Unas plantas de romero asoman por un balcón en el
distrito de San Blas, en Madrid. Es el pequeño huerto de Carolina Heredia, una arquitecta que piensa que los tomates también se pueden cultivar en macetas. La amplia terraza de su dúplex huele a tierra húmeda. Allí, en un tercer piso, brotan más de 30 especies de plantas aromáticas en pequeños tiestos y algunos tallos que todavía esperan su fruto. “¿Por qué tenemos que comer solo lo que hay en el supermercado?”, se pregunta. Como ella, cada vez son más las personas que quieren probar un pimiento con sabor a pimiento o pelar una patata con restos de tierra en plena ciudad. En Madrid, la demanda de cursos que enseñan cómo cultivar en una terraza o balcón se ha duplicado con respecto a 2012, según datos del
departamento de Educación Ambiental del Ayuntamiento.
Entre edificios, sobre el ruido del tráfico y pese al humo de las fábricas. La contaminación, lejos de ser un problema, se convierte en un motivo más para cultivar en plena ciudad, según Santiago Olivo, ingeniero agrónomo y autor de tres libros sobre agricultura urbana. Las plantas luchan contra la polución y los huertos tienen un efecto positivo en el medio ambiente. Los ciudadanos comienzan así a convertir sus terrazas y balcones en auténticos huertos de altura. "Es como si la naturaleza intentará reconquistar la ciudad", imagina Olivo.
No son pocas las urbes que empiezan a implantar este modelo que proviene de países como Canadá, Inglaterra, Alemania o Estados Unidos, donde existen incluso plataformas online que ponen en contacto a dueños de distintos huertos para el trueque de los productos. En España, el concepto de horticultura metropolitana comienza a extenderse poco a poco. Sobre todo en Madrid, donde el 10% de la población cultiva en sus casas, según Olivo. Esta tendencia también va en aumento en otras ciudades como Barcelona. Allí, más de un millar de personas practica la agricultura. Tener una terraza o un balcón es imprescindible para ello, pero no es suficiente. También hay que disponer de, al menos, cinco horas diarias de sol directo en verano, algo imposible en muchas fachadas, y tener un recipiente adecuado al espacio disponible: desde unas jardineras pequeñas, hasta unas mesas de cultivo.
Mantén tu huerto a punto,
recoge tus propias semillas o
la salud del huerto son solo algunos de los
talleres organizados por el Consistorio de Madrid que enseñan cómo hacerlo
. Desde el año pasado, su número de participantes ha aumentado de 1254 alumnos a 2444.
Carolina no ha acudido a ninguno de estos cursos, pero sabe cómo convertir su balcón en un pequeño huerto casero. Chiles, mostaza japonesa, albahacas, oréganos… crecen en todas las esquinas de su terraza. Las utiliza en su comida diaria, como aderezo en sus ensaladas. Pero también intenta dar salida a su producción ecológica y elabora aceites, sales de baño, azúcares, vinagres… que vende en su empresa
Blueyellow. “Tú decides qué es lo que quieres cultivar y en qué momento, y eso te da una sensación de libertad muy importante”, asegura, mientras mira sus albahacas de color verde intenso. Para ella, comer una ensalada de su propio huerto no tiene precio. Y, a pesar de todo el trabajo que conlleva mantenerlo, recomienda vivir la experiencia. Pero advierte que puede ser muy difícil, y que para que resulte entretenido y relajante lo mejor es planteárselo como un hobby.
Cada vez más gente se preocupa por lo que come y por la manera en la que se cultiva
Marta Toribio, educadora ambiental
“La mentalidad está cambiando. Cada vez hay más gente que empieza a preocuparse por lo que come y por la manera en la que se cultiva” asegura Marta Toribio, educadora ambiental en el curso
monta tu huerto ecológico en un recipiente. “No tiene nada que ver con las verduras que podemos comprar en el supermercado. Están buenísimas”, dice una de las asistentes a este taller que se realizó el pasado sábado. Lleva toda la mañana en el
parque del Retiro, junto a sus 17 compañeros, para aprender cómo sustituir los geranios, rosales y lirios de sus macetas por tomates, pimientos y lechugas. A su lado, algunas matas de judías verdes trepan por un palé pintado de azul. Varias jardineras, macetas y materiales reciclables como botellas o latas simulan en pleno Retiro cómo conseguir un huerto en una terraza. El curso se repetirá el próximo 27 de septiembre y podrán asistir otros 18 aspirantes a agricultores urbanos.
Allí, los alumnos aprenden que el inicio de la primavera es el mejor momento para cultivar. En pequeñas superficies, lo más sencillo es plantar lechugas, ajos, rúcula y espinacas. Los calabacines y las zanahorias pocas veces consiguen crecer en una maceta porque necesitan muchos cuidados y un tiesto más profundo, como mínimo, de 40 centímetros para que se desarrollen bien las raíces. El tomate es el más deseado en todos los huertos y, al mismo tiempo, el más complicado porque es muy vulnerable a todo tipo de plagas. Si se quiere optar por las frutas y no hay mucho espacio disponible, las fresas y las moras son las mejores opciones. También hay cultivos propios de épocas del año distintas. En invierno, crecen mejor la coliflor, las acelgas y los guisantes, ya que no toleran el exceso de calor ni la sequedad ambiental, y requieren un ambiente más fresco y húmedo. Los pimientos y la lechuga, mejor plantarlos en verano.
Además de estos cursos y talleres, en España comienzan a emerger sitios web especializados en promover este tipo de agricultura, como
Planeta Huerto,
La despensa verde o
Huerto City. Todo para aprender que un huerto puede ocupar una pradera, pero también florecer en una terraza. Lo más importante es tener en cuenta que la clave para el éxito de la cosecha es cuidar la orientación de los tiestos, las horas de luz y el espacio disponible. Pero, sobre todo, cultivar la paciencia, aprovechar un hueco libre y tener ganas de darle vida.
Talleres de huertos en terrazas
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