1 de septiembre de 2012
Cuando asociarse es una solución
VIDA&ARTES
El complejo deportivo municipal Manuel Santos García, en la localidad sevillana de Gerena, es un hervidero de actividades. Cursos de natación y gimnasia acuática en la piscina climatizada, baloncesto, futbito, pilates, aeróbic, bailes de salón, salsa, merengue, patinaje. No por iniciativa del Ayuntamiento, ahogado por la crisis como la mayoría en estos tiempos, sino por el tesón de cuatro vecinos que se han empeñado en dar la máxima utilidad a un recinto construido a lo grande con fondos del Plan E, e inaugurado a bombo y platillo en 2008, pero infrautilizado hasta hace año y medio por falta de presupuesto. Si la Administración no puede sacarle partido, pensaron estos ciudadanos, hagámoslo nosotros. Y se pusieron a ello. Montaron una cooperativa, Aquasport, se presentaron al concurso abierto para adjudicar la gestión y, tras ganarlo, en enero de 2011 iniciaron su proyecto: convertir las instalaciones en un espacio dinámico abierto a cualquier propuesta que dé servicio al pueblo. Hoy, hasta fiestas y cumpleaños se celebran allí.
La historia del polideportivo de Gerena es un ejemplo de cómo el cooperativismo está cubriendo algunas de las funciones sociales que el Estado de bienestar está dejando de asumir por la crisis. Pero cada vez hay más casos: atención sanitaria, cuidado de dependientes y discapacitados, servicios financieros, enseñanza, energías renovables, actividades culturales, agricultura… En España hay 22.171 cooperativas, según datos de la Confederación Empresarial Española de la Economía Social (CEPES). Más de la mitad de ellas están orientadas hacia los servicios; negocios que van sobreviviendo a pesar de que las cifras totales se han desinflado al ritmo que el pinchazo inmobiliario se llevaba por delante muchas de las dedicadas a la vivienda y la construcción. “Las cooperativas que nacen ahora son de trabajo asociado, de consumidores y usuarios, de educación...”, explica Francisco Martín, técnico en economía social. De enero a marzo de este año se crearon 223 empresas de este tipo, según el Ministerio de Empleo.
Las cooperativas llevan más de un siglo participando en distintos sectores de la economía en todo el mundo. Ahora, en una época particularmente complicada, muchas de ellas ofrecen salidas innovadoras a los retos que se derivan de la crisis. “Son respuestas que parten de la cooperación entre la gente, de no esperar a que las Administraciones públicas resuelvan los problemas, sino de que los ciudadanos busquen la solución por sus propios medios”, analiza Íñigo Bandrés, de la Red de Economía Social y Alternativa (REAS). “Igual que tras la Guerra Civil muchos pueblos a los que no llegaba la luz o el agua corriente montaron cooperativas para autoabastecerse, el modelo puede servir ahora para hacer frente a los recortes de los Gobiernos en muchos ámbitos sociales”, afirma Ana Isabel Ceballo, presidenta de la Unión de Cooperativas de Consumidores y Usuarios de España (UNCCUE).
El complejo Servimayor no nació sobre el lecho de los recortes, pero sí surgió para cubrir una necesidad que la Administración no cubría: la de un pueblo de 3.200 habitantes, Losar de la Vera (Cáceres), que quería tener una residencia de mayores. Fue entonces cuando Santiago Cañadas —que entonces tenía 74 años— y otro vecino tuvieron la idea de juntarse en una cooperativa para construir el centro. Además, a su gusto. “Queríamos tener un buen sitio al que ir cuando no pudiéramos valernos. Las residencias privadas no nos gustan. Allí pesa más el dinero que las personas, así que pensamos en otro modelo”, explica Cañadas. Un lugar para no depender ni de la Administración ni de los hijos, y al que, tras la inversión, pudieran acceder a precio de coste.
Servimayor —que tiene su huerto, fisioterapeuta varias veces por semana o peluquería— abrió sus puertas en 2010 con 124 plazas. Tiene 150 socios. De ellos, 90 no son jubilados. Personas que, como Francisco Martín, de 57 años y socio número tres, pueden ceder la plaza a sus padres o decidir que se saque al mercado.
En Torremocha del Jarama (Madrid) faltan solo unos meses para que Antonio Zugasti, de 79 años, y el resto de socios de la cooperativa Trabensol —todos pensionistas— se muden a su nuevo hogar: un centro de convivencia para mayores conformado por 54 apartamentos adaptados. Solo les falta poner los remates, la fontanería y la carpintería del complejo que este grupo de amigos y vecinos de dos barrios de Madrid llevaban tanto tiempo ideando. Un centro basado en la sostenibilidad, la actividad y la solidaridad. “La cooperación es mucho mejor para resolver los problemas que la competencia”, apunta Zugasti, técnico de mantenimiento aeronáutico jubilado.
Los socios de Trabensol afirman que su idea no era sustituir los servicios que debe proveer el Estado de bienestar. “Debe seguir proporcionándolos, pero estos servicios están muy burocratizados. La nuestra es una forma de tomar las riendas y atender de manera directa nuestras necesidades”, dice Zugasti. Cree que su idea podría servir —eso sí, con más apoyo institucional— como ejemplo para cubrir otras necesidades desatendidas, con más participación ciudadana.
Félix Martín, secretario general de la Confederación Española de Cooperativas de Consumidores y Usuarios (Hispacoop), afirma que las cooperativas, además de estar llenando huecos derivados del adelgazamiento del Estado de bienestar, pueden ser una buena fórmula de emprender un negocio en época de crisis. “Es una manera más natural de hacerlo, más apoyada, porque hay socios. Y por tanto con menos riesgo”, asegura.
