26 de mayo de 2012
Un himno tan corto como abucheado
No duró ni 20 segundos la versión corta del himno de España, pero la pitada fue mayoritaria, como se anticipaba en los días previos, entre los aficionados del Athletic y los del Barcelona. Ya antes de que saltaran los futbolistas al terreno de juego, los silbidos comenzaron. Con los dos equipos formados en línea, tardaron en sonar las primeras notas en lo que pareció una espera diseñada para que los ánimos se atemperaran. No ocurrió así. Ni las dos torres de sonido colocadas en dos esquinas ni los altavoces de detrás de la porterías pudieron sofocar el estruendoso ruido provocado por muchos de los 55.000 espectadores. En el palco presidencial, el príncipe Felipe mantuvo el tipo mientras la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, aplaudió de manera efusiva el himno.
El príncipe Felipe mantuvo el tipo mientras la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, aplaudió de manera efusiva el himno
Como ocurrió en las finales en el estadio de Mestalla, en Valencia, de 2009 (Athletic-Barça) y 2011 (Madrid-Barça), el ruido de las aficiones superó los 100.000 watios dispuestos por la organización. Antes de que sonaran esos acordes mínimos, las dos aficiones, al unísono, también lanzaron improperios contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que no acudió al Calderón.
Del techo del Manzanares colgaba la bandera de España, flanqueada, a su izquierda, por las del Barça y el Atlético, y a la derecha, por las del Athletic y la Federación Española de Fútbol. En las gradas dominaban las ikurriñas y las senyeras. Antes de la interpretación del himno nacional, primero Carlos Jean y su electrónica remezclada y luego Lax'n'Bustos, ataviados con la camisetas del Barça, y Fito y los Fitipaldis, con la del Athletic, amenizaron los prolegómenos con un rock que dio paso a los abucheos esperados. El Príncipe de Asturias había llegado muy poco antes, acompañado de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y del ministro de Educación, Ignacio Wert.
Terminado el protocolo, los decibelios en la grada correspondiente a la hinchada del Athletic se apagaron tan pronto como fueron cayendo los goles en la portería de Iraizoz. El primero de Pedro fue un palo que retrotrajo a más de un seguidor rojiblanco a lo sucedido en Bucarest ante el Atlético. Un gol nada más empezar otra vez, con lo que eso supone en una final. Con todo, mientras los futbolistas devolvían el balón al centro del campo, retumbó el “¡Athletic, Athletic!”.
No fue ese el único arranque de orgullo de la afición bilbaína, aunque Messi y de nuevo Pedro le hicieron ver definitivamente que su equipo no tenía nada que hacer. Con 3-0 en el marcador y a falta de 35 minutos, volvieron a la carga con fuerza. Si la hierba tuvo un claro vencedor en el Barça, la grada tuvo otro distinto. Los seguidores del Athletic, en pie, ganaron esa batalla. Se sostuvieron por encima de la flojera de los hombres de Bielsa. La misma secuencia que en la final contra el Atlético de hace tres semanas. El mismo orgullo, bufandas al aire, que arrancó las lágrimas de los jugadores que, por dos veces, no han podido corresponder a tanto entusiasmo y tanta devoción por unos colores. Cada jugada de peligro que rondó el área de Pinto, que no fueron muchas, fue una espoleta con más carga emotiva que esperanzas de poder dar la vuelta a un marcador ya imposible. “¡Que vote, que vote San Mamés!”, tronaba mientras el tiempo transcurría ya en su recta final. Bielsa ya lo había percibido antes, cuando miró el reloj tras el tercer tanto y vio que no había pasado ni media hora. Al otro lado,Guardiola escuchaba por última vez cómo su nombre era coreado como entrenador del Barça.
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