14 de mayo de 2012
Don Juan Carlos y Doña Sofía: la boda que «conmovió al mundo»
ABC - Día 14/05/2012 - 15.39h
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Juan Carlos y Sofía se vieron por primera vez en 1954. Él tenía 16 años, y ella, 15. Pero al parecer no se hicieron el más mínimo caso. Fue en un crucero organizado por la Reina Federica de Grecia para reunir a la nueva generación de las Familias Reales europeas tras la guerra, sin que nadie llegara a atisbar que aquella pareja de jóvenes que ni se miró, formaría uno de los matrimonios más estables de las monarquías europeas, al cumplirse medio siglo de su boda.
Siete años tuvieron que pasar aún para que naciera el idilio entre el Príncipe Juan Carlos y la Princesa Doña Sofía. Fue el 8 de junio de 1961, en Londres, durante la boda del Duque de Kent: «Por una vez, el protocolo hizo bien las cosas, pues me asignó a Juanito como caballero acompañante», confesó Sofía. Juan Carlos tenía 23 años, diez meses más que su futura esposa,convertida ya entonces en una muchacha bella, alta, esbelta y distinguida.
Debido seguramente a que la crónica sentimental respetó –por extraño que parezca hoy en día– su noviazgo, el Príncipe de Asturias y la Princesa de Grecia fueron cimentando su cariño con dedicación e ilusión, prácticamente en la intimidad, como cualquier otra pareja de veinteañeros de su generación.
Se vieron en París, Londres y aquellos lugares en los que podían, mientras se les relacionaba con miembros de otras Casas Reales. Pero «Juanito» lo tenía claro: «Me enamoré de Sofía inmediatamente. Es una de las pocas mujeres que conozco capaz de llevar con toda dignidad una Corona Real», confesaba el día queanunció su compromiso matrimonial con Sofía, en septiembre de 1961, en Atenas. Y no se equivocó.
Tal fue la discreción y normalidad de su noviazgo, que el anunció de la boda fue una auténtica sorpresa para los medios internacionales y los círculos más cercanos. «Constantino nos telefoneó desde Londres y nos dijo que estuviésemos preparados para una gran sorpresa –contó la madre de Doña Sofía, la Reina Federica–. A Pablo [Pablo I de Grecia] y a mí nos encantó y nos horrorizó la noticia. Nos encantó porque Juanito es muy apuesto, inteligente, tiene ideas modernas y se muestra siempre amable y simpático. Nos horrorizó porque, como es católico, sabíamos que antes de que se casara habría tremendas discusiones sobre esta cuestión».
Pero nada de eso ocurrió. La boda se celebró en Atenas el 14 de mayo de 1962, arropados los prometidos por el calor de, según las crónicas de entonces, más de medio millón de personas que «vitoreaban con entusiasmo a una bella Princesa griega de veinticuatro años» y a aquel «joven teniente del Ejército español, heredero legítimo de los Reyes de España». «Dos patrias insignes, dos ilustres penínsulas, dos pueblos cargados de mérito para con occidente, se hermanan sentimentalmente en una boda que ha conmovido al mundo», contaba ABC.
La ceremonia, preparada exclusivamente por las dos Casas Reales,disgustó a Franco, quien planeaba ejercer el máximo control sobre el Príncipe. De hecho, Don Juan le comunicó al dictador la noticia del compromiso el mismo día que se hizo oficial el Grecia. Y mientras se planificó la boda, las presiones aumentaron en torno al Generalísimo, que no se hallaba en plenitud de sus facultades físicas después del accidente de caza sufrido pocos meses antes, y no habiendo aún decidido hacia dónde orientar su sucesión.
Aquellas presiones no supusieron un obstáculo para el deseo de los Príncipes de casarse. Fue un 14 de mayo, a las 10 de la mañana, en laiglesia católica de San Dionisio, catedral de Atenas. «El Sol incendiaba las calles, mientras una multitud abigarrada vitoreaba con entusiasmo a los prometidos», relataba este periódico. Cinco cañonazos disparados desde la colina de Lycabetos dieron la bienvenida al magno evento, con las calles repletas de banderas de España y Grecia, «cruzadas y hermanadas como en símbolo de amor».
Hasta ocho princesas de sangre real fueron las damas de honor de la novia. Y allí estaban todos los príncipes de Europa sin exclusión, todos con sus mejores galas y sus refulgentes joyas, llegados para manifestar su apoyo al futuro Rey de España, mientras los Borbones desempolvaron sus mejores galas, sin perderse en la pompa innecesaria, para realzar la importancia de su pertenencia a la Historia y de su deseo de acompañar a la Monarquía en el incierto caminar de España.
El Príncipe, «sonriente y marcial», dio el «sí, quiero» a la Princesa con el uniforme oficial del Ejército español y, sobre él, el Gran Collar de Carlos III, entre otras condecoraciones. Doña Sofía lucía un vestido de seda entreverada, con plata ligera, con un encaje antiguo y una cola de seis metros, diseñado por Jean Desses, además de unos zapatos de Viviery un peinado realizado por Isaac Blanco.
Tal era el entusiasmo, que en Atenas se llegó a publicar un periódico en castellano, «El Diario Español». Mientras en España, el Régimen hizo que la ceremonia se emitiera en diferido, a altas horas de la madrugada, con Televisión Española tratando de dificultar a toda costa la emisión de los primeros planos de Don Juan de Borbón.
Pero aquello no evitó que quedaran para la memoria los semblantes visiblemente emocionados de los actuales Reyes de España y el dulce gesto de Don Juan Carlos pasándole a su mujer un pañuelo para que se secara las lágrimas, mientras sonaba el «Aleluya» de «El Mesías» de Haendel y miles de pétalos de rosas caían sobre los nuevos esposos.
Medio siglo contempla ya el matrimonio de los Reyes, y una familia con tres hijos y ocho nietos que ha representado a España a lo largo y ancho del planeta, superando retos clave para la historia reciente de España. Cincuenta años en los que ha formado una familia que ha disfrutado siempre de un índice de aceptación que pocas Casas Reales Europeas conocen.
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