Las cooperativas gozan de algunos beneficios fiscales —como algunas otras entidades—, pero deben reinvertir parte de sus beneficios en un fondo destinado a la formación y educación de sus socios, y en actividades sociales dirigidas al fomento del cooperativismo. Sin embargo, la fórmula no cuenta, según los expertos, con los apoyos públicos necesarios. “No hay ayudas, ni políticas de promoción de la economía social ni de las cooperativas”, dice Bandrés, que explica que, además, muchas cooperativas dedicadas a la gestión de servicios públicos están viendo cómo gran parte de los fondos de los que se nutrían están cayendo aún más.
Pero a pesar de esto, esas y otras cooperativas resisten los embates de la crisis. Los soportan, según los datos, mejor que otro tipo de negocios, a base de ajustarse el cinturón. “Rebajan sus condiciones laborales para mantener el empleo”, apunta el experto de REAS. O incluso tratar de aumentarlo. “Nosotros no tenemos que obtener beneficios ni rendir cuentas a ningún empresario capitalista. Nuestra única ambición es cobrar nuestro sueldo, 1.200 euros al mes, y dar un buen servicio a la comunidad”, explica Francisco José Marín, el socio presidente de Aquasport. Por eso, en el polideportivo de Gerena pueden ofrecer muchas más actividades que la empresa concesionaria entre 2008 y 2011, que se dedicó a vender abonos y mantener el recinto en condiciones. Así, aguantan mejor los vaivenes de la economía: su objetivo no es crecer, sino ser sostenibles.
Joan Segarra, director del área de sociedades de iniciativa social de laFederación de Cooperativas de Trabajo de Cataluña, subraya otro motivo por el que este tipo de empresas está creciendo en plena crisis: el imparable aumento del paro y el autoempleo como salida. “Últimamente se nos llenan todas las sesiones que organizamos para ofrecer asesoramiento a nuevos emprendedores. Muchos asistentes acaban de perder su trabajo y deciden capitalizar el paro para montar una cooperativa”, señala. ¿Y por qué una cooperativa y no una sociedad limitada? “En muchos casos, por razones ideológicas. Esta es una fórmula en la que prima el trabajo de las personas, no el capital. Es una de las principales expresiones de lo que se denomina economía social, que rechaza esos paradigmas del capitalismo que han provocado la crisis”, responde Segarra.
Según la Confederación Española de Cooperativas de Trabajo Asociado (Coceta), de 2009 a 2011 se constituyeron 3.083 nuevas sociedades de este tipo y se crearon 28.558 nuevos puestos de trabajo en este ámbito. Un crecimiento que corrobora el informe de la Organización Internacional del Trabajo, que afirma que estas empresas son más resistentes a la crisis. Simel Esim, directora del área de cooperativismo de esta institución, pone el ejemplo de las entidades financieras: “Los bancos cooperativos han mejorado su rentabilidad en la crisis porque son menos propensos al riesgo y están menos orientados a obtener beneficios. Tienden a no congelar los créditos, tratan de mantener una cierta estabilidad en los tipos de interés y, en general, sus préstamos son más sostenibles”.
Las cooperativas de consumo también han experimentado un auge importante en los últimos años. “No tanto, o no solo, por la crisis como por el deseo de muchos ciudadanos de acceder a productos que no encuentran fácilmente en el mercado o resultan demasiado caros si se adquieren de manera individual”, explica el secretario general de Hispacoop. Un ejemplo de reciente creación es Som Energia, que nació en 2010 en Girona con 150 socios que querían comprar energía de origen 100% renovable sin sobrecoste respecto a la convencional. Hoy soy ya 3.267 socios y el grupo ha iniciado, aparte de su labor comercializadora, sus primeros proyectos de producción propia.
En Almocafre ya son veteranos. Esta cooperativa cordobesa de consumo ecológico ha cumplido 15 años. Se dedica a la distribución de agricultura ecológica y, además de vender a sus 150 socios lo adquirido directamente a los productores, lo comercializan también a particulares. “Es una forma de hacer ecología en la cesta de la compra, pero también de apoyar la autonomía productiva y familiar ligada a la tierra y a los métodos artesanales”, explica uno de los socios, Miguel Navazo.
También hay cooperativas mixtas. De trabajo y de consumo. Como Frescoop, ubicada en Manresa (Barcelona). Nació hace menos de un año para unir a los agricultores de la comarca de El Bages y buscar consumidores interesados en adquirir productos frescos a buen precio, “sin intermediarios que encarezcan el importe final y sin tener que desplazarse hasta los mercados locales”, explica Alba Rojas, representante de la sociedad. Las compras se hacen por una plataforma online y se ofrecen distintos puntos donde los clientes pueden recoger sus pedidos. Ya cuenta con 120 socios de consumo y otros 50 en la parte de los productores.
En los últimos tiempos han surgido otras muchas empresas que plantean argumentos similares a los de Almocafre o Frescoop. Su modelo se está consolidando, como ocurrió hace años en el norte de Europa, donde la cuota de distribución de alimentos que provienen de este tipo de negocios tiene una amplia cuota de mercado. Ahora, en países como Finlandia o Noruega empiezan a despuntar otro tipo de propuestas más orientadas a los campos asistenciales o educativos. Como guarderías o escuelas. Cooperativas que, según Martín, están en mantillas en España, pero que acabarán cuajando.
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