18 de julio de 2013
Sobre la calificación teológica extrínseca del Vaticano II
Sobre la calificación teológica extrínseca del Vaticano II
29.06.2013
– Fiesta de los Apóstoles S.Pedro e S.Pablo Arnaldo Xavier da Silveira
Enlace del texto original en
portugués
TRADUCTOR: José María Rivoir Gómez
·
Para esta valoración
global del Vaticano II, se exponen los conceptos de calificación teológica
“extrínseca” y de “heretizante.”
·
Los fieles tienen el deber de huir no sólo de la
herejía, pero “incluso de aquellos
errores que se acercan más o menos de la herejía” (Pío XII, Humani Generis).
·
Puede haber error doctrinal en un documento
conciliar que no cumpla las condiciones de lo infalible definidas por el Vaticano I.
1] En los últimos años se desarrollaron
amplios estudios sobre el Vaticano II, conmemorando el cincuentenario de su
abertura, pero varias cuestiones relativas a él, incluso de fondo, aún
permanecen abiertas. Una de ellas es la calificación teológica de sus
documentos, esto es, el fijar los conceptos técnicos que indican en qué medida
ellos se aproximan o se apartan de la Tradición católica. Analizando esta
cuestión, en términos exclusivamente personales, abordaré también otros
aspectos del Concilio que me parecen hoy relevantes.
2] En la medida de lo posible, huyo
aquí de los modelos académicos, porque
estoy seguro de que no necesito demostrar aquello que está patente a los ojos
del lector a quien específicamente me dirijo, es decir, al católico de
formación tradicional que acompaña los debates del Vaticano II. Para los fines
muy circunscritos que ahora se tienen en vista, entrar en filigranas técnicas y
pretender probar, con aparato universitario, lo que ya está probado, sería
desviar la atención para puntos periféricos, abriendo el campo para debates
meramente especulativos y de una erudición superflua. De todas formas, se deben
citar los análisis doctrinales del eminente teólogo Mons. Brunero Gherardini, y
la monumental obra histórica del profesor Roberto de Mattei, especialmente su
libro, que ya se volvió clásico, editado en varias lenguas diferentes del mundo
católico, Concilio Vaticano II – Una storia mai scritta, esos estudios son
evidentemente muy conocidos por los fieles
a quienes sobre todo estos apuntes son dirigidos.
3] En esa perspectiva, en el primer
capítulo se fijan las nociones de calificación teológica “extrínseca” de un
texto, así como de “heretizante”, porque cualquier imprecisión o fluctuación
conceptual respecto a esto podría desvirtuar las consideraciones que se siguen.
En el segundo capítulo, se comenta
el reciente artículo del Cardenal Kasper, importante para la comprensión del
estado actual de los estudios sobre Vaticano II. En el tercer capítulo, se enseña que, a pesar de las maniobras de los
conductores del Concilio para hacer frente a los argumentos doctrinales de los
tradicionalistas, permanecieron, según los buenos autores, graves desvíos en
los textos finales, confluyendo para la calificación teológica extrínseca del
Vaticano II como “heretizante”. Y, en la conclusión,
yo me permitiré dirigir al Papa Francisco un llamamiento respetuoso y
angustiado.
CAPÍTULO I ― Fijando los conceptos de “extrínseco” y
de “heretizante”
4] Como ya fue mencionado en el ítem 1 supra, se califica
teológicamente una proposición o un texto aplicándole los conceptos técnicos
que indican en qué medida ellos se acercan o se apartan de las normas de la fe.
Las “notas teológicas” definen positivamente la cercanía de un enunciado con la
fe, pudiendo haber así una simple opinión teológica, una tesis probable, o
cierta, o verdad de fe, etc. Las “censuras teológicas” apuntan el grado y el
sentido en que una proposición se aparta de la buena doctrina, pudiendo ser,
por ejemplo, escandalosa, temeraria, con sabor de herejía, favorecedora de la
herejía, hasta el extremo, herética.
5] La calificación teológica es
“intrínseca” cuando trata respecto de una proposición o de un texto en sí,
esto es, cuando se consideran estrictamente sus palabras y su sentido literal,
atribuyéndoles con base a eso determinada nota teológica o determinada censura.
6] La calificación teológica es
“extrínseca” cuando no considera la proposición o el texto en sí mismos,
pero si en función de otros elementos, externos a su letra. Así, por ejemplo,
hoy no es necesario analizar las palabras con que León XIII declaró inválidas
las ordenaciones anglicanas, para saber que esa declaración es de fe
eclesiástica, y para calificarla extrínsecamente como tal, pero para eso basta
verificar que es esa la enseñanza moralmente unánime de los buenos doctores
desde hace más de un siglo. Otro ejemplo: aunque un teólogo, basado en razones
intrínsecas, entienda que los decretos de las Congregaciones Romanas envuelven
por sí mismos lo infalible, no puede
atribuir a esa tesis un valor mayor del que el de sus argumentos y de su
opinión personal, porque doctores de peso no la tienen como teológicamente
cierta.
7] Al calificar extrínsecamente una proposición, un texto, un
documento conciliar, o el Vaticano II en su conjunto, es necesario fijar con
precisión cuál es el elemento “extrínseco” que está siendo escogido como base
para la calificación. Tal elemento puede ser lo que dicen los grandes autores,
y ese es el criterio que aquí se adoptó. Pero podría ser otro, como por ejemplo
el “evento” que rodeo el Concilio. Que quede muy claro que, en el presente
artículo, solo se considera la calificación teológica extrínseca del Vaticano
II y de sus documentos, total o parcialmente, en función de lo que los autores
antimodernistas, en su mayoría, o en su casi totalidad, escribieron al
respecto.
8] Dado que el
objeto de este estudio es la calificación extrínseca de los documentos del
Vaticano II, las posibles observaciones sobre la calificación teológica intrínseca de sus textos, como la que consta
en el ítem 34-h, se deben entender que se refieren sólo colateralmente a la
materia principal, no influyendo en lo que consta en esta.
9] Como regla general, no cabe al teólogo pretender que otras personas
sean obligadas a abrazar una tesis que él tenga como intrínsecamente cierta,
pero que extrínsecamente no sea considerada como tal. Esa regla vale para el
sacerdote con relación al penitente en el confesionario, como vale en los
debates doctrinales y en la práctica de la vida católica. Es esencial, sin
embargo, tener presente que, al conferir el consenso extrínseco de los autores
sobre un punto doctrinal, no se deberá
considerar a los teólogos que notoriamente se distancian de la ortodoxia
católica. Así, las doctrinas de la transubstanciación y de la virginidad
biológica de Nuestra Señora no se vuelven extrínsecamente inciertas porque un
teólogo progresista famoso las haya negado.
Sobre los conceptos de herético y de heretizante
10] Interpretación estricta de
los textos heréticos – La proposición de un dogma a los fieles debe ser
clara y exenta de dudas e imprecisiones, debe ser cierta y segura como lo
explica bien el teólogo jesuita P. Sisto Cartechini: “Para que haya una definición infalible, esto es, un dogma, es
necesario que la materia venga propuesta de tal modo que de certeza absoluta.
Sin esa certeza, la definición tendría sólo el carácter de probabilidad; las
mentes permanecerían inseguras y no podrían adherir con fe incondicional como
se exige en el dogma”(Dall’Opinione al Domma, Roma, 1953). De modo simétrico,
también la acusación de herejía debe tener una fundamentación exacta, y no
larga, analógica o genérica. Para que una proposición pueda llamarse
formalmente herética, debe contraponerse de modo preciso y frontal a una verdad
de fe definida por el Magisterio extraordinario papal o conciliar, o por el
Magisterio ordinario infalible. Si esa contraposición no es estricta, se tiene
un texto próximo a la herejía, o con sabor de herejía, o sospechoso de herejía,
o que merece otra censura teológica, pero no se tiene un texto herético en el sentido
propio.
11] Neologismos con la
terminación “izar” – Son muchas las palabras con la terminación izar que, sobre todo en el último
siglo, se han introducido en las lenguas occidentales. En el portugués de hoy,
un ordenador es inicializado; se habla en política izquierdizante,
socializante, liberalizante; un acto puede ser protestantizante o modernizante;
es posible infernizar a alguien con crítica indebida, o eternizar un problema,
o agilizar un procedimiento, o viabilizar un projecto. En todas estas
expresiones, la terminación izar y
sus derivados llevan la noción de una tendencia para un determinado objetivo,
de un desarrollo de las cosas y de las ideas en determinada dirección, de
caminar en un sentido definido, aunque no lo sea muy explícito. Basta un
ejemplo: una medida izquierdizante no trae en sí una carga izquierdista expresa
y evidente, no es propiamente izquierdista, pero lleva para la izquierda
directa e indirectamente , a pesar de que sea de forma poco percibida, tal vez
incluso subliminar.
12] El concepto de hererizante comprende todas las censuras teológica que
quedan debajo de la de herejía. Los autores indican muchas de ellas, en una
lista abierta, esto es, que admite la posibilidad de tipos no numerados en los
manuales. Así, una proposición puede ser calificada como próxima a la herejía,
favorecedora de la herejía, sospechosa de herejía, con sabor de herejía,
escandalosa, temeraria, ofensiva a los oídos píos, etc. En las presentes
líneas, como ya fue indicado, no buscaré aplicar a cada trecho del Concilio
esta o aquella censura teológica clásica, pero concentraré mis análisis en la
noción genérica de heretizante.
13] No sólo la herejía se opone
a la buena doctrina. Que quede aquí muy claro que el católico fiel no debe
rechazar únicamente la proposición herética, pero toda aquella que merece
alguna censura teológica, aunque sea de las más blandas. Todos los grados de
las censuras teológicas envuelven, más o menos, alguna oposición a la doctrina
católica, y por tanto alguna heterodoxia. Como es heterodoxo aquello que se
aparta de la buena doctrina, ese término se aplica a toda la escala de los
desvíos en materia de fe. Claro está que, cuanto más grave sea la censura
teológica que quepa a un texto, mayor es el grado de repudio con que se debe
verlo. Por ejemplo, incluso una proposición ofensiva a los oídos píos, no puede
ser recibida en conciencia, ni suscrita por un fiel. Así, los textos que
merecen toda la vasta gama de las censuras inferiores a la herejía no pueden
también ser aceptados, ya que son de alguna manera heterodoxos. Como declara
Pío XII, “a veces se ignora, como si no existiese, la obligación que tienen
todos los fieles de huir de aquellos errores que más o menos se acercan a la
herejía” (Humani Generis, de 12-8-1950, nº 12)
CAPÍTULO II ―
Artículo reciente del Cardenal Kasper
14] De entre los recientes estudios y pronunciamientos sobre
el Vaticano II, sobresale aquí un artículo del Cardenal Walter Kasper. En él se
resaltan los trechos que tienen importancia para la calificación teológica
extrínseca de los documentos del Vaticano II. Aquel artículo presenta también otras
revelaciones preciosas sobre el Concilio, en las cuales, sin embargo, no me
pararé, una vez que no pretendo presentar una reseña de él, sino sólo destacar
algunos puntos relevantes para la cuestión específica de lo que me ocupo ahora.
Artículo histórico sobre el Vaticano II
15] L’Osservatore Romano del
12 de abril pp. publicó un artículo del Cardenal Walter Kasper, titulado “Um concilio aun en camino”, sobre la
interpretación y recepción del Vaticano II. El autor nació en 1933 en Alemania,
en donde estudio filosofía y teología. Fue asistente de Hans Küng. Secretario
especial del sínodo extraordinario de los Obispos de 1985, fue miembro de la
Comisión Teológica Internacional. Juan Pablo II le nombró Obispo de
Rottenburgo-Stuttgart en 1989, Cardenal en 2001, y a continuación presidente
del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, cargo
en el que continuó por Benedicto XVI, con quien fue colega como profesor de
teología. En el 2010 fue aceptada su petición de renuncia, por el límite de
edad.
16] Ese artículo del Cardenal Kasper afirma que la
gran mayoría de los Padres conciliares abrazó el optimismo del aggiornamento de Juan XXIII, y “quiso acoger las demandas de los movimientos
de renovación bíblica, litúrgica, patrística, pastoral y ecuménica, surgidos
entre las dos guerras mundiales, comenzar una nueva página de la historia con
el Judaísmo, cargada de agravios, y entrar en diálogo con la cultura moderna”.
Dice: “Fue el proyecto de una
modernización que no quería ni podía ser modernismo”. Se debe observar ya
que extrínsecamente, según los estudios a los que nos hemos referido, se trata,
sí, de modernismo. Y obsérvese también que esos movimientos de entreguerras son
la nouvelle theologie, condenada por
Pío XII por pretender “reformar completamente, la teología y su
método” y “disminuir lo más
posible el significado de los dogmas ”, de
modo que “fácilmente pasan
del desprecio de la teología escolástica a tener en menos y aun a despreciar
también el mismo Magisterio de la
Iglesia” (Humani Generis, nos 7, 9 y 12).
17] Sin embargo, continúa el artículo, ”una minoría influyente opuso obstinada resistencia a esa tentativa de
la mayoría. El sucesor de Juan XXIII, Pablo VI, estaba básicamente con la parte
de la mayoría, pero trato de comprometer a la minoría y, en la línea de la antigua
tradición conciliar, de obtener una aprobación, lo más unánimemente posible, de los documentos conciliares (…). Lo
consiguió, pero se pago un precio. En muchos puntos, se tuvo que encontrar
fórmulas de compromiso, en las cuales, a menudo, las posiciones de la mayoría
figuran inmediatamente al lado de aquellas de la minoría, pensadas para
limitarlas. Así, los textos conciliares tienen en sí un enorme potencial de
conflicto, abren la puerta a una recepción selectiva en una u otra dirección” Obsérvese
ya la extraordinaria importancia de esa declaración del ”enorme potencial de conflicto” de los textos conciliares, en que
constan las posiciones de la llamada mayoría, al lado de las de la minoría. Más
adelante, en el ítem 32, son presentadas algunas observaciones sobre los
conceptos de mayoría y minoría según el Cardenal Kasper.
18] A continuación, el artículo relata las tensiones, los
desentendimientos y la diversidad de interpretaciones que nacieron de esas “fórmulas de compromiso” de los documentos
conciliares. Alude a las reacciones de Mons. Lefêbvre y otros, que se opusieron
a las nuevas orientaciones “en parte por
razones teológicas y, en parte, también, porque algunos tenían nostalgia de la
sacralidad y de la estética del rito en uso hasta entonces” (ver más
adelante, ítem 34-d). Dice que, “algunos
críticos consideran el Vaticano II, en el contexto de la historia de la
Iglesia, como una desgracia y como la mayor calamidad de los tiempos recientes”.
Enseña como los Papas buscaron ampliar las nuevas orientaciones constantes de
los documentos conciliares: “la recepción
oficial no permaneció estática, pero, en parte, ultrapasó el Concilio”; “el primer paso oficial de la recepción fue
la reforma litúrgica: fue, sobre todo, la introducción del nuevo Misal”. Y
afirma que “todo eso transformó
positivamente, bajo muchos aspectos, el rostro de la Iglesia tanto interna como
externamente”. Subraya que, “de
hecho, en las primeras dos décadas después del Concilio, hubo un éxodo de
muchos sacerdotes y religiosos, en muchos ámbitos, se conoció una decadencia de
la práctica eclesiástica al lado de movimientos de protesta de sacerdotes,
religiosos y laicos. El Papa Pablo VI habló de ‘humo de Satanás’, entrado por
alguna grieta en el templo de Dios”.
19] Subráyese, pues, que el Cardenal Kasper admite expresamente que
prevaleció en el Concilio la orientación en el sentido “de los movimientos de renovación (…) surgidos entre las dos guerras
mundiales”, y por lo tanto de la nouvelle
théologie, y lo hace con algunos detalles que impresionan. Con una visión
objetiva y desapasionada, ese artículo, sólo por sí, ya permite entrever que el
Vaticano II merece censura teológica grave, por constituir una amalgama, de “enorme potencial de conflicto” de la
doctrina tradicional con novedades ya condenadas.
Algunas afirmaciones del Cardenal no son nuevas
20] No se debe exagerar la novedad de lo que dice el Cardenal Kasper
en el referido artículo de L’Osservatore
Romano del 12-04-2013. La importancia de este texto es marcada por la
persona de su autor, por la densidad histórica y doctrinal del contenido, y por
el órgano que lo divulgó. Pero no son pocos los otros trabajos que han revelado
y comentado hechos que se incluyen en la misma línea de aquel artículo. Mencionaremos
algunos a continuación.
21] Autor de profundos estudios sobre el Vaticano II, el profesor
Roberto de Mattei, el más autorizado historiador católico de nuestro tiempo,
declaró: “Las reivindicaciones del ala
‘jacobina’ (para expresarme en términos de la Revolución Francesa) fueron
rechazadas por la oposición de la minoría conservadora que, poco a poco, se fue
organizando. Los documentos no correspondieron a las expectativas de los
progresistas más audaces y fue gracias a los compromisos obtenidos in extremis
que hoy es posible que el Papa diga que los documentos deben ser leídos a la
luz de la Tradición ” (Catolicismo,
marzo de 2011, pág. 31).
22] El jesuita P. João Batista Libanio nació en 1932
en Belo Horizonte, habiendo estudiado en Brasil, en Alemania y en Roma. Relacionado
con la teología de la liberación, ha publicado numerosos libros y artículos. En
el 2005, el escribió lo siguiente: “Pablo
VI optó para que los textos conciliares sólo fueran aprobados por la grande
mayoría. No quería de ningún modo, dar a entender que había facciones
antagónicas y que los documentos significaban la victoria de una sobre la otra.
Debían manifestar para la Iglesia y para el mundo que nacían de una comunión de
corazones y mentes. Esa opción está en la base de los compromisos lingüísticos
y permite y permitió que después del Concilio hubiera interpretaciones
diferenciadas, apoyadas en la literalidad del texto (“Contextualização do Concílio Vaticano II e seu desenvolvimento”, Unisinos
2005, http://www.jblibanio.com.br/modules/mastop_publish/?tac=102, § “Paulo VI optó...”).
23] El P. René Laurentin nació en Francia el año 1917. Famoso mariólogo,
profesor y conferencista convidado en varias universidades europeas y
americanas, fue perito del Concilio, sobre el cual publicó varios trabajos. En
1966, escribió que, en el Vaticano II, “por
aquí y por allá se cultivaba la ambigüedad como una salida para oposiciones
inextricables. Se podría dar una larga lista de términos que incluyen las
tendencias opuestas, porque podían ser vistos por ambos lados, como juegos
fotográficos en los cuales se ven dos personas diferentes en la misma imagen,
conforme el ángulo en que se mire. Por esa razón, el Vaticano II suscitó, y
continuará suscitando, muchas controversias” (“L’Enjeu et le bilan du Concile –
Bilan de la quatrième sesión”, Seuil, Paris, 1966, p.357).
