8 de septiembre de 2009

Un paisaje sin dueño




















Una calle desierta de un pueblo de Salamanca. | Efe















Un perro deambula por un pueblo casi abandonado de Guadalajara. | C. Barajas

elmundo.es| Ciencia

Martes 08/09/2009. Actualizado 15:05h.

NATURA | Mundo rural

Un paisaje sin dueño

* La pérdida de habitantes rurales está acabando con el patrimonio natural
* La ausencia de servicios y la falta de mujeres son las principales causas

Tana Oshima | Madrid
Actualizado martes 08/09/2009 15:05 horas

"¿Despoblación? No, ¡vaciamiento! ¡España está vacía por dentro!", dice un portavoz del Observatorio Español de la Sostenibilidad al otro lado del teléfono. "Nada nuevo: lleva ocurriendo 50 años", comenta, a su vez, Julio Pérez Díaz, demógrafo del CSIC.

Cierto: prácticamente todos los madrileños, por ejemplo, tienen un pueblo. Esto quiere decir que sus progenitores o abuelos salieron del campo y ahora vuelven en familia durante las fiestas locales. Algunos se quedan una temporada ahora que hay crisis; otros, atraídos por la vida campestre. Por eso también se habla de una leve ralentización del éxodo rural. "La pérdida de habitantes se ha paralizado ligeramente en estos últimos años", afirma Jesús Casas, director general de Desarrollo Sostenible en el Medio Rural, del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM). Pero, a vista de pájaro, el paisaje sigue estando hueco.

Ni las dificultades económicas temporales ni las segundas residencias -ni los llamados neo-rurales- devuelven realmente la vida a los pueblos: no son suficientes para crear tejido social. "No suponen un repoblamiento con dinámica propia", explica el demógrafo. Y si en algo coinciden los expertos es que sigue haciendo falta, al margen de capitalinos que regresan de vacaciones y algunos escasos neo-rurales emprendedores, gente que se dedique a las labores tradicionales del campo. Porque los que quedan ya son ancianos y sus descendientes no pueden o no quieren continuar la tradición.

"La despoblación en España ha llegado a unos límites no admisibles", vuelve a aseverar el director general. Es el caso de Teruel, Soria o Zamora, donde hay verdaderos desiertos humanos. Algunas localidades tienen una densidad de un habitante por kilómetro cuadrado: una única persona en cientos de metros a la redonda. Se trata de promedios, naturalmente, pero son de los más bajos de Europa. La leve recuperación de pobladores rurales en los últimos años no parece estar desviando esta tendencia general, hermana gemela de la litoralización y el crecimiento de las grandes ciudades. "Seguimos yendo hacia una España muy poblada en la periferia y vacía en el interior", apunta. Las ciudades se hacinan, el campo se vacía. La historia se repite y alimenta desde hace cinco décadas.
Paisajes intervenidos

El problema es especialmente grave en un país como el nuestro, con un carácter bastante rural con respecto a la media europea -el 25% de la población nacional vive en municipios rurales- y cuyo paisaje es resultado de la actividad humana perpetuada durante milenios. "España no es un lugar prístino, como los que hay en Canadá o en la Patagonia, sino un sistema natural intervenido. El mantenimiento de esos valores está asociado al hombre", continúa Jesús Casas.

Desde hace décadas, la mecanización del campo ha hecho que se obtenga más rendimiento con menor mano de obra, por lo que la actividad en el sector primario ha caído en picado. Hasta tal punto que en España desaparece un rebaño cada día, acogotado por unos precios de venta muy bajos y unos costos de producción muy elevados. En pocas palabras, nos estamos quedando sin campesinos.

"Existen ya indicios de que el abandono de la actividad ganadera está aumentando poco a poco la superficie forestal descontrolada en España [sin herbivoría, las plantas crecen]", añade. "Existe el riesgo de que el paisaje se homogeneíce. Habría entonces una pérdida de biodiversidad importante", señala el director general.


Es el caso de las dehesas, "el mejor invento del hombre" en palabras de Hermelindo Castro Nogueira, presidente de Europarc-España y profesor titular de Ecología en la Universidad de Almería. Fruto de milenios de gestión humana, la dehesa es el mejor ejemplo para ilustrar un sistema antrópico en el que no hay conservación sin producción, y viceversa. La dehesa es un sistema mucho más eficiente que el bosque primario e implica una biodiversidad propia, con especies endémicas como el águila imperial o el buitre negro.

Pero el abandono del campo está suponiendo también un abandono de esos paisajes que necesitan de la mano del hombre. Algo similar está ocurriendo con las salinas, "unos paisajes surgidos del aprovechamiento de las sales, que es un ritual que se ha llevado a cabo durante milenios y que ahora está desapareciendo", advierte Castro Nogueira. La pérdida de habitantes en el campo implica una pérdida del patrimonio natural, pero también del patrimonio cultural.

Tradicionalmente, los habitantes del medio rural han emigrado hacia las ciudades en busca de trabajo. Ahora, esa diáspora "no siempre se justifica desde el punto de vista laboral. En estos momentos, precisamente, se aguanta mejor la crisis en el campo que en la ciudad", dice Jesús Casas. "Pero el déficit de servicios es real, y hay que atenderlo".

Según el informe de Sostenibilidad Local del Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE), el 81,3% de la superficie agrícola útil española se considera desfavorecida. Por desfavorecida se entienden las zonas de montaña y todas aquéllas en las que hay poca población y en las que la base de la economía es el menguante sector agrario. En tales zonas, la falta de diversificación ocupacional agrava el problema del desempleo.

Las causas del vaciamiento importan tanto como las consecuencias. La mecanización del campo y la consiguiente reducción de mano de obra, la falta de calidad de vida y de servicios en los pueblos y las expectativas que generan las ciudades crean una situación en la que la despoblación llama a la despoblación mientras las ciudades se congestionan más y más. Pero el mayor drama, quizás, sea la ignorancia con la que se vive en las capitales. "¿De dónde vienen los alimentos que tomamos, el agua que bebemos?", recuerda Jesús Casas. De hecho, una de las principales inquietudes de los profesionales de la conservación es esta desconexión entre la vida cotidiana y la naturaleza en las nuevas generaciones urbanitas (y, a veces, no tan urbanitas).
Lo que el campo nos da

"El medio rural presta muchos servicios a la ciudad, mucho más allá de los alimentos. Presta servicios ambientales fijando el CO2 o limpiando el aire, pero también conserva un patrimonio cultural, ofrece una capacidad de estabilizar el territorio y de asumir los impactos del medio urbano. Además, aporta sosiego y tranquilidad", enumera el director general de Desarrollo Sostenible en el Medio Rural. "Hay que devolverle al campo todo lo que nos ofrece".

El mayor reto no es que la gente vuelva al campo, sino que se quede en él. Para ello es necesario aumentar la calidad de vida de los residentes locales, aún muy deficitaria. En muy numerosos casos las necesidades básicas sanitarias y educativas no están bien atendidas, y los aldeanos se ven obligados a trasladarse a otros municipios para cubrirlas. Los medios de transporte son además escasos y a menudo se trata de pueblos muy mal comunicados. Y con casi tanta gravedad como la ausencia de esos servicios básicos aparece la brecha tecnológica, que aísla aún más a estas localidades y ejerce un enorme efecto disuasorio tanto para los jóvenes locales como para posibles nuevos pobladores.

Pero, a veces, tal vez ni siquiera es un colegio o un centro de salud lo que necesita un pueblo. La falta de comunicación entre las administraciones y los vecinos de un municipio está en la base de esta desatención. "El problema es que los modelos de organización territoriales suelen estar dictados desde arriba", admite el director general. "Hay que escuchar a la gente para ver lo que quiere". Contra la despoblación, no se pueden aplicar fórmulas. "Hasta ahora, se había recurrido a la dotación de infraestructuras. Ahora hay que prestar atención a lo pequeño. Una autovía puede facilitar el acceso a una localidad, pero también puede ser un elemento desvertebrador. Cada pueblo puede tener unas necesidades distintas, y a veces las soluciones son más sencillas de lo que parecen", añade.

La falta de personas modifica los paisajes de España, donde casi todo es fruto del hombre

Una vez más, las energías renovables y las tecnologías verdes vienen a ofrecer su mano salvadora. Pero sólo en parte. "No se trata únicamente de producir riqueza económica. El dinero tiene que redundar en la población local y en su calidad de vida. En ese contexto, cualquier iniciativa es interesante", puntualiza Casas. Actuar a nivel local y fomentar actividades económicas es lo que hacen diversos grupos de acción, dedicados tanto a atraer nueva población como a fijarla. La Red Española de Desarrollo Rural (REDR) coordina este tipo de iniciativas a lo largo y ancho del territorio nacional, desde ecoaldeas a la universidad rural, pasando por el asesoramiento a nuevos emprendedores urbanitas que quieren instalarse en los pueblos.

En la mayoría de los casos, se trata de experiencias piloto financiadas por los fondos europeos para el desarrollo rural a través de las comunidades autónomas. Según REDR, los resultados son visibles a nivel local, pero sobre todo están permitiendo abrir nuevos caminos hacia otra visión del mundo rural. No obstante, para algunos expertos, vivimos un proceso irremediable hacia otro modelo de sociedad. Un futuro, que, eso sí, "deberá ser sostenible para poder desarrollarse", explica Pérez Díaz.

"En las últimas décadas ha cambiado mucho la concepción de lo que es rural", afirma. "Muchas zonas que antes eran rurales ya no lo son, aunque lo sigan pareciendo por el paisaje. En realidad, ahora están prestando servicios urbanos". Además, matiza el investigador, las ciudades absorben a los municipios colindantes y van tejiendo un continuo urbano en el que es difícil distinguir los límites entre una y otros. "Si utilizas criterios estadísticos, un municipio rural es aquél que tiene menos de 50.000 habitantes. Si el criterio es el tipo de actividad, en muchos pueblos ésta es básicamente del sector servicios, lo cual sería una característica más propia de las ciudades", añade. Es lo que ocurre con algunos pueblos del Pirineo, por ejemplo, que "son muy rurales en apariencia pero viven en realidad de una estación de esquí", comenta.

"Quizás vayamos al modelo suizo", continúa el demógrafo. "Allí, no sabes dónde termina la ciudad y dónde empieza el campo. Pero el mundo rural tiene calidad de vida".
LAS CAUSAS

Pueblos sin mujeres.

'Granjero busca esposa' es uno de los llamados 'reality shows' de la televisión. Sin entrar en valoraciones, su contenido refleja una realidad del mundo rural: la falta de mujeres. Según Julio Pérez Díaz, demógrafo del CSIC, el número de habitantes en los pueblos actuales, ya de por sí menguado, presenta una desproporción significativa entre los dos sexos. "Ahora mismo la tendencia es que los hombres hereden las propiedades y los terrenos y que las mujeres se vayan a estudiar a la ciudad", explica el demógrafo. El resultado es que "la mujer está mucho más formada que el hombre, y normalmente se casa y se queda en la ciudad". Al mismo tiempo, si la desmotivación (por falta de empleo y por una muy pequeña diversificación de las ocupaciones) es generalizada, lo es más para las mujeres, quienes, fuera de las labores estrictas de la tierra, ven perdidos sus espacios tradicionales (la producción de alimentos, por ejemplo).

Una figura esencial.

Sin embargo, la mujer ha sido el pilar tradicional de la transmisión de la cultura entre generaciones. Los expertos atribuyen en gran parte la pérdida de la cultura rural no sólo a la despoblación, en general, sino al abandono del campo por parte de la mujer, en particular.