25 de mayo de 2015
EDITORIAL » Cambio profundo El PP pierde la hegemonía, el PSOE avanza y los emergentes se consolidan
Cambio profundo
El PP pierde la hegemonía, el PSOE
avanza y los emergentes se consolidan
Las elecciones autonómicas y municipales corroboran el comienzo de un
vuelco político en España, caracterizado
por la quiebra de la hegemonía del PP, que pierde el mayor poder institucional
obtenido jamás por un partido en democracia. Aunque haya sido la fuerza más
votada en las elecciones municipales —con escasa diferencia sobre el PSOE—,
quedarse, previsiblemente, sin gran parte de poder territorial socava sus bases
políticas. Las posibilidades de los populares de sostenerse en los gobiernos de
ciudades que controlaba y en la mayoría de las comunidades autónomas ya no
dependen tanto de sí mismos como de la capacidad de pacto que demuestren las
fuerzas de izquierda.
El voto conservador sigue siendo el más fuerte en las autonomías, como
reflejo de una inercia que no han roto las nuevas formaciones, Podemos y Ciudadanos. Pero el desplome
en votos del Partido Popular, aunque no sea irrecuperable de cara a las
próximas elecciones generales, es síntoma del cambio profundo que se está
produciendo en este país y que el partido del Gobierno no ha sido capaz de
detectar. Mientras, el PSOE, que cuenta con más opciones de obtener poder
territorial —en la medida en que pacte con otras formaciones— consigue unos resultados que se pueden
juzgar como satisfactorios, aunque le obligan a seguir trabajando en la vía de
la renovación, sin dar por descontada su posición como alternativa al PP en las
legislativas de noviembre.
Desde ese punto de vista, es complicado que el bipartidismo siga siendo el eje que estructura la
vida política española, dado que Podemos y Ciudadanos emergen con más fuerza de
la mostrada hasta ahora por Izquierda Unida y UPyD, las fuerzas políticas a las
que sustituyen en el sistema de partidos. Sería engañoso interpretar lo
sucedido como la revolución que algunos anunciaban, pero sería igualmente un
error restar trascendencia al fuerte mensaje de cambio que estos resultados
suponen. Ciudadanos ocupa el espacio de tercera fuerza municipal y jugará un
papel importante en el escenario político a partir de ahora, como, sin duda, lo
hará la marca Podemos.
Para acabar de definir el cambio en marcha hay que esperar al proceso
que se desarrollará en las próximas semanas, decisivo para determinar las
cuotas de poder territorial de cada fuerza. Los datos del escrutinio celebrado
ayer corroboran la necesidad de negociaciones. Una de ellas destaca sobre todas
las posibles: la expectativa de una relación entre el PSOE y Podemos. No les conviene aparecer
demasiado unidos en el proceso de constitución de gobiernos autonómicos y
municipales, pero tampoco sería fácil comprender que se multiplicaran los
bloqueos al estilo del ya vivido en Andalucía.
Las nuevas opciones de izquierda abren una gran brecha en las dos
ciudades más emblemáticas, Madrid y Barcelona, acabando así con las hegemonías
respectivas del PP y de los nacionalistas catalanes en beneficio de las listas
encabezadas por Manuela Carmena y Ada Colau, cuyas personalidades respectivas
han desbordado la de las marcas electorales con las que se presentaban. El
empuje de la izquierda se traduce en Valencia en los resultados de Compromís,
Ciudadanos y Podemos, que pone a su alcance desalojar al PP del poder ejercido
con mayorías aplastantes durante decenios. Y aunque sea de otra naturaleza, el sorpasso del PNV a Bildu en San Sebastián constituye otro dato significativo de
la jornada electoral.
En Cataluña, la pérdida de la alcaldía de Barcelona por Convergència i Unió cede
la primogenitura a la activista Ada Colau, cabeza de una coalición de grupos de
movimientos sociales e izquierdas radicales. Se trata de una catástrofe triple
para el soberanismo (más moderado): por un lado se queda sin una herramienta
que consideraba básica para las elecciones autonómico/plebiscitarias de
septiembre. Por otro, empaña notablemente la victoria obtenida por CiU en el
conjunto de Cataluña, al tratarse de la capital. Y además, acarrea el augurio
de que la dinámica izquierda-derecha empieza a sustituir con éxito el
monotemático pulso entre unionismo e independentismo.
Aunque en términos globales el soberanismo avanza levemente, cada uno de
sus componentes ofrece un flanco perdedor. La federación de Artur Mas (de la
que anoche se desentendió su socio Duran Lleida), aunque llega en cabeza, se ve
erosionada en 5,6 puntos sobre 2011. Y Esquerra queda solo en tercera posición
—después del correcto segundo puesto del PSC, por otra parte el gran derrotado
en la ciudad de Barcelona—, tras haber sido la primera fuerza en las europeas
de 2014. El buen resultado soberanista se debe en buena medida al desempeño de
la muy radical CUP, de forma que el bloque se fragmenta y radicaliza. Aunque no
desaparece, contra lo que algunos preveían.
En definitiva, se
abre un tiempo en el que será preciso tener en cuenta muchas opiniones y escuchar a más
sectores, gestionado por gobiernos en minoría o a través de pactos; una
conclusión significativa del seísmo político que comenzó a manifestarse en las
europeas de 2014.
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