PERISCOPIO
Blog Contra-Revolucionario
viernes, 15 de febrero de 2019
NACHO ALDAY - VENGANZA – 16/02/2019
El 7 de noviembre de 1938, a las 07,30 de la mañana, tres bombarderos republicanos de fabricación soviética arrojaron en cinco minutos seis toneladas de bombas sobre la localidad cordobesa de Cabra, entonces bajo el control del bando nacional. El resultado fueron 109 muertos, entre ellos 14 niños, y más de 200 heridos, la mayoría jornaleros.
No fue una acción al azar ni aleatoria. Desde una semana antes, los aviones sobrevolaron Cabra para inspeccionar la zona, examinar dónde tenían que actuar y estudiar las rutas. Sabían dónde bombardeaban. Y las tropas nacionales se dieron cuenta, pero casi toda su fuerza aérea estaba por aquellos días en el Ebro, que tenía mayor importancia estratégica.
Los pocos historiadores que han estudiado a fondo el bombardeo han calificado este episodio, sin medias tintas, como un crimen contra la población civil indefensa. Y es que la localidad cordobesa estaba muy lejos del que era el frente principal de la guerra. No era un objetivo militar o industrial y, de hecho, sólo murió un militar que se encontraba de permiso. Murió gente humilde que había madrugado para ir al mercado.
Una bomba cayó en el parvulario, pero los niños todavía no habían llegado al colegio. Los objetivos principales fueron el barrio de la Villa y la plaza del mercado de Abastos, donde los comerciantes y campesinos se congregaban en masa a pesar de lo temprano de la hora. Una bomba de 200 kilos, la mayor de las lanzadas por estos aviones, sembró el horror en el lugar donde mujeres y niños compraban bienes de primera necesidad.
Aunque dos semanas antes un bombardeo similar sobre Aguilar de la Frontera había dejado 43 muertos, nada hacía prever un ataque así a Cabra, y menos con tal ensañamiento. Los lugareños no intentaron refugiarse, ni hubo reacción de los antiaéreos, pues pensaron que se trataba de una patrulla sobrevolando la zona.
Hasta hoy no está identificado quien dio la orden criminal, y se desconoce si partió del Estado Mayor comunista o de instancias superiores.
Vinieron a vengar la derrota de la batalla del Ebro en ese pueblo indefenso, una población tranquila, que no había cometido más “delito” que ser española, certificó el Estado Mayor del bando nacional.
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