PERISCOPIO
Blog Contra-Revolucionario
domingo, 30 de diciembre de 2018
2018 – 31/12/2018
Los grandes castigos de Dios ponen a prueba la paciencia de los pocos fieles. El ejemplo más característico fue el Diluvio, donde todos se reían de Noé, cuando estaba construyendo el arca a la espera de un gran castigo. Tardó 100 años en completar su trabajo, y luego llegó el Diluvio. A veces, Noé pudo haber tenido la tentación de pensar que estaba equivocado y que la gente que se reía de él tenía razón. Pero él no cejó en su empeño. Permaneció fiel al mensaje que recibió de Dios y continuó preparándose para el castigo. El hecho de que tardara mucho tiempo en llegar no significaba que no llegaría, más bien significaba que sería un castigo enorme.
Nuestro Señor predijo que el Templo de Jerusalén sería destruido. Cuando murió, un terremoto sacudió sus cimientos y el velo del Templo se rasgó por la mitad. Algunas paredes se resquebrajaron, pero el Templo permaneció en pie. Pasaron décadas y la profecía no se cumplía. En algunas ocasiones los fieles de Jerusalén pensaron que las señales del castigo ya se estaban produciendo y huyeron a las montañas, tal como Nuestro Señor les había aconsejado que hicieran. Sin embargo, no pasó nada y volvieron a sus vidas normales, tal vez un poco decepcionados. Luego, 40 años después de la muerte de Nuestro Señor, y aparentemente por casualidad, un soldado del ejército de Tito arrojó una antorcha al interior del Templo por un ventanal. Comenzó un pavoroso incendio que se extendió rápidamente, envolviendo todos los edificios. Entonces, verdaderamente, no quedó piedra sobre piedra según Nuestro Señor había predicho. El Templo nunca volvió a ser reconstruido.
Confiar en contra de todas las apariencias y creer después de todas las demoras es lo que Dios pide a quienes ha seleccionado para hacer su alianza con ellos.
COMPOSICION USANDO COMENTARIOS DEL PROF. PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA