30 de septiembre de 2009

Las universidades de Arizona, Colonia y Columbia nos advierten

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Las universidades de Arizona, Colonia y Columbia nos advierten

JUAN VELARDE FUERTES
Lunes, 28-09-09

Nos encontramos por tercera vez en un momento crucial de nuestra vida económica. En el año 1600 teníamos un PIB por habitante análogo, en todos los sentidos al francés, al austriaco, al alemán, al inglés. Sólo nos ganaban los flamencos y los italianos, por cierto muy vinculados a la Corona de España. En el 1700, les habíamos perdido la pista a todos por nuestro hundimiento. La causa: una política económica iniciada a comienzos del siglo XVII por el duque de Lerma, basada en arbitrios para encubrir desastres económicos, en populismos contraproducentes, y en persecuciones de los economistas críticos, como fue el caso del proceso del Padre Mariana S. J., tan magníficamente estudiado por Gonzalo Fernández de la Mora.
Cuando se inicia el siglo XIX, los datos de Prados de la Escosura-Angus Maddison nos prueban que el reto de la Revolución Industrial no nos cogía en marcado desequilibrio internacional. El esfuerzo de la Ilustración parece que no había sido en balde. Ese año de 1820, nuestro PIB por habitante era, si, el 59% del de Gran Bretaña, entonces la reina de la Revolución, pero, también, el 80% del norteamericano, el 94% del alemán y el 89% del francés. Pero en vez de afrontar la nueva realidad, se esquivó por el camino del perezoso modelo castizo. Nuestra economía, desde Fernando VII, se estructura con decisiones acomodaticias y equivocadas, haciendo que se deslice hasta una situación de grave retroceso respecto a las otras grandes potencias. Los datos son elocuentes: se tenía en 1959 el 37% del PIB por habitante británico; el 27% del norteamericano, el 43% del alemán, y el 43% del francés. Pero ese año surge un excelente rumbo aperturista que nos lleva a ese paraíso de las cifras del año 2008, donde, a pesar de la crisis, nuestro PIB por habitante había pasado a ser el 69% del norteamericano; el 88% del británico; el 90% del alemán y el 96% del francés. Se retorna, pues, incluso mejorada, a la situación relativa de 1600 o de 1820.
Pero ahora, ¿se logra superar la crisis al ritmo preciso para mantener estos porcentajes relativos? En absoluto. Los economistas son unánimes en los escritos críticos que muestran los riesgos de esta tercera pérdida de rumbo, cuando parecía que el desarrollo económico estaba a nuestro alcance. Hoy creo que se deben señalar lo que sobre esto nos dicen tres grandes economistas, desde dos grandes centros académicos de Estados Unidos y desde uno de Alemania.
Desde la Universidad de Arizona, el Premio Nobel de Economía Edward C. Prescott señalaba, en unas declaraciones a Pablo Rodríguez Suanzes en «El Mundo» el 9 de agosto de 2009 que «España haría bien apostando por bajar los impuestos y por la innovación y el crecimiento. Subir los tributos no servirá para recaudar sino para aumentar el paro... Además necesitan (los españoles) una reforma laboral». Desde la Universidad de Colonia y su Instituto de Política Económica del que es director Juergen B. Donges, ese gran conocedor germano de nuestra economía, nos advierte con oportunidad a los españoles en su artículo «La salida de la recesión, rodeada de mucha incertidumbre» publicado en «El Economista» el 22 de agosto de 2009 que «dadas las expectativas racionales entre los agentes económicos, el Estado puede generar fuertes efectos de confianza si se compromete a hacer frente a los déficit con medidas eficaces. Las apropiadas para fortalecer el crecimiento de la economía y del empleo serían las de frenar el gasto público consuntivo. Contraproducente sería subir impuestos, sobre todo aquellos que afectan a la inversión empresarial».
Finalmente, ese gran economista, profesor de la Universidad de Columbia, que es Xavier Sala i Martin, Premio de Economía Rey Juan Carlos, en sus declaraciones a Joan Carles Valero aparecidas en el suplemento «Empresa» de ABC el 13 de septiembre de 2009, nos decía: «El Gobierno (español) cree que la actual crisis es de demanda....; es un error, porque el problema de España es de oferta, de productividad. Y eso se ve en un déficit exterior del 10% del PIB... Se soluciona de dos formas: bajando la demanda, es decir, el consumo, lo que supone la creación de una crisis económica del 10% del PIB, o aumentando la productividad... (Si no hacemos esto) tendremos... una crisis del 10% del PIB. También el desempleo se soluciona con políticas de oferta, mejorando la productividad con más educación, flexibilidad, movilidad, etcétera, pero que requieren de un liderazgo ahora inexistente». Y esta última carencia lo justifica así Sala i Martin: «Nadie confía en este Gobierno porque tardaron demasiado, mintieron y se han equivocado en todas las medidas».