ABC
Lunes , 17-05-10
EL declive político de Rodríguez Zapatero se manifiesta de forma evidente en su fracaso al frente del Ejecutivo. Además, como demuestra la amplia información que hoy publica ABC, esa mala gestión se empieza a prolongar en la secretaría general del PSOE, un dato especialmente significativo para un «hombre de partido» en sentido estricto. En efecto, crece el malestar interno por un liderazgo débil y errático, a pesar de los esfuerzos de José Blanco por tapar agujeros aquí y allá. Ferraz ha concebido un PSOE a imagen y semejanza del presidente, cuya caída arrastra consigo a los candidatos territoriales, que intuyen un panorama muy negativo ante las próximas elecciones. El relevo generacional se ha realizado a base de maniobras que sitúan a los aparatos regionales bajo el control de camarillas encabezadas por líderes desconocidos y con una fuerte contestación en sus propias filas. Mientras el PSC va a lo suyo, la única baza positiva del zapaterismo es Patxi López, cuyo Gobierno se asienta sobre un pacto constitucional y no sobre una mayoría partidista. Incluso los barones de mayor relieve, como José María Barreda, corren serio peligro de verse desplazados en comunidades que el PSOE controla desde tiempo inmemorial. Lo mismo ocurre en Andalucía, a pesar de que José Antonio Griñán procura dejar atrás una larga etapa marcada por la figura de Manuel Chaves, hoy en horas bajas.
En muchas federaciones socialistas imperan el desconcierto y la falta de cohesión. En Madrid, Tomás Gómez desafía a Ferraz y nadie importante quiere ser candidato a la Comunidad o el Ayuntamiento porque las posibilidades de éxito son muy reducidas. Lo peor de todo es que los aspirantes socialistas son políticos de segundo nivel, poco conocidos y mal valorados en su propio ámbito, como ocurre -entre otros- con Jorge Alarte en la Comunidad Valenciana. La sucesión de Marcelino Iglesias y de Vicente Álvarez Areces no garantiza, ni mucho menos, que el PSOE continúe gobernando en Aragón y en Asturias. El caos en Baleares es bien conocido. Pocos ciudadanos podrían recordar el nombre de los líderes socialistas en otras muchas comunidades, incluidas Canarias (tras la fallida «operación López Aguilar») o Galicia (después de la jubilación forzosa de Pérez Touriño). Así las cosas, el fracaso de Rodríguez Zapatero trae como consecuencia un partido -ya no un Gobierno- lastrado por la incertidumbre, una inquieta desazón que comienza a olfatearse, por las disputas internas y por la ausencia, a día de hoy, de un mensaje ilusionante que transmitir a los electores.