14 de noviembre de 2012
La protesta social sigue firme y progresa
ANÁLISIS
Nada consigue paralizar un país. Ni seis millones de parados, ni una subida generalizada de impuestos directos e indirectos, ni el cobro parcial de medicamentos a pensionistas, ni la retirada de la paga de navidad a los funcionarios, ni los recortes masivos en el gasto público para financiar la sanidad y la educación, ni el deterioro de los servicios públicos como consecuencia de ajustes presupuestarios extremos, ni el abaratamiento del despido, ni la desesperanza, ni la indignación, ni el miedo.
España amaneció hoy con menos actividad productiva de la habitual –la demanda eléctrica cayó un 11,84% de madrugada, cuatro puntos menos de lo registrado en la última convocatoria sindical de mayo de este año- y más agitación social que en ocasiones precedentes. “En esta convocatoria ha habido más gente en los piquetes informativos nocturnos porque el malestar social crece y crece”, explicaba un responsable sindical. “Hemos logrado paralizar la industria; el seguimiento del paro en el transporte público ha sido muy importante, así como en la recogida de basuras. En los comercios… ya veremos”.
Primeros balances apresurados para la novena huelga general que se registra en 36 años de democracia. La vida continúa, las ciudades funcionan con relativa normalidad aunque hay mucha menos actividad en los colegios, muchos menos usuarios en los medios de transporte, mucho menos trajín en los polígonos industriales y más tensión en las calles principales, agitadas por grupos de piquetes informativos y por un notable despliegue policial.
En el Congreso de los Diputados, los diputados de la mayoría absoluta se afanan en la tramitación parlamentaria del mayor recorte presupuestario que aprobaron nunca las Cortes.
La segunda moción de censura sindical a un Gobierno en menos de un año es un récord difícil de superar. El Ejecutivo de Mariano Rajoy lo ha conseguido. El aldabonazo contra las políticas del PP se ha escuchado en los principales centros de trabajo del país.
Rajoy llegó a la Moncloa convencido de que la protesta en las calles golpearía sus primeros seis meses de Gobierno, pero que después escamparía. Casi un año después de aquel presentimiento, el presidente camina por el filo del rescate sin variar su política, acumulando cientos de miles de parados nuevos y escuchando las quejas de millones de indignados.
La tormenta social sigue firme y progresa.
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