecer en un momento posterior. Y si resulta que eso también suscita dudas, no importa, hay otros remedios mágicos.
Corrigiendo ciertos desafueros, el Consell Assessor per a la Transició Nacional (CATN) reconoce en su informe octavo, sobre “Política Monetaria” (www.govern.cat), que usar el euro, como Montenegro, sin participar de lleno en la eurozona, sería fatal.
Eso impediría a Cataluña estar representada en Fráncfort; los bancos locales “no tendrían acceso directo al crédito del BCE”; y “los activos financieros emitidos en Cataluña no podrían ser utilizados como garantía bancaria de las operaciones de crédito del BCE”. Resultados previstos: una “contracción interna del crédito” y un “encarecimiento” del precio del dinero. Y traducido al pasado reciente: fuera de la UE y del BCE, la repetición de una crisis como la de las cajas nos llevaría a la quiebra-país y a la miseria.
Bravo por el Consell Assessor. Tarde, acepta al fin lo que se advirtió (ver en esta sección, con perdón, “La banca catalana no es la banca catalana”, del 22 de diciembre; y “Europa no quiere polizones del euro”, del 19 de abril). El CATN asume la realidad, pero raudo, la retuerce. Sostiene que las citadas dificultades “se podrían superar mediante un acuerdo” monetario “parecido al firmado con Mónaco y Andorra”, que “permitiese a las entidades catalanas acceder a las operaciones del BCE”.
Pero, ¿de qué hablan? O el redactor del informe no ha leído el acuerdo UE-Andorra, o le resbala decir lo contrario de lo que dice. El propio texto (2011/C, 369/01) advierte de entrada en su quinto considerando que “no obliga al BCE” a “incluir los instrumentos financieros” andorranos “en la lista de los valores admisibles de las operaciones de política monetaria” de Fráncfort. A lo único que acceden los bancos andorranos (art. 9) es a usar los “sistemas de pago interbancarios y de pagos y liquidación de valores” de la eurozona: un puro carril técnico, ni un céntimo de crédito o liquidez.
Si no se quiere engañar, basta con leer el texto del acuerdo en el que Mónaco aparece no como un Estado soberano, sino como una colonia, feudo o playa de la República francesa
Vamos con Mónaco. Aquí la inspiración proviene del economista Jordi Galí, quien lenta y trabajosamente va afinando posiciones. Aún le falta. Sostiene Galí que el acuerdo de la UE con el principado de los Grimaldi, que tiene al euro como moneda oficial, “es una referencia útil” para el caso de Cataluña en la hipótesis de su exclusión de Europa y de su voluntad de permanecer en el euro (su texto en“Economia de Catalunya, preguntes i respostes sobre l'impacte econòmic de la independència”, Profit Editorial).
Colocar a Mónaco como referencia carece de tino. El acuerdo con la UE (2012/C, 310/01) le permite, sí, usar el euro. Facilita a sus bancos el uso de la infrastructura de pagos y de liquidación de valores (Target II), como a los andorranos. Y a diferencia de estos, les da acceso (art. 10.2) a “los instrumentos y procedimientos de política monetaria”, como los mecanismos de liquidez.
¿Por qué, si hay flujos reales, no es una referencia para una Cataluña independiente? Porque cuando llegó el euro, Mónaco no era monetariamente independiente. Estaba integrado al franco francés.
Si no se quiere engañar, basta —otra vez— con leer el texto del acuerdo, en el que Mónaco aparece no como un Estado soberano, sino como una colonia, feudo o playa de la República francesa. Primero porque quienes lo firman son la UE, Mónaco ¡y Francia! Luego, porque limita la capacidad de emisión monegasca a una cuota del total francés (art. 6); incluye a sus bancos entre los franceses; y les impone “el código monetario y financiero francés” en cuanto a supervisión y prevención de riesgos y sanciones (art 10). Si esa es la referencia, lo será del unionismo. Implica que en el sistema monetario y financiero de la República catalana mandaría el Banco de... España.
Más. Galí y sus afines aseguraban en “Europa Europa” (www.wilson.cat, 13/XI/2012) que Cataluña podría permanecer en el libre comercio comunitario siguiendo la senda de Suiza. Un acuerdo así no necesitaría la unanimidad de los 28, le bastaría la mayoría, aseguran en una interpretación optimista de los artículos 218 y 219 del Tratado de Lisboa (TFUE), de mal encaje a su pretensión.
No les aburriré con muchas vueltas. Lo esencial en este asunto es que cualquier acuerdo “de asociación”; esto es, que vaya más allá de lo estrictísimamente comercial (a lo que se limitaba el Acuerdo Preferencial de la CEE con la España de Franco de 1970: ¿eso queremos?) requiere el voto de todos los socios (art 218.8.2).
Y además, el ejemplo de Suiza ni es óptimo ni conveniente. Y no mantiene un acuerdo con la UE, sino muchos. Todos, pendientes de una “cláusula guillotina”: si deja de aplicar uno, todos decaen. Por eso los suizos tienen ahora el lío que tienen. Peor: los Wilson llegan a apelar como ejemplo para la negociación (su Nota 2), al caso de Kosovo. Chistoso.
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