2 de julio de 2015
El valor del español
el pais - PABLO RAPHAEL 1 JUL 2015 - 19:55 CEST
Las maneras de entender la globalización son tantas como el vértigo de una sociedad planetaria que está en proceso de imaginar el mundo que viene. Frente al quehacer de los organismos internacionales tradicionales; los modelos regionales para el desarrollo; los grupos de países por capacidad económica o las organizaciones de países a partir de la producción específica, también existe una tendencia que busca afianzar redes de confianza para el progreso a partir del territorio de los idiomas. Se trata de un espacio común que, por sus características, representa un potencial ilimitado a la hora de construir comunidades que tengan la posibilidad de trascender las sociedades industrializadas y de servicios, para convertirlas en verdaderas sociedades de la información y del conocimiento, esa nueva generación de modelos para el desarrollo a los que México y España están obligados si en verdad quieren ser protagonistas del siglo XXI.
De los siete mil idiomas que hay en el mundo, el español (hablado por el 6,15% de la población mundial) se ubica en la lista de los cinco primeros, después del chino mandarín (14,14%) y por encima del inglés (5,43%), el hindi (4,70%) y el árabe (4,43%). El español es inigualable en el número de países que lo hablan como primera lengua (más de veinte) y en constituir una región continental donde a un tiempo coinciden idioma y geografía (Latinoamerica). A estas cualidades se suman la idea de Iberoamérica como comunidad trasatlántica, la influencia que el español ejerce en países no hispanoparlantes, principalmente los Estados Unidos (53 millones) y Brasil (12 millones) y la existencia de un universo casi 500 millones de personas que hablan español en todo el mundo y que son (nada más y nada menos) que el resultado de la fuerza cultural y económica que dio origen a la primera globalización, aquella que empezó con el descubrimiento de América.
Hay que homologar los títulos universitarios entre los países de habla hispana con el fin de potenciar el desarrollo económico, científico y técnico
Hablando de otro tipo de navegación, basta decir que en términos digitales es la que más expansión y posibilidades de negocios tiene en el mercado global y que si relacionamos la fórmula económica del comercio electrónico a las empresas culturales y creativas que trabajan en los territorios geográficos del español (educación, edición, industrias audio visuales) veremos que nuestro idioma es una realidad que representa el 15% del PIB de España, el 6% del PIB en México y el 10,80% del PIB mundial. Cuando nos asustamos de la influencia comercial de China en el mundo o del papel que el inglés juega en el comercio, la ciencia y la diplomacia, deberíamos vernos en el espejo para entender el enorme peso cultural de nuestro idioma y poner en valor lo que este significa en términos de potencial económico. La distancia entre el 10,80% que el idioma español aporta al PIB global es muy poca frente al 12,4% que representa China. En el mismo sentido, habría que pensar que Estados Unidos contribuye con el 22,7% del PIB global, que el 3,64% de ese total lo producen los hispanos y que en el interior de la economía estadounidense, estos representan el 13,3% del PIB.
Sin embargo, formar parte de la sociedad global del conocimiento implica retos que aún estamos lejos de alcanzar. En el corto y medio plazo sobresalen cinco: convertir al idioma en una verdadera política pública orientada a contar con un sistema internacional de promoción, aprendizaje y puesta en valor de la lengua española; diseñar un sistema de indicadores comunes que permita la movilidad de talentos y la homologación de títulos universitarios entre los países de habla hispana con el fin de potenciar el desarrollo económico, científico y técnico en forma compartida; construir el espacio digital que permita eliminar la brecha tecnológica y ganar usuarios, lectores e industrias culturales y editoriales asociadas al idioma; promover el idioma como lengua de uso en los organismos internacionales y, por último, fomentar estrategias público-privadas que rompan con la maldición de lanzada por Miguel de Unamuno que decía “que inventen ellos”, para dignificar la investigación y convertir en referencia a las publicaciones que difunden la ciencia que se hace en español.
El Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española (SIELE) creado por la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de Salamanca y el Instituto Cervantes, que se presentó durante la visita de Estado que los reyes de España están realizando en México, soluciona la primera tarea y despeja la incógnita de este reto, además de continuar la apuesta por el panhispanismo y los equipos multinacionales como la mejor forma de construir un patrimonio común. Su concreción representa un gran paso efectivo en la construcción de la sociedad hispanoparlante del conocimiento, tan necesaria para mover nada más y nada menos que el principal valor cultural y económico que esas 500 millones de personas tenemos en el mundo globalizado: nuestro idioma. Honor a sus arquitectos.
Pablo Raphael es director del Instituto de México en España
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