23 de noviembre de 2012
¿Qué pasa en Gaza? El conflicto árabe-israelí, en cuatro claves
Día 22/11/2012 - 14.07h
FOTO: AFP / VÍDEO: MIKEL AYESTARÁN DESDE GAZA
El conflicto de Gaza se remonta a más de sesenta años atrás, a 1949, cuando el territorio que ocupa la franja fue establecido, en el acuerdo de paz firmado tras el conflicto árabe-israelí iniciado un año antes. Líbano, Siria, Jordania, Irak y Egipto declararon la guerra al recién creado Estado de Israel. Tras 15 meses de enfrentamiento, más de un millón de palestinos acabaron como refugiados en Gaza (el 75% de su población, aproximadamente). La franja estuvo bajo control egipcio entre 1948 y 1967, hasta que Israel la invadió en la Guerra de los seis días ese año. En 2005, Israel sacó del territorio a tropas y a colonos, dentro del llamado Plan de desconexión. El Gobierno hebreo anunció la iniciativa como el final de la ocupación, pero en la práctica controla aún la mayoría de las fronteras de Gaza (excepto la sur, Rafah, en manos de las autoridades egipcias), las aguas territoriales y el espacio aéreo.
El 80% de la población de la franja depende de la ayuda internacional para sobrevivir. El bloqueo israelí -que gestiona la entrada de bienes, dinero y los suministros de agua y electricidad- ha derivado en lo que Naciones Unidas describe como «el empobrecimiento y la involución de una sociedad bien formada y altamente capacitada». Los militantes palestinos citan precisamente el bloqueo y la ocupación israelí de Cisjordania y de Jerusalén Este como los motivos para mantener el lanzamiento de cohetes. La persistencia de los ataques llevó a Israel a una desproporcionada operación terrestre en la franja, la «Plomo fundido», que se saldó con más de 1.400 palestinos muertos -frente a 13 israelíes- y con la destrucción de gran parte del territorio. Pese a todo, el lanzamiento de misiles contra Israel se reanudó poco después.
Israel considera a Hamás como responsable de todos los ataquessobre territorio israelí procedentes de la franja, aunque además de la rama armada de la organización existen muchos otros grupos que están detrás del lanzamiento de cohetes contra Israel, como Yihad Islámico.
El nuevo episodio de violencia en Gaza comenzó el pasado 14 de noviembre, con el asesinato del jefe militar de Hamás, Ahmed Jabari, muerto en un bombardeo israelí sobre la franja. El Ejército hebreo le consideraba responsable de «todas las actividades terroristas contra Israel desde Gaza» en la última década. Ese mismo día, el mando militar israelí anunció el comienzo de la operación «Pilar defensivo», con el objetivo de proteger a la población en el sur del país del lanzamiento de cohetes palestinos y destruir las infraestructuras de Hamás como medida preventiva.
Aunque fue la muerte de Jabari lo que marcó el inicio de la ofensiva, el ataque fue precedido por el lanzamiento de cientos de cohetes desde la frontera por parte de milicias palestinas -entre ellas el brazo armado de Hamás, las brigadas Ezedín Al Qassam-, que provocó la (al principio moderada) respuesta de Israel.
La cercanía de las elecciones parlamentarias en Israel, el próximo enero, ha levantado sospechas entre algunos analistas, que consideran que Tel Aviv podría tener algún interés en poner en marcha la operación a falta de solo nueve semanas para los comicios. Otros han apuntado a que el verdadero objetivo de la acción militar es desbaratar el plan palestino de pedir el reconocimiento de la ONU como «Estado no miembro» a finales de este mes. El Gobierno israelí ha negado que tenga interés alguno en iniciar una guerra. De hecho, aún antes del inicio del a operación, las encuestas daban una amplia ventaja al Likud, el partido de Netanyahu, de cara a la cita con las urnas.