CAPITULO III ―
Los textos controvertidos y el carácter
heretizante del conjunto
24] ¿Hay desvios doctrinales en los documentos del
Vaticano II? Inmediatamente después del Concilio, los antimodernistas se
dividieron al respecto. Algunos veían allí errores literales, otros no llegaban
hasta tanto, o vacilaban, o huían del problema, y algunos aceptaban plenamente
los textos conciliares. Y, como se explicará mejor en el ítem 40 más abajo,
había los que argumentaban el falso principio, pero aceptado por cierta escuela
teológica tradicional, que los Papas y Concilios no pueden errar en su
magisterio, incluso cuando no cumplan las condiciones de lo infalible fijadas
por el Vaticano I; y con base en eso entendían, a priori y por una supuesta razón de fe, que en el Vaticano II no
podía haber nada de censurable. Hasta hoy la misma división de posiciones marca
los medios antimodernistas.
25] El sentido objetivo de los
textos - Para quien examina objetivamente los pronunciamientos de los
autores antimodernistas sobre los documentos conciliares de los últimos
cincuenta años, se hace desde luego patente que la señalada variedad de
entendimientos no viene de una simple diversidad de reglas de hermenéutica,
pero del hecho de que numerosos trechos del Vaticano II sirven para interpretaciones diversas, e
incluso opuestas entre sí. Es lo que se deduce también del artículo del
Cardenal Kasper. Hasta tal punto, que los propios modernistas sacan de allí lo
que les da la gana.
Los quodammodos
de los textos conciliares
26] Durante años, antes, durante
y después del Vaticano II, tuve trato íntimo próximo con Mons. Antonio de
Castro Mayer (1904-1991), que fue Obispo de Campos, en el Estado do Rio de
Janeiro, de 1948 até 1981. Habiendo pasado más de veinte años desde su muerte,
doy aquí testimonio, para la Historia, de algunas de sus posiciones frente al
Concilio, y de su perplejidad en como tomar, frente al modernismo dominante,
una postura inspirada en San Atanasio. No cabe aquí analizar las actitudes
extremas que Su Excia. tomó al final, pues en este artículo busco sólo exponer
algunos aspectos del Vaticano II.
27] Los “quodammodos” - Mons. Antonio de Castro Mayer llamaba la atención
para las expresiones restrictivas que acompañaban siempre las novedades
doctrinales de los textos conciliares. En todos los trechos que contenían o
insinuaban ideas ajenas a la doctrina católica, el enseñaba, allí estaba una
palabra o una expresión que le atenuaba el sentido literal. Podía ser el
adverbio latino quodammodo, en castellano
“de algún modo”, o un sinónimo, o una perífrasis equivalente, o una figura de
lenguaje que, de la misma forma, confería al texto censurable algo de
imprecisión, de indefinición o de confusión, que permitiría decir que en aquel
trecho no había, literal y formalmente, un error o una herejía. Podía ser, al
revés, una expresión ambigua o sospechosa que limitaba el sentido de una
proposición ortodoxa. De todas formas, lo que siempre caracteriza esos “quodammodos”, como aquí los denomino,
es hacer confusa la doctrina expuesta, mezclando la verdad con el error.
28] Tres simples ejemplos enseñan
en qué consistía, según el entonces Obispo de Campos, esa maniobra semántica:
a. En el
número 22 de la Gaudium et Spes, se
lee que “por su Encarnación el Hijo del
Hombre se unió de algún modo [quodammodo] a todo hombre” de donde la
expresión “de algún modo” introduce
una nota de imprecisión e indefinición que dificulta la acusación de panteísmo
modernista según la cual Nuestro Señor se habría unido hipostáticamente a todo
hombre.
b. El número 9 de la Lumen Gentium dice que la Iglesia de
Cristo “subsiste
en la” Iglesia Católica, en cuyo trecho el “subsistir en” equivaldría a quodammodo,
volviendo confuso y ambiguo el dogma de que la Iglesia Católica es la única
Iglesia de Cristo, pues “subsistit in”,
“subsiste en”, podría ser
interpretado como “quodammodo est”, “de
algún modo es”, o incluso como “es”,
sin más.
c. La Lumen
Gentium, con el trecho inaceptable sobre la colegialidad episcopal, fue publicada con una “nota previa” oficial que limitaba de
forma insuficiente el sentido heterodoxo del texto, ejerciendo así la función
de quodammodo.
29] Esencialmente, la operación quodammodos
ya había sido antes denunciada por algunos antimodernistas. En vista de las
palabras del Cardenal Kasper, queda claro que esa operación fue planeada, como
maniobra para bordear la “oposición
obstinada” de la “minoría influyente”,
esto es, de los defensores de la buena doctrina. No se trataba, de ningún modo,
de atender a los órganos de los tradicionalistas, como eran llamados entonces,
pero de modo disfrazado evitarlos, pudiéndose hablar por eso en el engaño de
los quodammodos. No se pretende aquí
investigar las intenciones de los conductores del Concilio, pues solo cabe a
Dios juzgarlas, pero no se puede dejar de constatar, sencilla y objetivamente,
que ese recurso fue aplicado de manera sistemática y programada.
30] En una apreciación
extrínseca de la materia, que nadie diga que esas maniobras en la redacción
daban a aquellos trechos un sentido ortodoxo. No es eso, de ninguna manera. La
posición de los autores antimodernistas indica que esas maniobras sólo
atenuaban o confundían el sentido de los
textos modernizantes para dificultar su calificación como literal y formalmente
heréticos. El Cardenal Kasper ahora afirma que Pablo VI consiguió "comprometer" la minoría
tradicionalista, pero para tal cosa "se
pagó un precio", con "fórmulas
de compromiso", en que "las
posiciones de la mayoría figuran inmediatamente al lado de aquellas de la
minoría, pensadas para limitarlas". Así se vuelve evidente que,
siempre en una valoración extrínseca, esa limitación no convertía en ortodoxos
los textos controvertidos, pero delibitaba su sentido, apartando o dificultando
las censuras teológicas más graves, y bloqueando las sanas reacciones que
pudieran surgir
31] Práctica deshonesta y astuta – En el
libro "O Reno se lança no Tibre"
(Ed. Permanencia, Rio de Janeiro, 2011, págs. 244-245), el P.Ralph Wiltgen
S.V.D. narra que ya durante la segunda sesión del Concilio el P. Schillebeeckx
hubiera dicho a un especialista de la Comisión de Teología que se sentía
irritado al ver que determinado esquema adoptaba el punto de vista liberal-moderado, cuando él,
personalmente, era favorable al punto de vista liberal-extremo. El especialista
le habría respondido: "Nosotros nos
expresamos diplomáticamente, pero después del Concilio sacaremos del texto las
conclusiones que están implícitas en el mismo", y el Padre Schillebeeckx
habría calificado esa táctica como "desleal".
Parafraseando el dicho de Corneille (Polyeucte, act. 1, escena 1)`, “ce qu’il
ne peut de force, il l’entreprend de ruse” (“lo que él no puede por la fuerza, se busca por la treta"),
podría decirse: lo que no consiguieron por la fuerza de la argumentación
teológica, los modernistas lo lograron conseguir, parcialmente, con maña.
32] En el artículo del
Cardenal Kasper se lee que la mayoría de los Obispos abrazó "el optimismo del aggiornamento".
Esa idea no expresa toda la realidad. Gran parte de esa mayoría tenía profundas
raíces tradicionales, lo que queda muy caracterizado en las manifestaciones
anteriores a la abertura del Concilio y en la primera sesión, por ejemplo en las peticiones por la
definición de los dogmas marianos u por la condenación del
comunismo. Fue digna de consideración la actuación del Coetus
Internationalis Patrum, cuyos
Obispos, juntamente con otros, se levantaron durante el Concilio contra los
desvíos doctrinales que estaban siendo propuestos, provocando lo que aquí llamamos de operación quodammodos,
como lo confirma el Cardenal Kasper. Si la reacción antiprogresista, que
entonces nacía, no se hubiera enfriado, pero los denominados tradicionalistas
hubieran comprendido que permanecían graves desvíos doctrinales en los nuevos
textos propuestos, se podría haber corporizado una corriente conservadora con
número y prestigio suficientes para parar el camino al modernismo triunfante.
Sabiendo esto, los progresistas se preocupaban sin duda con la oposición de la minoría
tradicionalista, pero se preocupaban más aún en
evitar que despertaran, por celo por la fe que podría sorprender, a los Obispos
conservadores que permanecían callados, o verdaderamente atónitos, dentro de la
mayoría amorfa.
33] Considerando lo que hasta aquí he enunciado, digo:
Que numerosos y sólidos
estudios antimodernistas del último medio siglo, muy conocidos en todo el orbe,
especialmente por los católicos celosos de la fe, prueban los desvíos
doctrinales graves en trechos del Vaticano II;
Que esos desvíos son
calificados por pocos como herejías formales, pero señalados por prácticamente
todos aquellos estudios como ofensivos a la fe católica;
Que son igualmente
señalados como confluyendo todos para el vórtice modernista;
Que siendo así, considero
correcto y propongo, in sede doctrinaria,
que el Vaticano II extrínsecamente sea
calificado como "heretizante".
34] Explico más
circunstanciadamente los varios tópicos de esa declaración del ítem anterior:
a. Considerando lo que hasta aquí he enunciado ─ Lo que
consta, en forma sintética, en ese ítem 33, debe ser entendido dentro de todo lo que se expone en el presente
artículo.
b. Digo ─ Repito que sostengo estrictamente en mi
nombre personal lo que a continuación enuncio, pero que quede claro que lo hago
firmemente, no como mera impresión subjetiva, y que asumo toda la
responsabilidad por lo que digo aquí.
c.
Numerosos y sólidos estudios antimodernistas de la segunda mitad del último
siglo prueban los desvíos doctrinales graves en algunos trechos del Vaticano II
─ Para el fin que ahora se tiene en vista, no son aquí considerados los
trabajos modernistas, que no se pueden tener como verdaderamente católicos.
d.
Tales estudios son muy conocidos en todo el orbe, especialmente por los católicos
celosos de la fe ─ Es dispensable referir esos numerosos y brillantes
estudios, por ser conocidos abundantemente, en especial por los fieles celosos
de la Tradición católica. Un análisis intrínseco de los textos conciliares que
yo redactara hoy sería solamente uno más, que nada diría, por ejemplo, a la
alta autoridad romana que recientemente instó a los lefebvristas a deponer las
armas, invocando sólo la caridad que une, como si la materia no envolviese
graves problemas de fe. Se debe notar que esa postura recuerda la "nostalgia" (ítem 18 anterior)
en la cual el Cardenal Kasper parece ver una razón meramente sentimental que
habría llevado a muchos a no aceptar el Concilio.
e. Esos tópicos son
calificados por pocos como herejías formales, pero señalados por prácticamente
todos aquellos estudios como ofensivos a la fe católica ─ En los escritos
antimodernistas serios no es corriente encontrar la acusación literal de
herejía a de los documentos conciliares. Lo que en general allí se lee es la
acusación de incompatibilidad del texto conciliar con la doctrina católica, lo
que cabe también a las proposiciones próximas a la herejía, favorecedoras de la
herejía, y también a aquellas pasibles de censuras menos graves,
caracterizándose así la censura genérica de heretizante.
f. Los mencionados desvíos son
igualmente señalados en que todos confluyen para el vórtice modernista ─ También eso queda claro, abiertamente, en
los mencionados estudios sobre el Concilio, dispensándose aquí cualquier
referencia académica al respecto.
g. Siendo así, considero
correcto y propongo, in sede doctrinaria
─ Es
indispensable y urgente que el Vaticano II sea etiquetado con la censura
teológica extrínseca que le cabe, teniéndose en vista para eso el procedimiento
descrito por el Cardenal Kasper, que constituye una maniobra desleal y
confusionista que debe ser desenmascarada.
h. Sea el Vaticano II extrínsecamente
calificado como "heretizante" ─ A pesar de que aquí solo se trate, ex
professo, de la calificación teológica extrínseca del Concilio, no puedo
dejar de declarar, sea dicho de paso, que en el análisis intrínseco entiendo
que los quodammodos hasta tal punto
volvieron resbaladizos los textos censurables, que no quedó ninguno herético,
con la claridad necesaria para ser así formalmente calificado, sobre lo que yo
tal vez escriba de aquí a poco.
35] “Abyssus abyssum invocat” - Los
autores antimodernistas ven, en los trechos heretizantes del Vaticano II,
abismos que llaman a otros abismos. Ellos señalan que al hombre moderno,
incluso la mayor parte de los católicos, la modernidad atrae, con su
materialismo, con su laicismo, con su desacralización de todas las cosas, con
su pérdida de la noción del pecado, del infierno, etc. En el campo teórico, las
nuevas doctrinas conciliares convidan al estudioso a abrazar el pensamiento
moderno, a incluirse en el mundo relativista de la intelectualidad de nuestros
días. En el campo práctico, las posturas conciliares, el llamado "espíritu
del Concilio", el modo como los medios de comunicación social lo presentan
sin efectiva oposición por parte de las autoridades eclesiásticas, todo
conspira en el sentido de una nueva concepción del mundo y de una nueva moral
libertaria, incompatibles con la Revelación. En la línea de lo que afirman
dichos autores basta un ejemplo sencillo: si todas las religiones son buenas y
salvan, ¿por qué hay
que aceptar los principios católicos en materia sexual, que varias religiones
no cristianas o llamadas cristianas juzgan superados y niegan?
36] Lo que hay de bueno y
correcto ─ Como es evidente, según los mismos autores antimodernistas ni todos
los trechos del Vaticano II merecen alguna censura teológica, tanto más cuanto
allí son reafirmados dogmas definidos anteriormente e innumerables principios
de la doctrina católica. Sucede sin embargo que, en general, incluso esas
verdades de la Tradición son señaladas
como formuladas en los documentos conciliares en términos no
escolásticos, sino que en lenguaje y contextos modernizantes. Es especialmente
importante subrayar que aquellos autores indican como inaceptables todas las
novedades doctrinales específicas del llamado aggiornamento del Vaticano II.
