19 de noviembre de 2012

Una guerra a medida de Netanyahu y Hamás


José Ignacio Torreblanca

Una guerra a medida de Netanyahu y Hamás

Por:  19 de noviembre de 2012
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Como en el dicho “se necesitan dos para un tango” (it takes two to tango), es evidente que no hay un conflicto si dos no quieren. Y más en este caso, cuando los motivos “objetivos” que justificarían esta escalada entre el ejército israelí y Hamás son más que dudosos. Sí, los activistas de Hamás lanzan cohetes regularmente sobre Israel pero las cifras de lanzamiento de cohetes (700 en lo que iba de 2012) demuestran que el gobierno de Netanyahu podía perfectamente vivir con esos lanzamientos. En el fondo, esos cohetes son como la “dosis de recuerdo”: sirven, por un lado, para que el enemigo no se olvide de que tiene un enemigo, un enemigo al que, por cierto, tienes sitiado por tierra, mar y aire en una especie de gigantesca prisión y, dos, para que los amigos y vecinos del mundo árabe y musulmán tampoco se olviden de la dramática situación de los palestinos de Gaza.
La inefectividad de esos cohetes, debido tanto a su tecnología de lanzamiento “ciega” como al hecho de que los israelíes hayan logrado desarrollar un sistema anti-misiles bastante efectivo (“Cúpula de Hierro”), no ha parecido nunca resultar un problema para Hamás que, con esos lanzamientos más bien parece querer mantener la tensión con Israel. Porque en esto de la disuasión y las represalias los israelíes son bastante previsibles, lo que facilita bastante las cosas a Hamás, que sabe más o menos con bastante exactitud cuándo y cómo provocar a Israel. Por tanto, si Hamás quiere una escalada en el conflicto sabe que lo puede lograr atentando contra objetivos dentro de Israel o bien hostigando a las fuerzas israelíes en la frontera mediante incursiones de comandos. Porque a estas alturas del conflicto, ambas partes se conocen muy bien, y dentro del odio y la sinrazón que domina todo conflicto, los dos han desarrollado un lenguaje mínimamente racional con el que se comunican.
De ahí que la decisión de Netanyahu de asesinar al jefe militar de Hamás provocara extrañeza, pues no parecía proporcional a un fenómeno rutinario como el lanzamiento de cohetes (si matas al jefe militar de Hamás cada vez que se lanza un cohete sobre Israel, ¿qué harás cuándo hay una incursión o un atentado en Tel Aviv?). Así que los analistas se han puesto a especular sobre los motivos que han impulsado a Netanyahu y, además de una posible venganza por el caso del cabo Gilad Shilat, sólo han encontrado dos posibles motivos: uno, las próximaselecciones israelíes, que Netanyahu necesita llevarse a un terreno más cómodo para él como es de la seguridad, y, dos, la inminente reunión de la Asamblea General de la ONU el 29 de noviembre, donde la Autoridad Palestina estaría a punto de obtener un reconocimiento internacional masivo como estado observador, lo que supondría un duro varapalo para el gobierno israelí, que ha esgrimido todo tipo de amenazas contra los que se presten a este reconocimiento y contra los propios palestinos.
Por parte de Hamás, el conflicto, una vez desatado, tiene algunos beneficios evidentes pues permite verificar hasta dónde llega el realineamiento en política exterior de turcos, egipcios y otros vecinos (especialmente en el Golfo Pérsico) después de la primavera árabe.  Por tanto, la muerte de su jefe militar queda de sobra compensada con las muestras de solidaridad árabe y el nuevo deterioro de la imagen de Israel, cuyos bombardeos nada “selectivos” acaban inevitablemente llenando las televisiones mundiales de imágenes de civiles inocentes.
Para algunos analistas, como Daniel Levy, colega en el European Council on Foreign Relations, el conflicto no va a escalar mucho más ya que los objetivos de ambas partes no son maximalistas y están a punto de lograrse (Netanyahu obtendrá su rédito electoral y los palestinos se verán debilitados en Naciones Unidas mientras que Hamás logrará que, una vez, los palestinos bajo su control aparezcan como víctimas de un Israel implacable). Por tanto, más que hacia una escalada, ambas partes se encaminarán pronto hacia un alto el fuego que deje las cosas donde estaban, hasta la siguiente oportunidad. Es una dinámica brutal, pero racional y hasta cierto punto, rutinaria. Esperemos que no se equivoque.

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