Distintos actores internacionales han presionado para que las dos partes en conflicto alcancen pronto un alto el fuego, y evitar así una nueva intervención terrestre de las tropas israelíes, una posibilidad para la que Tel Aviv ya ha movilizado a miles de reservistas.
El presidente estadounidense, Barack Obama, aseguró que es «preferible» que Israel no invada la franja. Y ello a pesar de queEstados Unidos reconoce el derecho de Israel a defenderse y achaca el conflicto al lanzamiento de cohetes por las milicias palestinas.
El ministro de Exteriores británico, William Hague, acusó a Hamás de ser el «principal responsable» del actual enfrentamiento, pero advirtió de que una invasión terrestre haría perder a Israel «gran parte del apoyo internacional» con el que ahora cuenta.
La jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, aseguró que el lazamiento de cohetes es «absolutamente inaceptable y debe acabar», pero añadió que Israel debía asegurarse de que su respuesta a los ataques palestinos es «proporcionada».
Otros países de la región han condenado con rotundidad la intervención israelí, especialmente Egipto, Turquía, Túnez y Qatar. El presidente egipcio, Mohamed Mursi, afirmó que no dejaría a Gaza «a su suerte» y condenó lo que calificó de «flagrante agresión contra la humanidad» por parte de Israel. La Liga Árabe condenó la «agresión» del Gobierno hebreo y manifestó su «descontento» con la falta de acción del Consejo de Seguridad de la ONU.
A pesar de todo Mursi se ha convertido en la única bisagra en la región capaz de concentrar las negociaciones entre Hamás e Israel, aunque sea sin que se sienten en la misma mesa. De hecho, la mayoría de las negociaciones llevadas a cabo estos días han tenido El Cairo como escenario.
Tras dos décadas de negociaciones intermitentes, Israel y la Autoridad Nacional Palestina han fracasado en su objetivo de lograr una solución definitiva al conflicto. La última ronda de negociaciones directas se produjo en el año 2010. Hamás no ha participado en ningún diálogo con representantes hebreos: la organización islamista niega a Israel el derecho a existir y rechaza abiertamente los Acuerdos de Oslo de 1993, que establecen de manera provisional a la ANP como órgano de gobierno en Cisjordania y en Gaza (pero no en Jerusalén Este).
La victoria de Hamás en las elecciones al Gobierno palestino del año 2006 causó el rechazo de gran parte de la comunidad internacional y desencadenó una lucha «fratricida» entre los partidarios de primer ministro Ismail Haniye (de Hamás) y el presidente de la ANP, Mahmud Abbas (de Fatah, el partido fundado por Yaser Arafat). Tras meses de enfrentamientos entre ambos grupos, Abbas decidió destituir a Haniye y nombrar un nuevo primer ministro. Pero el dirigente de Hamás no aceptó su «despido» y mantiene el «control» de la franja con el apoyo de grupos armados y de gran parte de la población.
El pasado mes de enero, los contactos indirectos entre palestinos e israelíes, que se habían prolongado durante varios meses, finalizaron sin ningún progreso. La parte palestina insiste en que los asentamientos israelíes en territorios ocupados deben cesar antes de que pueda tener lugar cualquier negociación. Sus correspondientes israelíes no quieren ningún tipo de condición previa para sentarse a discutir una posible salida. Tras la nueva escalada, delegaciones de Hamás y del Gobierno de Netanyahu viajaron a El Cairo para negociar un posible acuerdo de paz.
La parte israelí ha puesto como condiciones para detener los bombardeos que no haya ningún tipo de ataque procedente de Gaza contra su territorio, incluyendo incidentes en puntos fronterizos, que se impida el rearme de las milicias de Hamás, y que la tregua sea duradera (habló de un periodo de 15 años).
El líder político de Hamás en el exilio, Jaled Meshaal, ligó cualquier compromiso con Israel no solo al final de las «agresiones», sino también a que se levante el bloqueo sobre la franja y a que se detengan los «asesinatos selectivos» por parte del Ejército.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario