PERISCOPIO
Blog Contra-Revolucionario
lunes, 11 de febrero de 2019
IDEALES - 12/02/2019
Impresionante aspecto de un elegante monumento de la antigüedad. El Coliseo potentemente iluminado por focos, deja ver otras bellezas de las que tiene a la luz del día, con todas las claridades del sol glorioso de Roma. Una atmósfera de tragedia y catástrofe pesa sobre el ambiente. Es un monumento que refleja la elevación, la dignidad y el poder del Imperio Romano. Un gran contraste con el ambiente moderno. Ruinas que son testigo de antiguos esplendores. Los muros que permanecen de pie dan la impresión de persistencia en sobrevivir, de mantenimiento milenario de un espíritu y de una tradición ya muerta, incluso dentro del ambiente totalmente transformado. La luz de los focos, las farolas del alumbrado público, el asfalto húmedo y marcado por los neumáticos, son marcas del siglo XXI. Pero la masa armoniosa, imponente, seria, al mismo tiempo leve y monumental del Coliseo, hace sentir en este ambiente moderno toda la nobleza, la dignidad y la pujanza del Imperio, toda la elevación, la robustez, la lógica del espíritu romano, que tenía por ideal el Derecho. Todo se deshizo. De vivo, el Coliseo sólo tiene la sangre todavía caliente de los mártires. Entretanto, en esto que es una ruina, existe una atracción que se ejerce hasta en los puntos más extremos de la Tierra, determinando la afluencia de turistas de las regiones más remotas. Es que un gran ideal de belleza refulge todavía en estas piedras muertas. Tout passe, tout casse, tout lasse et tout se remplace. De perenne en el mundo, sólo la Iglesia. El Coliseo se trasformó en una ruina.
Si lo comparamos, por ejemplo, con el estadio de Maracaná, no hace mucho célebre en el mundo entero, todavía no es una ruina, pero ya desapreció del prestigio público, yace olvidado en un mundo que aprecia la cantidad y muy poco la calidad. Un día podrá el Maracaná transformarse en una ruina. ¿Y qué impresión dejarán sus restos, si es que quedan? Si la iluminación nocturna del Coliseo hace ver toda la grandeza de éste, el recuerdo del Maracaná pone al descubierto todas sus carencias. Se diría que es la pieza de una máquina, banal, ruda, sin alma, en la cual se apiñan millares de espectadores como hormigas. Es la expresión de un mundo que tomó por ideal, no el Derecho como Roma, ni la filosofía como Grecia, y mucho menos la teología como el siglo XIII, sino la máquina. La máquina, o sea, la materia. Almas materialistas, hombre materializado, mecanizado, esto es lo que se ve en el Maracaná como en tantos estadios similares. ¿Vendrán algún día los pueblos a ver sus ruinas? Tal vez… para comprender mejor cómo se desplomó nuestra civilización, para menear la cabeza, y continuar su camino pensando en la justicia de Dios.
EXCERTOS DE COMENTARIOS DEL PROF. PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA SIN REVISION DEL AUTOR.
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