Para chulo, Mariano
Rajoy se muestra socarrón y "sobrao", mientras que Sánchez le recuerda que su tabla de salvación va a ser Iglesias
La caricatura adquirió empaque y resonancia porque Rajoy sabe manejarse en la tribuna. Estuvo socarrón, gracioso, pero incurrió en la tentación del onanismo dialéctico. Le daban ganas de aplaudirse a sí mismo, orgulloso como estaba de la mordacidad y la pinturería que amenizaban su perorata, siendo este sustantivo, perorata, un término que podría haber utilizado Rajoy en la dialéctica de diputado patricio.
Se pusieron de pie, para aclamarlo, los diputados populares. Y Rajoy se levantó del trono muy satisfecho consigo mismo, levantando la mano como si hubiera cortado una oreja, o las dos, como si hubiera apuntillado a Sánchez en el ruedo. "Ahí está el león", proclama Yago cuando Otelo se humilla a sus pies en la obra de Shakespeare.
Fue un error y un exceso de arrogancia. El líder socialista reaccionó con reflejos al intercambio de golpes. No ya recordando que Rajoy se había abstraído de sus responsabilidades, sino reflejando la gran paradoja del debate: Podemos y PP, desde las antípodas, comparten el "no" a la investidura del líder socialista.
Por eso le dijo a Rajoy que su tabla de salvación política se la había proporcionado Iglesias, recuperando así el argumento vertebrador del discurso de investidura: la evacuación del presidente del Gobierno requiere un acuerdo de mestizaje y promiscuidad. O Rajoy, o el cambio, reiteró Sánchez en la refriega de los turnos.
Que dieron mucho de sí cuando el veterano y el aspirante abusaron de utilizar al Rey como argumento arrojadizo. Sánchez le reprochó a Rajoy haber eludido la obligación de la investidura. Y Rajoy le reprochó a Sánchez haber convertido su turno en una operación de interés personal, "sabiendo, como sabía, que la investidura era ficticia y ridícula". Se relamía el presidente del Gobierno con sus ocurrencias, quizá no demasiado consciente de que tanta retórica retrospectiva y tantas reflexiones de incienso, demostraban que Rajoy pertenecía no ya a otra generación, sino a otra época.
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