Paralelismo con lo que ocurre con la nueva
Misa
37] Sobre la no aceptación del Ordo de 1969 - En Considerações sobre "Ordo Missae de
Paulo VI, publicado en 1970 (ver en este sitio), me abstuve de indicar la
censura teológica que yo atribuiría a cada trecho. Señalar una censura específica
para cada texto no aclararía nada, pudiendo por el contrario suscitar dudas y
debates interminables, tal vez académicamente válidos, pero en la práctica onerosos
e inútiles. Por eso afirmé sólo, genéricamente, que el Ordo de Pablo VI no
podía ser aceptado por el católico fiel, como hoy aún lo afirmo.
38] Sobre el sentido de esa no aceptación - En
efecto, entonces escribí que "en
vista de las consideraciones presentadas se impone la conclusión de que no se
puede aceptar la nueva Misa. (…) Es menester dejar muy claro que las
restricciones que hacemos a los diversos tópicos de la nueva Misa no son todas de
igual importancia. A lo largo del trabajo procuramos siempre expresar cuál es
el sentido y el alcance exacto de cada observación que hacíamos al 'Ordo' de
1969. Pero, vistas en su conjunto, esas observaciones convergen en un sentido
único, lo que hace con que el todo merezca restricciones más graves de que cada
parte pasible de reservas. (…) Nos preguntamos (…) en qué medida el (…)
principio de la
autoridad nos obliga a aceptar o a
rechazar, según la más pura doctrina católica, la nueva liturgia de la Misa. Y
fue con base en esos presupuestos que nos vimos forzados a concluir que, por
amor a la propia Iglesia y a la fe recibida de nuestros mayores, es necesario
decir non possumus" (Considerações
…, pág. 168).
39] Hoy, a semejanza con lo que escribí sobre la nueva Misa,
y me restrinjo a una apreciación extrínseca, digo que el Vaticano II no puede
ser aceptado por el católico fiel. Y añado que a los documentos conciliares, y
por lo tanto al propio Concilio, cabe la calificación teológica extrínseca de
"heretizantes".
40] Sobre los posibles errores en los documentos conciliares.- Durante el Vaticano II y poco después, muchos antimodernistas, incluso
Padres conciliares y doctores de los más acatados, se vieron forzados a indagar
si debían aceptar incondicionalmente los documentos promulgados por el Concilio.
Ese caso de conciencia se puso de forma acuciante, sobre todo por causa de una
concepción inflada de lo infalible de la Iglesia, defendida por cierta escuela
teológica según la cual una enseñanza papal o conciliar jamás podría contener
error, incluso cuando no cumplan las condiciones de infalible fijadas en el
Vaticano I. Hoy en día hay todavía quien defienda esa tesis equivocada, que he
calificado como de "infalible
monolítico" (ver, en este sitio, el artículo “Infalible monolítico y divergências
entre antimodernistas”). Entre los
teólogos fieles a la Tradición, sin embargo, se viene afirmando cada vez más la
doctrina contraria, con base en la resistencia de San Pablo a San Pedro, y con
argumentos históricos y teológicos de importancia.
CONCLUSION ― Llamamiento
filial al Soberano Pontifice
41] Hablo aqui in sede
stricte doctrinaria, proponiendo
y sometiendo a los estudiosos de la materia, y sobre todo a las autoridades de
la Santa Iglesia, ideas que juzgo hoy necesarias proclamar en defensa de la Fe.
Y reitero que hablo en nombre exclusivamente personal, pues para eso no tengo
mandato de ninguna entidad y de niungún fiel. Las consideraciones que formulo tienen
solamente la fuerza de los hechos y otras premisas en que las fundamento, y de
los argumentos que aporto.
42] En vista de lo
expuesto, dirijo un respetuoso y filial llamamiento al Papa Francisco para que
comprenda que los verdaderos antimodernistas son sus seguidores más fieles,
deseosos de acatar totalmente sus enseñanzas y mandatos; pero que no permita
que les sea ordenado, como hace tiempo está sucediendo, lo que la conciencia
católica no puede aceptar por oponerse a la Verdad, a la Tradición, a la
doctrina de siempre. Que no se les diga, sin las distinciones elaboradas por la
escolástica, que fuera de la Iglesia puede haber salvación. Que no se les
enseñe que el protestantismo es una modalidad diferente y aceptable de vivir el
Cristianismo. Que no sean equiparados a los fundamentalistas musulmanes. Que no
se tolere que el Cardenal Arzobispo de la Habana continúe siendo
colaboracionista del régimen comunista que esclaviza Cuba. Postrado a los piés
de María, Auxilium Christianorum,
pido al Sucesor de San Pedro que corte los pasos a la maniobra esbozada por el
Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe al etiquetar como herejes
a los antimodernistas que tiene fundadas y graves reservas con relación a un
Concilio extrínsecamente calificable
como heretizante.
Etiquetas:
Arnaldo Xavier da Silveira,
Concilio Vaticano II,
Teología
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario